EL POBLADO DE LA “CASA DE LARA”
(DE ARQUEOLOGIA VILLENENSE)
Por José Mª Soler García
COMISARIO LOCAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS.
SITUACION Y EMPLAZAMIENTO
Por diversos conductos había llegado a nuestro conocimiento la existencia de enterramientos prehistóricos en la cima del Cabezo del Padre, montículo alargado de escasa elevación que se extiende, a Levante de la carretera de Villena a Caudete, entre las fincas denominadas Casa del Padre y Casa del Molinico y a 3'5 kilómetros de la población. De aquellas inhumaciones, destruidas hace muchos años al extraer piedra para cimentación de la carretera, sólo pudimos recoger algunos fragmentos óseos y varios tiestos de cerámica lisa, aparte de una pequeña cuenta de collar que en otro lugar describiremos detalladamente.
Por José Mª Soler García
COMISARIO LOCAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS.
SITUACION Y EMPLAZAMIENTO
Por diversos conductos había llegado a nuestro conocimiento la existencia de enterramientos prehistóricos en la cima del Cabezo del Padre, montículo alargado de escasa elevación que se extiende, a Levante de la carretera de Villena a Caudete, entre las fincas denominadas Casa del Padre y Casa del Molinico y a 3'5 kilómetros de la población. De aquellas inhumaciones, destruidas hace muchos años al extraer piedra para cimentación de la carretera, sólo pudimos recoger algunos fragmentos óseos y varios tiestos de cerámica lisa, aparte de una pequeña cuenta de collar que en otro lugar describiremos detalladamente.
La prospección de los enterramiento citados nos puso en la pista del importante yacimiento que hoy nos ocupa, descubierto en la primavera de 1953 por nuestro ayudante Pedro Sánchez Sansano, quien nos entregó unas cuantas piezas de sílex recogidas en las viñas plantadas a Levante del Cabezo del Padre y al Sur de la Casa de Lara, antigua finca, hoy casi abandonada, con cuyo nombre hemos bautizado el yacimiento, ya que los vestigios de ocupación prehistórica se extienden a su alrededor, bien que en menor proporción hacia el Este, por donde discurre un crestón arenoso sembrado de espinos que se utiliza como senda de paso.
Toda la extensión del yacimiento está formada por un manto de arenas movedizas, que, en algunos lugares, constituyen verdaderas dunas, sobre una de las cuales se halla edificada la misma Casa de Lara. Entre la superficie ocupada por las arenas y el Cabezo del Padre se forma una depresión arcillosa antaño ocupada por las aguas. Uno de los bancales más hondos, pertenecientes a la Casa del Molinico, se denomina todavía “el balcón”, y son numerosos los juncos esparcidos por los parajes no cultivados de esta hondonada.Sobre las arenas, pues; en las orillas de un marjal defendido a Poniente por una colina calizo-margosa utilizada para los enterramientos; casi a la entrada del valle de Benejama, y a unos 25 kilómetros al Oeste de la famosa cueva de la Sarsa, se establecieron aquellos remotos antepasados, haciendo valedera para estas latitudes la "loi des sables” formulada por Goury. De sus viviendas no hemos encontrado hasta el momento más que vestigios de barros con improntas de troncos. Es de suponer la existencia de chozas hundidas en tierra, pero esto habrá de confirmarlo la excavación del yacimiento, cuya importancia encarecemos desde ahora.
Toda la extensión del yacimiento está formada por un manto de arenas movedizas, que, en algunos lugares, constituyen verdaderas dunas, sobre una de las cuales se halla edificada la misma Casa de Lara. Entre la superficie ocupada por las arenas y el Cabezo del Padre se forma una depresión arcillosa antaño ocupada por las aguas. Uno de los bancales más hondos, pertenecientes a la Casa del Molinico, se denomina todavía “el balcón”, y son numerosos los juncos esparcidos por los parajes no cultivados de esta hondonada.Sobre las arenas, pues; en las orillas de un marjal defendido a Poniente por una colina calizo-margosa utilizada para los enterramientos; casi a la entrada del valle de Benejama, y a unos 25 kilómetros al Oeste de la famosa cueva de la Sarsa, se establecieron aquellos remotos antepasados, haciendo valedera para estas latitudes la "loi des sables” formulada por Goury. De sus viviendas no hemos encontrado hasta el momento más que vestigios de barros con improntas de troncos. Es de suponer la existencia de chozas hundidas en tierra, pero esto habrá de confirmarlo la excavación del yacimiento, cuya importancia encarecemos desde ahora.
Figura 1 - Cerámica con relieves, incisas, puntilladas y cardiales de la "Casa de Lara". Foto Ripoll.
LOS MATERIALES
Rebuscas superficiales, aunque intensas, en las que nos han prestado su valiosa cooperación nuestros buenos amigos Alfredo Rojas y Enrique Domenech, aparte, claro está, de Pedro Sánchez y de nuestra infantil colaboradora Anita Gil, nos han proporcionado muy cerca de veinte mil piezas de sílex, primorosamente trabajadas en grandísima proporción. Ofrecemos en nuestra figura 3.a un conjunto de estos utensilios, en el que se han omitido las hojas sencillas, enteras o fragmentadas, que abundan en número extraordinario. Alternan en él, como puede observarse, cepillos, núcleos, raspadores de diversos tipos, buriles, perforadores, hojas de muesca, hojitas de dorso rebajado, placas del sílex denominado lacustre, con retoque alterno en el borde, microlitos geométricos de todos los tipos, hojas dentadas, microburiles, etc.; todo ello junto a hermosas puntas de flecha de talla bifacial, en las que predominan las triangulares de aletas y pedúnculo. Podrían formarse muchos otros conjuntos semejantes, cuya publicación reservamos, no obstante, para cuando el estudio y clasificación de las piezas se hallen suficientemente adelantados.
Es, pues, el sílex, con mucho, el material más abundante, pero a su lado se encuentran hachas de piedra pulimentada de secciones diversas, inclusas las cilíndricas. Sobresalen de entre ellas los tres minúsculos ejemplares de fibrolita que presentamos en nuestra figura 2.ª, el mayor de los cuales mide solamente cuatro centímetros de longitud. Hay también percutores de piedras duras, cantos y lascas de cuarcita, instrumentos de caliza y pizarra y varios fragmentos de piedras de moler.
La cerámica es asimismo abundante, y aunque los tiestos, muy fraccionados, se hallan casi todos recubiertos de una espesa costra terrosa, hemos logrado descubrir, entre muchos lisos, varios fragmentos ornados con relieves, digitaciones, ungulaciones, rayado, incisiones variadas, puntillado e impresión cardial (figura 1ª). Existen también asas sencillas, dobles y horizontales perforadas, así como mamelones simples, orejetas y apéndices verticales en el borde. Recogimos, además, un par de fragmentos con perforación múltiple, de los supuestamente utilizados para industrias lácteas. En cuanto a las formas, sólo hemos podido reconstruir las tres vasijas cuyos perfiles ofrecemos en la viñeta que encabeza este artículo: un hondo cuenco de paredes verticales con botoncitos cerca del borde; un pequeño casquete semiesférico y una vasija de perfil “argárico” con carena acusada. El tamaño de los tiestos ornados no permite una convincente reconstrucción de los vasos a que pertenecieron.
Entre los objetos de adorno, abundan las conchas perforadas de “nassa” y "cardium", y existen también dientes horadados, plaquetas con orificio de suspensión y cuentas diminutas cilíndricas, blancas y negras (figura (2.ª). Es de presumir que el cribado de las tierras suministre abundante material de esta naturaleza. Hay igualmente fragmentos de brazaletes de caliza.
El metal se halla representado por una punta de cuchillo de cobre o bronce de escaso espesor; un robloncillo de enmangamiento; un trozo de punzón y algunos pequeños restos de otros utensilios indeterminables (figura 2.ª).
Rebuscas superficiales, aunque intensas, en las que nos han prestado su valiosa cooperación nuestros buenos amigos Alfredo Rojas y Enrique Domenech, aparte, claro está, de Pedro Sánchez y de nuestra infantil colaboradora Anita Gil, nos han proporcionado muy cerca de veinte mil piezas de sílex, primorosamente trabajadas en grandísima proporción. Ofrecemos en nuestra figura 3.a un conjunto de estos utensilios, en el que se han omitido las hojas sencillas, enteras o fragmentadas, que abundan en número extraordinario. Alternan en él, como puede observarse, cepillos, núcleos, raspadores de diversos tipos, buriles, perforadores, hojas de muesca, hojitas de dorso rebajado, placas del sílex denominado lacustre, con retoque alterno en el borde, microlitos geométricos de todos los tipos, hojas dentadas, microburiles, etc.; todo ello junto a hermosas puntas de flecha de talla bifacial, en las que predominan las triangulares de aletas y pedúnculo. Podrían formarse muchos otros conjuntos semejantes, cuya publicación reservamos, no obstante, para cuando el estudio y clasificación de las piezas se hallen suficientemente adelantados.
Es, pues, el sílex, con mucho, el material más abundante, pero a su lado se encuentran hachas de piedra pulimentada de secciones diversas, inclusas las cilíndricas. Sobresalen de entre ellas los tres minúsculos ejemplares de fibrolita que presentamos en nuestra figura 2.ª, el mayor de los cuales mide solamente cuatro centímetros de longitud. Hay también percutores de piedras duras, cantos y lascas de cuarcita, instrumentos de caliza y pizarra y varios fragmentos de piedras de moler.
La cerámica es asimismo abundante, y aunque los tiestos, muy fraccionados, se hallan casi todos recubiertos de una espesa costra terrosa, hemos logrado descubrir, entre muchos lisos, varios fragmentos ornados con relieves, digitaciones, ungulaciones, rayado, incisiones variadas, puntillado e impresión cardial (figura 1ª). Existen también asas sencillas, dobles y horizontales perforadas, así como mamelones simples, orejetas y apéndices verticales en el borde. Recogimos, además, un par de fragmentos con perforación múltiple, de los supuestamente utilizados para industrias lácteas. En cuanto a las formas, sólo hemos podido reconstruir las tres vasijas cuyos perfiles ofrecemos en la viñeta que encabeza este artículo: un hondo cuenco de paredes verticales con botoncitos cerca del borde; un pequeño casquete semiesférico y una vasija de perfil “argárico” con carena acusada. El tamaño de los tiestos ornados no permite una convincente reconstrucción de los vasos a que pertenecieron.
Entre los objetos de adorno, abundan las conchas perforadas de “nassa” y "cardium", y existen también dientes horadados, plaquetas con orificio de suspensión y cuentas diminutas cilíndricas, blancas y negras (figura (2.ª). Es de presumir que el cribado de las tierras suministre abundante material de esta naturaleza. Hay igualmente fragmentos de brazaletes de caliza.
El metal se halla representado por una punta de cuchillo de cobre o bronce de escaso espesor; un robloncillo de enmangamiento; un trozo de punzón y algunos pequeños restos de otros utensilios indeterminables (figura 2.ª).
Figura 2. Hacuelas de fibrolita, objetos de adorno y fragmentos metálicos de la "Casa de Lara" Foto Ripoll.
INTERPRETACION Y CRONOLOGIA
Bien conocida es la dificultad de encuadrar yacimientos a base de materiales de superficie, y más cuando, como en este caso, se hallan mezclados los de épocas muy diversas, pues es necesario hacer constar que, junto al cúmulo de utensilios prehistóricos de que hemos hecho mención, existen también, aunque en menor escala, restos ibéricos, medievales y aun modernos. Pese a estas dificultades, el atento examen de los materiales obtenidos permite establecer una serie de conclusiones que estimamos valederas. Pertenece el poblado a unas tribus cuya economía básica era la pesca y la caza menor, lo cual se deduce, no sólo de la elección del “hábitat”, sino de la abundancia de microlitos, armamento propio de aquellos cazadores. Practicaban también el pastoreo, según demuestran los fragmentos de vasijas perforadas y los mal conservados restos de animales domésticos, y poseían, además, una rudimentaria agricultura, puesta de manifiesto por las hachas de piedra pulimentada, los trozos de molinos y las escasas hojillas dentadas de sílex, elementos de hoz que tan gran desarrollo habrían de adquirir en períodos más avanzados de la Edad del Bronce. Sobre este complejo puramente neolítico, parece superponerse una aportación minoritaria de metalúrgicos, a los que atribuiríamos los pocos restos de instrumentos metálicos, así como varios trozos de cilindros curvados de barro cocido con orificios en los extremos y algunos posibles restos de crisol. Todo ello parece corroborar la magistral y reciente tesis del profesor Maluquer acerca del «Primitivo proceso histórico peninsular».
Desgraciadamente, no podemos servirnos de los datos que hubieran podido suministrar nos los enterramientos del «Cabezo del Padre», pertenecientes sin duda a este poblado, pero si consideramos también coetánea “La cueva de las Lechuzas”, situada a un kilómetro de distancia, en la colina más alta de los alrededores, podremos inducir, como propio de los habitantes de la Casa de Lara, el rito de inhumación colectiva en cuevas sepulcrales.
Todas estas consideraciones bastan, a nuestro entender, para situar el yacimiento en el Bronce I Mediterráneo de Martínez Santa-Olalla, período al que Bosch Gimpera prefiere seguir llamando Eneolítico, y que resulta, según el primero de dichos autores, de la fusión de los elementos hispano-mauritanos del Neolítico con los ibero-saharianos, ambos espléndidamente representados en la estación villenense.
Un estrecho paralelo con nuestro yacimiento lo encontramos en el Campico de Lébor, de Totana (Murcia), parcialmente excavado por el Seminario de Historia Primitiva del Hombre, de la Universidad Central. Se da en ambos la misma asociación de puntas de flecha, microlitos, hojas, dientes de hoz, etc., aunque parece faltar en el Campico alguno de los elementos más característicos de la Casa de Lara, como es la cerámica decorada y, especialmente, la cardial.
Ello nos induce a colocar el poblado villenense en un momento anterior al del yacimiento murciano, ya que en éste parecen haber desaparecido los más típicos elementos del hispano-mauritano. Esto si no preferimos considerar dos facies distintas, que pueden ser coetáneas, dentro del mismo complejo cultural del Bronce I, como parece ser la opinión de la eminente investigadora italiana D.ª Pía Laviosa Zambotti, para quien «la corriente hispanomauritana acompaña a la iberosahariana en todo el frente africano e ibérico en función de dependencia, y no es ni un desarrollo autónomo ni anterior a ésta».
Los límites estrechos de un artículo como el presente no permiten más amplias explanaciones sobre la cuestión. Sólo nos resta decir que, si la excavación del yacimiento suministrara en su día los datos estratigráficos de que tan necesitados se hallan estos períodos iniciales del Bronce en el Levante español, el poblado de la Casa de Lara podría resultar de insospechada trascendencia para la Arqueología hispánica.
Bien conocida es la dificultad de encuadrar yacimientos a base de materiales de superficie, y más cuando, como en este caso, se hallan mezclados los de épocas muy diversas, pues es necesario hacer constar que, junto al cúmulo de utensilios prehistóricos de que hemos hecho mención, existen también, aunque en menor escala, restos ibéricos, medievales y aun modernos. Pese a estas dificultades, el atento examen de los materiales obtenidos permite establecer una serie de conclusiones que estimamos valederas. Pertenece el poblado a unas tribus cuya economía básica era la pesca y la caza menor, lo cual se deduce, no sólo de la elección del “hábitat”, sino de la abundancia de microlitos, armamento propio de aquellos cazadores. Practicaban también el pastoreo, según demuestran los fragmentos de vasijas perforadas y los mal conservados restos de animales domésticos, y poseían, además, una rudimentaria agricultura, puesta de manifiesto por las hachas de piedra pulimentada, los trozos de molinos y las escasas hojillas dentadas de sílex, elementos de hoz que tan gran desarrollo habrían de adquirir en períodos más avanzados de la Edad del Bronce. Sobre este complejo puramente neolítico, parece superponerse una aportación minoritaria de metalúrgicos, a los que atribuiríamos los pocos restos de instrumentos metálicos, así como varios trozos de cilindros curvados de barro cocido con orificios en los extremos y algunos posibles restos de crisol. Todo ello parece corroborar la magistral y reciente tesis del profesor Maluquer acerca del «Primitivo proceso histórico peninsular».
Desgraciadamente, no podemos servirnos de los datos que hubieran podido suministrar nos los enterramientos del «Cabezo del Padre», pertenecientes sin duda a este poblado, pero si consideramos también coetánea “La cueva de las Lechuzas”, situada a un kilómetro de distancia, en la colina más alta de los alrededores, podremos inducir, como propio de los habitantes de la Casa de Lara, el rito de inhumación colectiva en cuevas sepulcrales.
Todas estas consideraciones bastan, a nuestro entender, para situar el yacimiento en el Bronce I Mediterráneo de Martínez Santa-Olalla, período al que Bosch Gimpera prefiere seguir llamando Eneolítico, y que resulta, según el primero de dichos autores, de la fusión de los elementos hispano-mauritanos del Neolítico con los ibero-saharianos, ambos espléndidamente representados en la estación villenense.
Un estrecho paralelo con nuestro yacimiento lo encontramos en el Campico de Lébor, de Totana (Murcia), parcialmente excavado por el Seminario de Historia Primitiva del Hombre, de la Universidad Central. Se da en ambos la misma asociación de puntas de flecha, microlitos, hojas, dientes de hoz, etc., aunque parece faltar en el Campico alguno de los elementos más característicos de la Casa de Lara, como es la cerámica decorada y, especialmente, la cardial.
Ello nos induce a colocar el poblado villenense en un momento anterior al del yacimiento murciano, ya que en éste parecen haber desaparecido los más típicos elementos del hispano-mauritano. Esto si no preferimos considerar dos facies distintas, que pueden ser coetáneas, dentro del mismo complejo cultural del Bronce I, como parece ser la opinión de la eminente investigadora italiana D.ª Pía Laviosa Zambotti, para quien «la corriente hispanomauritana acompaña a la iberosahariana en todo el frente africano e ibérico en función de dependencia, y no es ni un desarrollo autónomo ni anterior a ésta».
Los límites estrechos de un artículo como el presente no permiten más amplias explanaciones sobre la cuestión. Sólo nos resta decir que, si la excavación del yacimiento suministrara en su día los datos estratigráficos de que tan necesitados se hallan estos períodos iniciales del Bronce en el Levante español, el poblado de la Casa de Lara podría resultar de insospechada trascendencia para la Arqueología hispánica.
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