EL AMOR EN LA LITERATURA M. Dolores Gras
Estimados paisanos, este año deseo hablaros de: «El amor en la literatura». Quiero comenzar con una frase de Chejov, gran médico y escritor: «Yo tengo una esposa legítima que es la Medicina y una amante que es la literatura», dice el autor. A mí personalmente ambos me acosan, me enamoran, me atormentan y hasta me vampirizan de tal manera, que en ocasiones llegan a proveerme de tantos múltiples yos, que a veces me interrogo sobre mi verdadera identidad. Ellos hacen que me contradiga a mí misma: Sí, me contradigo a mí mismo, como diría Whitman ¿Y qué? Soy inmenso, contengo multitudes. Todo esto que está en mí y está en vosotros. No sabremos nunca definir exactamente lo que es ¿Será una de las formas del amor?
Después de este preámbulo, pasaré a hablar del amor. Acercarse al amor es emborracharse de contradicciones, es querer perderse en un laberinto cuyo guía es el propio amor, pero este guía tiene dos características propias, es fantasmal e invisible, por ello jamás nos mostrará la salida del laberinto, pero vale la pena buscarla porque dejarse la vida por este sueño es darle exactamente el valor que tiene.
Quizás la única verdad como diría Umberto Ecco, «consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad» y, toda realidad en el amor tiene un estatuto sospechoso, pero como de algún modo hay que irrumpir en el tema amoroso, hablaré sólo acerca de dos facetas: Del enamoramiento y del amor. Me basaré en estudios de Alberoni, Stendhal, Neruda, García Márquez y Borges.
Se tiene la falsa idea de que el enamoramiento es una etapa que se da más en los jóvenes, pero yo creo que uno se puede enamorar en cualquier edad. El enamoramiento conlleva el situar al enamorado en estado diferente del de la vida cotidiana, que lo coloca en el plano de lo extraordinario, a este estado lo acuñó Alberoni como un «estado de Gracia». Lo más asombroso en la pasión del amor es el primer paso, la transmutación que sufre la mente del amante. Durante este tiempo el mundo gira alrededor de esa persona de una forma diferente. La vida física y sensorial se dilata. Vemos colores que antes no apreciábamos, percibimos olores que anteriormente pasaban desapercibidos y luces que no veíamos, pero además del horizonte sensorial se amplía nuestra vida intelectual, porque descubrimos relaciones que antes se nos asemejaban grises y opacas.
Pero todo ello se dirige a una sola persona, el amado se convierte en aquel que no puede ser sino él, todo ello ocurre en contra de nuestra voluntad.
Así lo canta Neruda:
Mujer nada me has dado y para ti mi vida, deshoja su rosal de desconsuelo / porque ves estas cosas que yo miro / las mismas tierras y los mismos cielos / Mujer nada me has dado y sin embargo a través de tu ser siento las cosas / estoy alegre de mirar la tierra en que tu corazón tiembla y reposa. Y sin embargo no me has dado nada / no se florecen para mí tus años / la cascada de cobre de tu risa / no apagará la sed de mis rebaños / Ya ves noche estrellada, canto y copa / en que bebes el agua que yo bebo / vivo en tu vida, vives en mi vida / Nada me has dado y todo te lo debo.
La relación sexual se convierte entonces en un deseo de estar en el cuerpo del otro, un vivirse y un ser vivido por el amor en una fusión corpórea. En el budismo japonés, el Nin es el mundo de la paz, el Ten, el momento extraordinario de la emoción, el ten eterniza el tiempo y el presente, por ello un día de ten corresponde a diez mil años de tiempo. El ten es el estado de enamoramiento.
En el enamoramiento la persona más simple y desposeída se ve obligada a usar el lenguaje de la poesía, la sacralización y el mito.
Pero este estado de enamoramiento, puede ser unilateral y no ser correspondido. Sin embargo, el enamorado puede estarlo de por vida, aunque el amado lo ignore. El enamoramiento es una búsqueda de la propia y más profunda autenticidad. Tratar de ser uno mismo hasta el fondo, pero mirándose en el otro. Pero el enamorado tampoco es desinteresado, quiere la total transparencia del otro en su riqueza y en concreción para poder insertarse como objeto auténtico de amor, pero también para ofrecerle un mundo de consolación y de entrega.
El enamorado ama todo en el otro hasta los más profundos defectos, o las nimiedades que pueden parecer ante un observador objetivo.
Vuelve a hablar Neruda:
Quítame el pan si quieres / pero no me quites tu risa / amor mío en la hora más oscura desgrana tu risa / y si de pronto ves que mi sangre mancha las paredes de la calle / ríe porque tu risa será para mis manos como una espada fresca.
Ríete de la noche, del día, de la luna / ríete de las calles torcidas de la isla / ríete de este pobre muchacho que te quiere / pero cuando yo abro los ojos y los cierro / cuando mis pasos van / cuando mis pasos vuelven, niégame el pan, el aire, la luz, la Primavera / pero tu risa nunca porque me moriría.
¿Y cómo se pasa del enamoramiento al amor? Difícil pregunta, quizás de ello se encargue el tiempo, la rutina y la cotidianidad, pero lo bien cierto es que el entusiasmo del principio, se apaga suavemente en una afectuosa dedicación al otro, se engendra entonces una profunda amistad donde los dos son poseídos y sin embargo independientes. Hay un encuentro sereno, un placer de estar juntos, sentirse querido y amar a pesar de nuestros propios defectos y de los del otro, pero en este suave mar donde parece que todo lo mece la brisa, se dan desencuentros y reenamoramientos que hacen de contrafuerte para que persista el amor. Pero no nos engañemos, el conflicto y la dualidad perduran. El amor instaurado sería ese dramático ir amistoso y tranquilo al profundo deslumbramiento de volverse a reenamorar del compañero, en el cual siempre podemos encontrar facetas nuevas ya que el hombre es una perpetua transformación a través de su sustancia que es el tiempo. Por ello, en el amor instaurado juega un profundo papel la voluntad de amar y la imaginación para que el amor perdure.
En la novela de García Márquez, «El amor en los tiempos del cólera», vemos estas dos facetas, enamoramiento y amor ensamblados. En ella el protagonista Florentino Ariza se enamora a los doce años de una muchacha, Fermina Dazas, entre ellos se produce el relámpago de amor imposible dado que el padre de ella rechaza esta relación. Más tarde, ella se casa con el Doctor Juvernal Urbino, y Florentino Ariza pasa cincuenta y tres años, siete meses y once días esperando la viudez de su enamorada para poder llenarse del corazón de ella. El tiempo al fin le da la razón y finalmente en la vejez de ambos se vuelven a reencontrar y a reenamorar, y en esa ancianidad cuando el cuerpo apenas responde, se dan cuenta de que el amor era el amor, en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca está de la muerte. El amor se les convierte en una flor que, después de haber sido rosa en primavera, se trueca en fruto cuando el otoño avanza.
En estas líneas he esbozado apenas el amor entre hombre y mujer. Pero hay tanta clase de amor que necesitaríamos de la infinitud para poder describirlo. Desde aquí doy gracias a la vida por las múltiples formas de amor con los versos del gran escritor Jorge Luis Borges:
Gracias quiero dar al Divino / Laberinto de los efectos y de las causas / por la diversidad de las criaturas que forman este singular universo / Por el amor que nos deja ver a los otros como los ve la divinidad / Por la razón que no cesará de soñar con un plano del laberinto / Por el fulgor del fuego que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo / Por el pan y la sal / Por el misterio de la rosa que prodiga olor y no lo ve / Por el arte de la amistad / Por las palabras que en un crepúsculo se dijeron de una cruz a otra cruz / Por el mar que es un desierto resplandeciente / Por el lenguaje que puede simular la sabiduría / Por la costumbre que nos repite y nos confirma como un espejo / Por la mañana que nos depara la ilusión de un principio. Por Frances Haslan que pidió perdón a sus hijos por morir tan despacio / Por los minutos que preceden el sueño / Por los íntimos dones que no enumero / Por la música misteriosa forma del tiempo.
Amigos todos que en vuestros muchos días de amor, ninguno brille como el día de mañana, o como un día de estas fiestas ¿te sonríes? ¿Y por qué no?
UN AMOR EN SEPTIEMBRE
En septiembre
se cansaron los sueños
de esperarte en silencio
y la vida de quemar cenizas
habitadas de olvido.
La luna en la alta noche
acariciaba la música
de los árboles dormidos
esperando el alba y su rostro secreto.
Era día 4 y por ello
reclamé a la vida
que me diera el amor
aunque sólo fuera
una sombra soñada
que más tarde borrara
el ladrón invisible de estrellas.
A veces pienso que un feliz destino
hizo que mis ojos encontraran los tuyos
y el amor, el gran amor
nos estalló en el alma
como una tormenta
que recorrió mi tierra
para caer en tus brazos
y ya no importó que fuera
día o noche para sentir tu boca
en la inmortalidad del tiempo.
Extraído de la Revista Villena de 1990
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