«Cuando pulso la lira de los
recuerdos
Mi pensamiento vuela libre
hacia ti
¡Oh Villena querida... Amado
pueblo...
Que un trozo de tu suelo... sea
para mí!».
Año tras año, siento más nítida y acuciante la llamada entrañable del pueblo que me vio nacer. De manera especial llegado el momento en que se inician los prolegómenos de nuestras incomparables fiestas de «Moros y Cristianos». Esas maravillosas fiestas cuyo montaje está tan bien ensamblado con el espíritu de nuestro pueblo a través de una historia de siglos.
Pienso que a medida que el otoño de nuestra existencia avanza inexorable, ese rinconcito en que nacimos... en el que fuimos niños... con todo cuanto conforma su ambiente, su idiosincrasia, nos atrae más y más. Sentimos en lo más profundo de nuestra alma, un deseo obsesivo, casi morboso, de ser protagonistas de todos y cada uno de los pormenores que perfilan su andadura.
En ocasiones, sea por el ambiente en que crecimos, o bien influenciados por las amistades de la parcela en que desarrollamos nuestras actividades, nos mostramos enemigos de esas celebraciones históricas y legendarias a despecho del sentir auténtico que clama y se rebela en lo más hondo de nuestro ser.
«Profesamos ideas o creencias
Y a ellas nuestra vida consagramos
Pero allá, en lo más profundo
Donde germina el don de la existencia...
Un temor... Una duda acariciamos
Una duda que alentada por la ausencia
Nos incita más y más a que volvamos».
JOSE CONEJERO ALCARAZ
Extraído de la Revista Villena de 1976
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