17 sept 2023

2023 CRÓNICA DE UNA NUEVA FELICIDAD VILLENERA

2023 CRÓNICA DE UNA NUEVA FELICIDAD VILLENERA
por... Juan Carlos Vizcaíno
Las Fiestas de Villena 2023 no tenían para mí el ansia de la sorpresa. Este año era el de la reválida. Pero al mismo tiempo no han dejado de aportarme nuevos descubrimientos. Y es que, para poder apreciar todos sus matices, creo que habría que dividirse en cuatro personas al mismo tiempo. Por eso, y también sorteando el sueño -estuve desde las 6 de la mañana del 6 y hasta las 9 del 7 sin dormir-, lo único posible es elegir lo que deseas vivir. Las grandes fiestas te permiten eso; elegir la tuya propia. En esa eliminatoria, me dejé fuera, un año más, la Ofrenda, las dos embajadas y guerrillas -en la del 8, aunque estaba recostado en la lejanía, por momento el ensordecedor fragor de la pólvora me hacía temer que iban a dinamitar el Castillo de la Atalaya-. Por fortuna, disfruté participando en el resto de desfiles dentro del sin par Grupo Pastillo -que este año estuvo algo menos activo-, al tiempo que gocé de las cuatro dianas, en las que los Maseros somos los más participativos. Una peña de amigos que fuimos felices en el reencuentro, pudiendo comprobar de nuevo como Manolo Catalán es una de las personas más queridas de Villena -cada dos metros lo estaban parando-, y el placer que resulta charlar con Pepe Pastillo de esa ciudad que lleva en su corazón.
Inciertos comienzos
Pero no adelantemos acontecimientos. Viajaba desde Alicante la mañana del 2 de septiembre con los peores augurios. Un tormentón me dejó empapado antes de llegar a la estación de la capital. Entre eso, y pequeños problemas al bajar del tren me pusieron alerta ¿Llovería o no en Villena? Este año las fiestas se adelantaban con el esperado desfile del Centenario de la Comparsa de Andaluces. Los veteranos y curtidos rostros del pueblo vaticinaron que no iba a llover, y no llovió. Poco a poco, las calles del itinerario se iban llenando de embajadas de diferentes poblaciones. No solo las fiestas empezaban antes de lo habitual, sino que además lo hacían de manera diferente, en una extraordinaria muestra de hermanamiento festero. En los alrededores de El Huerto de la Pona se iban concentrando las distintas embajadas festeras, mostrando una asombrosa galería de matices en colores y vestuarios, aunque partieran de un mismo modelo de comparsa -andaluces, contrabandistas, bandoleros y mirenos-, que en este su IV Encuentro Nacional brindaron el más multitudinario de cuantos se han celebrado. A las siete, con rigurosa puntualidad -en Villena, los desfiles se saben cuándo empiezan, más no cuando finalizan, se iniciaba un cortejo que abrían las banderas y estandartes de las más de 25 poblaciones presentes, los cargos de la Comparsa de Andaluces, y la presencia -guapísimas, con un traje verde restallante- de las Regidores 2023 -María y África-. Fueron dos horas que se devoraron como si fuera un instante, y en cuya segunda parte los Andaluces autóctonos, en pleno, ofrecieron su magisterio. Con esos bloques, esos cabos -mis queridos Paco Mataix y Lorenzo Flor esa conjunción de cabos femeninas que son un derroche de arte, incluso cabos jóvenes como Iván Gandía-, esos caballos -Raúl Bravo mostraba su elegancia innata-, hicieron rugir de entusiasmo a miles de personas que aplaudieron sin cesar.
La lluvia llegó junto a una noche desapacible y cada vez más ventosa, lo que no impidió la fiesta contrabandista en la plaza de toros, donde asomaron sus costuras las goteras del recinto. Había que acostarse y ver como amanecía el 3 y el panorama era sombrío, pero entrada la tarde todo quedó en viento. Las pruebas de maratón vespertinas adentraban a la noche con el momento de cenar en las comparsas, antes de vivir las Entradicas. Nunca había tenido ocasión de disfrutarlas, y he de decir que no me defraudaron en absoluto, definiéndose como un acto felizmente anárquico, festero por naturaleza, villenero por vocación, y lleno de fraternidad entre las diferentes comparsas. Pese a las ráfagas de viento el júbilo lo ocultaba todo. Detrás de cada banda y a modo de jubilosa manifestación discurrían cientos de festeros -calculo la participación de unas cuatro mil personas-, destacando en la comitiva los componentes de las Comparsas de Moros Viejos -que lanzó a la calle el vibrante pasodoble “Mi Alférez” de Paco Baenas, dedicado a su alférez, Álvaro Navalón- y los Cristianos, protagonistas de la Embajada Cachonda interpretada en la Plaza de Santiago. Hay quien sugiere organizarlas en un desfile continuado ¡Que nadie toque ese milagro de festerismo solo en apariencia descoordinado! El día 4 es para mí una jornada tranquila y dominada por los paseos, como si quisiera reservarme para el día siguiente. Eso sí, admirar la iluminación -muy potente de noche- y ornamentación con pendones ofrecida por Juanjo Ayelo y su personal de Decourba, que los últimos años ha logrado dotar de personalidad propia al itinerario de los desfiles, y que tuvo en la jornada de la patrona un enorme detalle, al instalar unos nuevos pendones de refuerzo en el itinerario central de la procesión.
El inicio
Para miles de villeneros, el 5 de septiembre es el día más grande del año. Lo confieso, para mí también. Es tan intenso, tan cargado de emociones, tan irreprochablemente festero, tan envuelto en música… No hay palabras. Desde recibir a la banda de los Maseros en el Paseo de Chapí, hasta disfrutar al ver la recogida de madrinas en medio de unas calles limpias y despejadas, casi íntimas, ajenas al clamor de pocas horas después, donde los pasodobles suenan como nunca, y las lágrimas de las homenajeadas aparecen envueltas en alegría a la puerta de sus domicilios.
Todo el día es un continuum de gozo, en mi caso además estrenando tribuna popular en plena Corredera, rodeado de enfervorizadas Moras Nuevas, y sintiendo muy de cerca el entusiasmo del público y los festeros, en esa Entrada que este año se prolongó en ocho horas de duración, llenas de colorido, música, fastuosidad y alegría. Porque en Villena, la fiesta, siempre, siempre, está teñida de alegría. Y allí debuté este año desfilando en mi bloque -no hay construcción festera más festera y más libre al mismo tiempo que conozca- inicial de la Comparsa de Labradores.
No me voy a detener demasiado en evocar los grandes desfiles de 2023. Simplemente recordar que la Cabalgata es el más multitudinario que se realiza en la provincia de Alicante a lo largo del año -no lo olvidemos, además se resolvió en poco más de siete horas-. Sin embargo, si voy a hacerlo en dos de sus grandes actos. Por un año el Desfile de la Esperanza, este año encauzado en su horario definitivo -mejorando el precedente de 2019-. Y tengo que decir que ver con un clima de ensueño la entrega de los niños y niñas de Villena, el estallido de sus cabos y la alegría de sus coreografías, me proporcionó el placer más relajado de toda esta semana. Fue algo mágico ¡Estas fiestas tienen un futuro más que asegurado! Y hasta disfruté con la Retreta… Me comprometo a participar el año que viene ¡Karlos Albuix, nos comprometimos los dos. Te lo recordaré!
Y quisiera resaltar la Solemne Procesión -quizá la más multitudinaria de toda la Comunidad Valenciana, en una participación que puede superar las diez mil personas-, monumental homenaje de Villena a su patrona, ‘La Morenica’. Este año la he podido percibir con más cercanía, y comprobar algunas de sus bellezas. Ver los bloques de festeros entrar por la puerta de la Plaza de Santiago. La solemnidad de iniciarla en el interior del templo ¡Por favor, una pronta restauración!, La marcialidad del discurrir de los miles de festeros. El profundo silencio con el que su pueblo acoge el paso con la imagen. La belleza de los trajes de villeneros que participan en ella. La interminable sucesión de vecinos que acompañan con velas a su patrona. La profunda belleza de la comitiva por las calles del Rabal. O, finalmente, la apoteósica recepción con arcabucería y el rodar de banderas al retorno a Santiago, santo y señal de esta fiesta varias veces centenaria en su herencia con la Soldadesca.
Arcabuces de recuerdos
Quedan los recuerdos de tantos y tantos villeneros, que ya son un poco mi familia y que hacen sentirme tan querido. Gozar del espectáculo de más de medio centenar de escuadras especiales, buena parte de las cuales llenaron de esplendor las calles de la ciudad, entre las que no me gustaría omitir, por mi especial ligazón, a la de Fatimíes, contando además con una cabo como Georgina Soriano, digna de ser una estrella de Hollywood. La complicidad ya consolidada entre Isabel Navarro y un servidor, cuando a su paso no dejo de jalearla. El detallazo de mi querido Mario García Tomás de dedicarme una de las arrancás de su bloque Marrueco, que por lo inesperado llegó a emocionarme. La tensión festera que el gran José Martín-Tomás, cabo de los Piratas, expresada con el delegado de su comparsa, que quería que se adelantara. La belleza del pasodoble ‘Pepe “El Centeno”’ -una pieza que crecerá en popularidad-, número uno de la Comparsa de Labradores, que la banda San Fco. de Paula de Bolbaite tocó junto a sus cargos y cuyo protagonista recibió emocionado en la tribuna municipal en la Fiesta del Pasodoble. Vivir en la noche del 5, tras la eclosión de la Entrada, el emocionante homenaje que se brindó a ‘El Tito’ por parte de la peña ‘Los Inquietos’, discurriendo por la calle Ancha, hasta confluir con enorme emoción en la Iglesia de Santiago. En las perennes arrugas de responsabilidad escondidas en la frente del presidente Paco Rosique, quien por otro lado no podía ocultar su talle festero como cabo de los Estudiantes, casi su único disfrute en medio de la inmensidad de las fiestas.
Es ver a José Miguel Martínez “El Sarri” llorando como un niño tras rodar con entrega la bandera de su Comparsa de Piratas, abrazado a su madre, estoy seguro que invocando recuerdos familiares. Es toparme cada dos por tres con la sonrisa permanente del bueno de Jesús García Guardiola. Con las regañinas permanentes de mi incansable hermana villenera Maricruz Rojas, diciéndome que soy un mal masero -y tiene razón, jajaja-. Es escuchar la confesión del joven cristiano Manuel Valdés, con evidentes hechuras para convertirse en futuro cabo legendario, diciéndome aún de noche en la Plaza de Santiago; “Estoy borrachísimo”, aunque me estaba tomando el pelo, ya que a los pocos minutos ejercía como tal en la diana con inusitada perfección. Es toparme cada dos por tres con Andrés Pardo, que se está haciendo el amo de Villena, grabando clips aquí y allá en sus mil encargos audiovisuales. En cambio, su hermano y el mío emocional, José Miguel, tenía que viajar a Valencia a una boda ¡el 8 de septiembre! -ten amigos…-. Y Pepe el zapatero, cada mañana antes de la diana, tentándome con su petaca de herbero ¡Que bueno está! Mientras tanto, Ginés Leal, mi presidente, al límite de su resistencia física, pero siempre ofreciendo un semblante casi beatífico.
Es ratificar la simpatía desbordante de mi querido Paco Albaladejo, que estoy seguro vive todo el año estas fiestas con tanto entusiasmo desde su Elche, como yo desde Alicante. O la emoción de ver como después de más de dos décadas, un President de la Generalitat Valenciana visitaba Villena en sus fiestas, y la complicidad que se establecía mientras desfilaba con los Moros Nuevos, entre Carlos Mazón y un servidor, que lo aprecia de manera intensa. O ver a Mila Murillo, una puntal de la Junta Central, siempre atenta a todo, filmando clips para emitir ¡Incluso repartiendo tapones para los oídos! con su eterna amabilidad. O mi cabo Fran Amorós “Casporro”, desgañitándose en cada desfile y sabiendo ya su receta para que no se le caiga la faja, y arrasando con nuestro bloque cantando “Panchana y sus maseros”, de éxito seguro -a ver si el año que viene variamos un poco el repertorio-. Es emocionarme al asistir -gracias por tu invitación, Sarri- al acto de homenaje a sus difuntos, por parte de la Comparsa de Piratas.
Me alegra mucho ver como aquellos amigos alicantinos a los que antes o después les he vendido estas fiestas, en todos los casos -en todos-, se hayan quedado deslumbrados. Los que han venido por vez primera quieren repetir. Los que han hecho una noche, al año que viene desean incluso ampliarlas. Y hay quien incluso, por el rabillo del ojo barrunta debutar como festero el año que viene. Me lo dijeron hace tiempo; Villena es adictiva. Y es que para saber mirar en las entrañas de esta cita de septiembre, hay que poner el foco largo de su intensidad. Saber ver por encima de unos desfiles deslumbrantes, y escuchar el zurrir de las botas de los festeros al caminar, apreciar el sonido tan especial de las banderas al ser rodadas. Por supuesto, ponerse tapones en los oídos en los disparos de la arcabucería. Es respirar, aún plena noche, el aire puro y fresco en la Plaza de Santiago antes de comenzar las dianas. Es ver como miles de festeros lucen sus trajes durante los cinco días de fiesta, convirtiendo las calles a todas horas en una estampa pintoresca y llena de color. Es deleitarte con el bloque de Rafa ‘El Bolo’, siempre tan rotundo, abriendo un colectivo que está a punto de estallar de festerismo a cada momento. Es encontrarte la mañana del 9 con un Toni Gómez al límite de la resistencia física y con 15.000 fotografías a cuestas, pero con energías suficientes para avanzar y compartir proyectos y anhelos para las fiestas de 2024. Es ver al público de esas tribunas tan cuestionadas y tan necesarias al mismo tiempo, volcarse con los participantes, mostrándoles incluso carteles de ánimo, o bailando de pie, en una química inigualable en celebración alguna, con esos gritos a los cabos de “chulooo/aaa…”. O en esa interminable manifestación de festeros -jóvenes y no tan jóvenes- tras la última banda de la Cabalgata, casi a las cinco de la madrugada, confirmando que la manera de disfrutar la fiesta en Villena es, literalmente, de otro planeta.
La necesaria difusión
Solo puedo expresar un pero a estas fiestas; la escasa apuesta institucional por su difusión exterior, rompiendo una línea mantenida con acierto en ediciones anteriores. Ni aparición de la misma en televisiones nacionales, en revistas extranjeras, ni presencia de periodistas de otros países. O la escasísima aportación de À Punt, ni un instante en directo, y apenas cinco minutos de reportaje en un programa de fiestas, sin siquiera hacerse eco de la presencia del President de la Generalitat. Lo denunciaba pocos días antes Antonio Sempere. Ha llegado la hora de que los desfiles de Villena tengan cabida en emisión en directo en el canal autonómico, cuando por estas fechas lo están presentes otras celebraciones tan dignas como la que más, pero ni de lejos con nuestra participación. En el lado positivo, la reiterada apuesta de Intercomarcal -muy seguida incluso en la capital y en propia Valencia- o la magnífica política de redes esgrimida por la Junta Central de Fiestas, unido a entrevistas de su presidente en emisoras de radio de la capital. No es suficiente. Si queremos que más pronto que tarde estas fiestas adquieran su merecida internacionalidad, hay que incidir en un sendero que este año se ha echado de menos.
Así son estas fiestas, en las que los fotógrafos de la ciudad se dejan la piel realizando exhaustivas galerías gráficas que luego ofrecen desinteresadamente en las redes para compartirlas con los ciudadanos. En donde en ocasiones tienes que hacer grandes sacrificios para alcanzar esas tres / cuatro horas de sueño diarias. Y que me permite ratificar su principal grandeza. Lo normal es que cualquier celebración sea una ruptura a la vida cotidiana. Sin embargo, en Villena son tan extensas, tan sinceras, tan explosivas y expansivas, que consiguen, al menos en mi caso, prender el espejismo de que la fiesta es parte de nuestra vida diaria. Es decir, que la vida es fiesta. El otro día lo decía con lucidez el gran Xymo Marruenda; “Se viven con gran pasión e intensidad, pero, cuando terminan, te dejan emocionalmente hecho polvo.”. Esa coincidencia con las postrimerías del verano, con los días más cortos, permiten que su conclusión vaya teñida de melancolía y, en muchos casos, entre los que me encuentro, de lágrimas.
Aunque tanto el año pasado como este tenía previsto regresar a Alicante la mañana del 10, el destino propició en ambos casos retornar la noche del 9, nada más culminar el Desfile de Nuevos Cargos, y cuando Villena aún apuraba sus últimas horas de júbilo. Quizá no deseaba abandonar la ciudad en una mañana según me dicen, casi desolada. Traía hasta Alicante casi cinco mil fotografías de recuerdo -nunca he realizado tantas de fiesta alguna-.  Y nunca, persona sedentaria hasta la médula y receloso de viajes- desde 1986 había estado hasta ocho días fuera de mi casa, sin añorarla. Por el contrario, en los siguientes días, el recuerdo de estas fiestas permaneció y sigue permaneciendo en mi memoria.
Y concluyo, tras dejar atrás este incesante torbellino festero, transformando el memorable final de ‘El gran Gatsby’ con las palabras de Nick Carraway, mi personaje literario preferido, a una metáfora sobre el sentimiento festero de este pueblo: “Somos como festeros contra la corriente, arrastrados incesantemente hacia Villena” 

2 comentarios:

Salvador Grau dijo...

Como Villenero, GRACIAS Juan Carlos Vizcaino. Me ha llegado al corazón todo el relato de tus vivencias en Villena y doy fé que no has exagerado en nada, así como lo has contado, así es la realidad de nuestras Fiestas y sus gentes.

No sé si te acuerdas de mí, te lo recuerdo.

"Salvador, de Sol-Mar"

Juan Carlos dijo...

Vaya tela! No sabía que eras villenero, mi querido amigo! Si es que en esta ciudad solo sale buena gente. Muchas gracias por tus palabras y me alegro que te haya gustado!

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