LA MÚSICA EN VILLENA. Por José M.ª Soler García
Como yo tengo una deformación, no sé sí congénita o adquirida, de que cuando me propongo estudiar alguna cosa referente a nuestra población Indefectiblemente me tenso que dedicara buscar sus más remotos orígenes, aquí comienza la primera dificultad para el tema que me propongo desarrollar, porque de esa deformación viene mí afición a la Prehistoria, y el caso es que entre miles y miles de objetos que hay en el Museo, ni uno solo se puede considerar como Instrumento musical, Y como además, la música vocal es mucho más antigua que la Instrumental, yo me he preguntado muchas veces con un cráneo humano delante al estilo HAMLET, cómo cantarían aquellos remotos antepasados, Sí representamos todo el tiempo que está el hombre sobre la tierra por el espacio de una semana, la etapa más antigua, esa que llamamos Paleolítico, llegaría del lunes al viernes; nos quedarían el sábado y el domingo para todo lo demás, de manera que nuestra Ignorancia es Inconmensurable, No sabemos una palabra de lo que sucedía en el terreno musical durante tantos miles y miles de años.
Entrando en las épocas más modernas, y ciñéndonos a nuestra ciudad y a su entorno, aquí estuvieron os íberos, los romanos y los griegos, y también sabemos que las músicas griegas y romanas están en la raíz de toda a música medieval; pero tampoco sabemos una palabra de cómo cantaban los íberos, los romanos y los griegos, y lo que es más grave aún: sabemos hoy cómo cantaban los moros: los moros cantan «Chimo», eso está claro, pero ¿como cantaban los «moros» de verdad?, ¿los que estuvieron aquí más de quinientos años? Tampoco sabemos cómo cantaban los primeros cristianos, que ya estaban en el Castillo desde el siglo XI y muy pronto levantaron los templos de Santiago y Santa María; no los actuales. Estas culturas, de todas maneras, han tenido que dejar sus sedimentas en la música popular, que nos llega por tradición oral y muy deformada, porque Villena ha sido siempre fronteriza y abierta a todos los vientos de la rosa. Y si aún nos quedan esos vestigios de la música popular, lo que pasa es que no podemos determinar qué se debe a cada una de esas culturas, todas esas coplas de «parrandas», «malagueñas», «jotas», «cantares a la pandorga», «romances», etc. Y si aún tenemos estos vestigios para los restos de aquellas culturas, también me he preguntado muchas veces qué música se haría en los salones de aquellas familias hidalgas que han detentado el poder político de la nación durante siglos. Podemos hacer todas las conjeturas que queramos pero no tenemos un solo documento firme en qué apoyarnos para saber la música que se escuchaba en aquellos salones. Tenemos que llegar al principio del siglo XVI para que se produzca un hecho verdaderamente trascendental para la historia de la música en Villena. Es la creación del templo de Santiago por Sancho de Medina sobre los cimientos de otro anterior que se remontaba al 1389 por lo menos.
Aquí ya tenemos documentos firmes. Hay una bula del Papa Julio II fechada el 7 de julio de 1511, en la que autoriza a Sancho de Medina para proveer diez beneficios magistrales en la iglesia que él había fundado. Los beneficios magistrales eran unos cargos que desempeñaban unos clérigos con una renta anual para enseñar determinadas cosas. Uno de ellos tenía por misión regir el coro y tocar el órgano, lo que nos dice que ya había un órgano en la Iglesia de Santiago por el 1511 y el 1513. Nos han llegado los nombres de aquellos primeros beneficiados nombrados por don Sancho. Uno de ellos era su sobrino, Pedro de Medina, que fue el encargado de terminar Santiago y luego el que edificó a sus expensas el edificio del Ayuntamiento, precisamente para que los beneficiados magistrales de Santiago, a sea, el maestro de Gramática, el maestro de lógica y el maestro de Capilla, tuvieran lugares dignos para ejercer su misión, como nos dice en su testamento. Hay que descubrirse ante aquellos paisanos nuestros del Renacimiento.
Francisco Tárrega en una foto de 1891 dedicada a Consuelito Soler, en una de sus actuaciones en la casa de la familia, (Propietario: J.M. Soler).
Los nombres de aquellos primeros beneficiados fueron: Fernando Jofre, Diego Bellod, Juan Rodríguez, Pedro González, Andrés Alenda, Luis Mergelina, Santiago Pérez, Pedro Martínez de Olivencia y García de Ochoa. Lo que sucede es que no hemos podido determinar cuál de ellos ejercía el magisterio de Capilla de Santiago. Sí sabemos que unos años después ya lo desempeñaba Ambrosio Cates, y así resulta que, desde la más supina ignorancia nos colocamos de pronto en uno de los puntos más altos que ha tenido la historia de la música en Villena, porque Ambrosio Cates es uno de los grandes músicos del Renacimiento Español. No nos vamos a detener aquí en la biografía de Cates ni mucho menos. Únicamente recordar que ya estuvo aquí de niño de coro y que era maestro de capilla en 1581, cuando se marchó a la Capilla Real de Granada. De allí pasó a la Catedral de Valencia y por último a la de Sevilla, donde fue llamado para sustituir nada menos que a Francisco Guerrero, uno de los músicos más grandes de la historia de la música española de todos los tiempos. Cates murió en Sevilla en 1603. La vacante que aquí dejó la ocupó el licenciado Gaspar Díaz. Y hay una nota curiosa: un hermano de Ambrosio Cates, que se llamaba también Gaspar, dice en su testamento que le debe a Gaspar Díaz cuarenta reales, pero que le tiene dados a los papeles de su hermano Ambrosio; que si quiere compensar una cosa con la otra que lo haga, y que si no, que se le paguen los cuarenta reales. Se ve que Gaspar Cates sabía muy bien el valor de aquellos papeles, desgraciadamente desaparecidos.
Por aquel entonces la capilla de Santiago adquirió nombradía. Era contratada en los pueblos de los alrededores para sus fiestas principales. Se contrataba también a los ministriles, Esta es una palabra que ha tenido diversas interpretaciones. Para unos es el que toca instrumentos de viento, sean de madera o de metal. Otros le dan un significado más restrictivo: el que toca la chirimía; la charamita, como decíamos nosotros; yo he oído tocar la charamita por las calles del pueblo cuando era pequeño. La Real Academia Española le da un significado más amplio: es el músico profesional que toca un instrumento de cuerda o de viento. Los ministriles tenían dos misiones principales: una de ellas, en la iglesia, doblaras voces de los cantores, porque entonces no se escribía música para instrumentos en las iglesias. La primera de esta clase que se conoce es la de Ambrosio, Cates: música instrumental. Esta misión la pagaba la iglesia. Pero tenían también otra misión civil: la de animar las romerías, las procesiones, los bailes populares, y esto lo pagaba el Ayuntamiento sin poder hacerlo, porque para efectuar esta clase de gastos se necesitaba tener autorización real. Aquí, ya sabéis, se celebraban dos romerías anuales al Santuario: la del 25 de marzo y la del 8 de septiembre, y las pagaba el Ayuntamiento. Y se recibió una notificación del Rey, el emperador Carlos I, pidiendo que se le informara de una ermita que dicen de Nuestra Señora de las Virtudes, a la que se hacen dos romerías al año. Uno de los testigos que depuso en aquella información dice lo siguiente: S dicho Concejo gasta lo que es menester en dar de comer a los clérigos y a los ministriles, Y lo sabe porque ha sido ciertos años Mayordomo de dicho Concejo, es decir, «cajero», y por su mandamiento ha hecho dicho gasto y lo ha pagado; y sabe que, si no se hiciese la procesión y no fuesen los ministriles, cesaría la devoción y no In a gente a aquella casa. Y esto lo sabe porque ha visto que, sí no llevan ministriles trompetas, va muy poca gente y no viene de las comarcas, porque el año que los llevan, se hace apregonar quince días antes de la fiesta y va así de esta ciudad como de las comarcas mucha gente a la dicha casa en devoción y en procesión. Tenía toda la razón este hombre, porque ya sabemos la influencia que tiene la música en las fiestas populares. Y pienso qué sería de nuestras fiestas si no vinieran las bandas, que son los ministriles actuales.
Unos años después, en 1588, Felipe II, el hijo del Emperador ya autorizó que se gastaran setecientos reales en las dos romerías, y para justificar esta concesión, dice que se contrataban ministriles del Reino de Valencia. Esto supone dos cosas: que Valencia ya estaba suministrando ministriles, como toda la vida, a todas las bandas y orquestas de España; y luego que en esa época, no había ministriles en Villena, lo cual no tiene nada de particular ni de extraño porque poblaciones mucho más importantes, tampoco los tenían en ocasiones: Sevilla, en 1554, pidió ministriles a Murcia y a Valencia.
En 1623, creo que fue, uno de los beneficiados magistrales de Santiago, que se llamaba Sebastián de Mergelina, hipotecó los sueldos de los cantores durante dos años para que se pagara un lote de instrumentos que él proporcionó. Este lote estaba compuesto de tres bajones —el bajón era una especie de fagot—, tres trompetas, cuatro chirimías, cuatro flautas, dos bajos de flauta y un sacabuches, que era el trombón de varas de aquellos tiempos. Esta compra contribuyó a que se formara una escuela de ministriles, de músicos de Villena con el ahorro que suponía no tener que contratar músicos forasteros. Por aquel tiempo la capilla estaba formada por cuatro cantores principales, las cuatro voces, incluso la de tiple. La de tiple en aquellos tiempos estaba desempeñada por un varón de determinadas circunstancias físicas, seis infantes de coro, los famosos seises, que todavía perduran en la Catedral de Sevilla, que estuvieron bajo la dirección de Cotes durante los últimos años de su vida. Chirimías, flautas y cornetas en número indeterminado porque había unos músicos que se llamaban «extravagantes», es decir, eventuales; había un sacabuche y posteriormente, uno de los organistas, llamado Diego de Añón, incorporó el arpa a la orquesta. Esto en una capilla similar a la de cualquier catedral española de aquellos tiempos, y en una población que no tendría arriba de cuatro mil habitantes.
El órgano, que había sido reparado en distintas ocasiones, era de os pequeños, de esos manuales; se llamaban «realejos» o «regalejos», hasta que se compró uno nuevo, que hizo un tal Clit o Llit, no está claro el apellido, y costó la friolera de ciento cuarenta y cuatro mil maravedíes, el sueldo de uno de los cantores durante veinticinco años, pues aquellos cantores no cobraban arriba de cinco mil quinientos maravedíes anuales. Así continuó la capilla, para ir resumiendo, durante los siglos XVII y XVIII, con una relajación en el gusto bastante notable, no sólo en el de aquí, sino en el de toda España. Yo he leído en un programa de fiestas del siglo pasado, que las paradas de la Virgen en las procesiones serían amenizadas con valses de Waldteufel. Y en la orquesta se tocaba el minueto de Bolzoni, el Nabuco de Verdi, el Raymond de Thomas, y hay una anécdota curiosa que dice que, en cierta ocasión, en el Ofertorio de la Misa, estando el organista tocando el Ave María de Gounog, recibió un recado del cura diciendo que en la misa no se podía tocar ópera. El organista, muy obediente, dejó de tocar el Ave María y se puso a tocar romanzas de la ópera Marta, de Flotow, y el cura, ni se enteró.
Hasta ahora, la música, como vemos, ha estado recluida en los templos. Tiene que llegar la revolución liberal del siglo XIX para que se produzca un acontecimiento fundamental, también para la historia de la música en Villena, que es a creación de la primera Banda Municipal. Por entonces había unas bandas militares, bandas de las milicias de uno y otro bando, generalmente transeúntes. Una de ellas estaba dirigida por un tal Matías Aliaga, quien en abril de 1842 presentó una memoria al Ayuntamiento diciendo que se debía formar una escuela de música para que aprendieran los jóvenes, y no hubiera necesidad de contratar músicos forasteros para las fiestas de la Virgen, decía. Decía también que se había iniciado una suscripción entre particulares para comprar el instrumental. La Comisión del Ayuntamiento encargada de determinar aquello, pensó que era conveniente. Formaba parte de la Comisión, por cierto, Martín Chapí, que era cirujano y tío del que después sería famoso compositor. Aquella banda de Matías Aliaga ya desfiló en las fiestas de 1842, con gran éxito, hasta el punto de que se le renovó el contrato por un año más, 1843. Por aquel entonces regía los destinos de la nación nuestro paisano Joaquín María López, que precisamente en 1843 proclamó la mayoría de edad de Isabel II, de manera que son contemporáneos el principio del mandato de Isabel II y el comienzo de nuestra Banda Municipal. En 1843, después de hacer el reglamento de la banda y de comprar el instrumental, ya existía otro director que se llamaba Antonio Palao, posiblemente de otra de aquellas bandas milicianas. A éste se le contrató por todo el tiempo que permaneciera en la población, que no fue mucho, porque cinco o seis años después ya había otra música militar dirigida por Jerónimo Palco; éste era villenero, y ya se le dio un local para ensayos y academia en el propio Ayuntamiento. Después hay un período de relajación y, en 1857, el Ayuntamiento recoge el instrumental y lo vende al mejor postor. Entonces, los componentes de aquella banda de Matías Aliaga forman otras dos, también adscritas a facciones políticas: la Música Vieja, que era de los liberales, y la Nueva, que era de los conservadores.
Pero por aquel tiempo había nacido Ruperto Chapí: 1851, que pasó en Villena los diecisiete primeros años de su vida. Es una etapa capaz de dejar huella en cualquier persona. No voy a detenerme tampoco en la biografía de Chapí: necesitaría todo el tiempo para eso, pero sí detenerme un poco en esos años que aquí pasó, por la influencia que pudieron ejercer sobre su sensibilidad musical. A los cuatro años, antes de aprender a leer aprendió a cantar; a los cinco años ya cantaba lecciones difíciles. A los seis años enfermó de melancolía por la muerte de su madre; estuvo bastante grave. A los siete años aprendió el solfeo y tocaba ya el flautín y el cornetín en la Banda. El solfeo se lo había enseñado el Director de la Banda, Higinio Marín, y las primeras letras se las dio el Maestro Caravaca. A los nueve años ya componía zarzuelas, y a los doce, cuando se marchó Higinio Marín, los compañeros de la Banda lo nombraron Director: ¡a los doce años de edad! Su padre era muy aficionado a la música y también tocaba la guitarra y organizaba conciertos en la calle, en la Plaza del Mercado, en donde Chapí nació, y en los que participaban los hermanos mayores de Ruperto. Su padre tenía también fincas y es de suponer que el chiqui lo tuviera que escuchar aquellos cantos populares que se ejecutan en las casas de campo con motivo de las labores agrícolas. Le gustaba mucho la naturaleza; se marchaba al campo; a las arboledas de San Juan, a las Fuentes. Se subía a la Sierra de la Villa para inspirarse y componer aquellas zarzuelitas que hizo en colaboración con el hijo de boticario del pueblo, que era un chiquillo como él: «La estrella de bosque» y «Doble desengaño», que parece un título simbólico, porque no logró ver estrenada ninguna de las dos, seguramente por animadversiones políticas. A Chapí le molestaba muchísimo que le llamaran «polaco», que era el apelativo que se le daba a los que habían sido partidarios del Conde de San Luis, Presidente del Gobierno que ejerció con tiranía y con mucha inmoralidad.
Esta afición a la naturaleza le duró a Chapí toda la vida. «Curro Vargas» lo compuso en el Monasterio de Piedra, entre el rumor de las cascadas, y aquí cerca, en Salinas, está la finca que se llama Garrincho, que conserva un enorme pino con una mesa de madera al pie, en donde es fama que escribió «Margarita la Tornera». Y por otra parte tuvo que escuchar a música que se ejecutaba en Santiago y Santa María, que también tenía su capilla. Pues con este bagaje, no muy abundante, pero tampoco excesivamente escaso, y con treinta duros en el bolsillo se marchó a Madrid a conquistar el mundo.
Pero dejando la biografía de Chapí y siguiendo el hilo de a Banda, en 1885, el Ayuntamiento convoca un concurso-oposición para cubrir la plaza de Director. Se presentaron diecisiete instancias de todas partes de España, una de e las firmada por Camilo Pérez Laporta, notable músico de Alcoy. La comisión encargada de dictaminar pidió consejo a Chapí sobre aquellos nombres, pero Chapí no contestó. Entonces, a instancias de los músicos de la Banda, que seguramente lo conocerían, se nombró a Eduardo López Visconti, que había sido Director de la Banda de Hospicio de Ciudad Real. Pero aquel nombramiento fue bastante contestado, porque se había hecho por concurso y no por oposición, como se había anunciado. López Visconti dimitió, y entonces os componentes de la comparsa de Tercios de Flandes, que en aquel tiempo estaba formada por las personas más distinguidas de la población, pidieron que se nombrara Director a Francisco Díaz Romero.
Díaz Romero era hijo de un tal Ascisclo Díaz, que también había sido Director de una banda infantil del hospicio de Murcia, que había venido muchas veces a las fiestas contratada por aquella comparsa. Y comienza una etapa de euforia musical. En la Academia había doscientos niños matriculados. La Banda se componía de unas setenta plazas, y la orquesta, cosa que pone los dientes largos incluso en la actualidad, se componía de doce violines, dos violoncelos y dos contrabajos. De esto hace ya cerca de cien años. Se hizo el reglamento, se compró el instrumental, pero a política seguía actuando como en tantas ocasiones. Debutó la Banda en 1888, pero tres años después el Ayuntamiento destituye fulminantemente a Díaz Romero. Se alegaba en el expediente que no rendía lo suficiente, cosa que desmiente el hecho de que se llevara el primer premio en un certamen de Alcoy; que no llevaba bien las funciones de iglesia, a lo que él mismo asintió porque decía que aquello no era de su especialidad, y se alegaba también que había retrasado el pago de unos salarios a los músicos de la orquesta por una compañía de zarzuela de la que era empresario el propio Díaz Romero. Había dos bandos: uno, e conservador, dirigido por D. Trinidad de Mergelina, y otro el ibera, que encabezaba D. Trinidad de Juan, padre de Aquilino Juan Ocaña, famoso poeta villenense, autor del libreto de la ópera «Aurora», que se estrenó en Barcelona con música del alcoyano Espí, y también era autor del libreto de «La Torre del Orejón», sainete-cómico-lírico-fantástico-villenense como le llamaron, con música de D. José Pons Samper, médico ilicitano que estaba establecido en esta población y al que se e debe una bellísima «Despedida» a la Virgen de las Virtudes, por cierto.
Plaza Mayor de Villena en la que nació Ruperto Chapí y en la que tenía casas propias Francisco Valcebre, bisabuelo de Ambrosio Cotes.
Iglesia Arciprestal de Santiago (Villena), en la que desempeñó Ambrosio Cotes su primer Magisterio de Capilla.
Esa destitución de Díaz Romero fue revocada en una sesión de Ayuntamiento por once votos contra tres. Quiere decirse que los amigos de Díaz Romero eran más numerosos. Pero la polémica seguía latente: la escuela no funcionaba y se toma una decisión drástica: suprime la Escuela de Música y disuelve a Banda y a Orquesta. E maestro Díaz Romero se vio obligado a dimitir. DO muchos amigos porque muchos años después, en 1930, la Banda, con una comisión formada por personas de las distintas c ases de población, se dirigieron a Águilas, donde residía, para rendirle un homenaje, y allí se editó entonces, con motivo de este homenaje, un folletito, en el que se explica la actuación de maestro Díaz Romero en Villena.
Dos meses después de la destitución de Díaz Romero, se recibe una instancia en el Ayuntamiento que les voy a leer porque creo que merece la pena:
Los que suscriben, que entienden y han sabido con satisfacción las mejoras iniciadas y proyectadas por el Municipio en bien de la población, y siendo el sublime arte de la música uno de los que más pueden concurrir a la honra, suavidad de costumbres, moralidad e Ilustración de Viena, patria, como es notorio, de antiguos y contemporáneos genios, verían con placer que sobre sólidas bases se fundara un Conservatorio de Música y Declamación, donde, sin recargar el presupuesto y sin cerrar la puerta a jóvenes extraños, los hijos y vecinos de esta ciudad podrían recibir, no sólo una instrucción vasta para una Banda y Orquesta, sino la necesaria a su carrera artística, Bajo estas consideraciones y en la seguridad de que el pueblo aceptará cuantos sacrificios se han de hacer, suplican a vuestras señorías se sirvan acordar el establecimiento de un Conservatorio de Música y Declamación, Escuela Municipal, Banda y Orquesta, sin recargar el presupuesto actual,
Está fechado el 6 de febrero de 1892. La idea era magnífica y un tanto romántica y veamos lo que contesta el Ayuntamiento, que en uno de los párrafos dice: Esta petición supondría querer volar sin tener alas; querer remontarse a regiones sólo reservadas a poblaciones más ricos que la nuestra, porque querer administrar bien y hacer grandes mejoras, pero sin gastar, no sólo es hijo de alucinaciones propias de inteligencias perturbadas tal vez por su buen deseo, Frase que molestó bastante a los que firmaron esta instancia, que fueron cerca de doscientos. Naturalmente este proyecto se desechó. Pero, poco después, los músicos de la Banda presentaron otra solicitud, en que comunican que van a formar una asociación filarmónica, que se llamará «Juventud Musical Villenense», para no olvidar lo aprendido y para que Villena tuviera una Banda digna de la población. Piden solamente que se es preste o se les venda el instrumental y que se les dé una asignación para pago de gastos materiales y para el sueldo de Director, que ellos mismos elegirían. También fue muy discutida esta proposición en el Ayuntamiento, hasta el punto que uno de los concejales llegó a decir en una de las sesiones: Que se vendan los instrumentos y que el Ayuntamiento se deje ya de músicas, La proposición se aprobó por unanimidad y con una asignación de tres mil pesetas.
Unos años después, en 1898, intervino don Manuel García Estasio, farmacéutico muy aficionado a la música, en cuya casa se alojaba siempre que venía a Villena, que fueron muchas veces, e gran guitarrista Francisco Tárrega. Es de señalar que durante sus estancias en Villena, el gran concertista actuó en el Casino Villenense y en muchas casas particulares, entre las que se cuenta la que nosotros habitamos en la actualidad. Solicita García Estasio que se abra de nuevo la Escuela de Música, y que la dirija Camilo Pérez Laporta, aquel músico alcoyano que había sido rechazado en 1885. Así se acuerda, pero esto dura un año, con esos altibajos propios del carácter villenense, no sabemos qué pasó, pero, al año siguiente, 1899, Camilo Pérez Laporta se queja al Ayuntamiento de que os músicos no acuden a os ensayos, y que si no se pone remedio, él tendría que abandonar, como lo hizo. Se fue. Luego, las obras de Pérez Laporta se estuvieron tocando durante muchos años en las funciones religiosas de Santiago.
Y así se entra en el nuevo siglo: 1900, con dos bandas, formadas siempre con los restos de las anteriores: la Banda Vieja y la Banda Nueva, como se llamaron. Y la Banda Nueva, que era la de la Juventud Musical Villenense, ya estaba dirigida por Francisco Bravo García, el maestro Bravo, que con esa Banda, ya muy decaída, llegó hasta el año 1921. Yo tuve la satisfacción de pertenecer a esa banda. Recibí lecciones de solfeo del maestro Bravo, también de mi madre, y el conocimiento del flautín lo recibí de un músico para mí también inolvidable: se llamaba Cirilo Azorín, flauta perenne en todas las bandas y orquestas de entonces y con esa banda asistí, recuerdo, a las fiestas de Yecla y a una famosa corrida, en que uno de los toros saltó limpiamente desde el ruedo hasta las gradas y nos dio un fenomenal susto.
En 1921, ya el maestro Bravo, que tenía esa banda muy decaída, piensa renovarla, con instrumental nuevo y gente también nueva, y reorganiza la banda. De esa reorganización se ocupó Alfredo Rojas en un artículo que publicó en la revista «Villena». Y así, con la Banda ya renovada se llega al año 1934, en que se produce un acontecimiento luctuoso: el fallecimiento repentino del maestro Bravo cuando se hallaba en el despacho de la Alcaldía. No sabemos exactamente lo que allí pasó. Parece ser que hubo una fuerte discusión entre el maestro y uno de los concejales del Ayuntamiento, lo que le provocó el infarto que lo mató. Su muerte fue muy sentida en la población, no en vano llevaba treinta años al frente de la Banda y había dejado muchos discípulos. Fue sustituido por su hijo, Francisco Bravo Crespo, que estuvo muy poco tiempo, hasta principios del año treinta y cinco, pues tenía la vida ya formada en otra población: en Elche, y no podía atender el cargo de subdirector. Se había formado una comisión a la que también tuvo el gusto de pertenecer, para reorganizar la Banda y formar un Patronato que vigilara su funcionamiento. Se nombró entonces a un músico de la Municipal de Valencia, que tocaba el fliscorno: se llamaba Antonio Cabezo Borrego. Pero entonces la banda necesitaba un director fijo, que residiera en la población. El maestro Cabeza no podía cumplir con aquellas condiciones y se marchó. Se hizo cargo de la banda Ramón del Valle, esto ya todo muy deprisa. Del Valle, que había sido Director de la Banda de Tavernes de Valldigna, cuando surgió la guerra civil se marchó al frente con la banda. Tuvo bastantes éxitos en los frentes del Centro, y ya no volvió. En 1939, al principio estuvo dirigida la Banda por un tal Agustín Fuster García, y entonces el Ayuntamiento encarga a Juan José Amorós, el fundador de la Imprenta del Paseo, que reorganice la Banda y que nombre al Director interino y este cargo recayó en don Manuel Carrascoso, que estuvo de interino dos años, hasta 1944, en que ya se hizo cargo en propiedad en un concurso al que concurrieron más de veinte solicitantes de toda España. Lo demás ya es sabido. Carrascoso ha estado cuarenta años al frente de la Banda, del grupo lírico «Ruperto Chapí», de los Coros y Danzas y de tantas otras cosas más. Y en 1979 se ha retirado con el cariño y la simpatía de todos los villenenses, y no es porque esté él delante, y fue sustituido por Antonio Ferriz, ya es sabido: otro considerable músico villenense. Ha compuesto muchas obras: sinfonías, poemas sinfónicos, una zarzuela: «Viento Solano», que se estrenó en el Teatro Chapí. Hoy es subdirector de la Banda de Alicante. Su último concierto lo dio el treinta de enero del año pasado, 1982, y el 23 de abril se hizo cargo de la Banda D. Cipriano Angel Estevan Arcón, con entera dignidad, para continuar una empresa de tan larga andadura: ciento cuarenta años de Banda Municipal.
Pero hay muchos otros acontecimientos que han contribuido al desarrollo de la afición musical en nuestro pueblo. En la década de los años veinte, las dos principales sociedades recreativas de la población: el Círculo Villenense y el Círculo Agrícola Mercantil, contrataban unos grupos orquestales reducidos, pero selectos para que actuaran durante los días de Carnaval. Yo recuerdo los nombres de Angel Grande, que se marchó luego a Londres; de Rafael Martínez, el concertino de la Filarmónica de Madrid; de Pérez Casas, Celso Díaz, Telmo Vela..., esto entre los violinistas. Entre los pianistas también recuerdo a Garganta, a Gerardo Gombau y a Joaquín Fuster, que vino durante muchos años. Todos recordamos también a Carvajal, el contrabajo, que venía todos los años también, y entre los violoncellos estaban Cánepa, Bernardino Gálvez y nuestro paisano Quintín Esquembre, otro gran músico de la población, que no alcanzó la cima a la que tenía pleno derecho por su invencible timidez. Hubiera sido un gran concertista de guitarra y de violoncelo, pero esa timidez le impedía tocar ante veinte personas desconocidas. Eso no le impidió, sin embargo, hacer famoso su nombre con una obra menor: el pasodoble «La Entrada», que compuso en aquella renovación de la Banda en 1920 a instancias del maestro Bravo, y que ha dado la vuelta al mundo. Quintín Esquembre se marchó a Madrid, terminó la carrera allí de violoncello, ingresó en la Banda Municipal, hasta su muerte. En uno de aquellos carnavales, le hicimos un homenaje, que le fue ofrecido con palabra cálida y efusiva por ese Gerardo Gombau que he nombrado antes, y que entonces empezaba su carrera musical y que luego llegaría a los primeros puestos en la música vanguardista española.
También contrataba por entonces el Ayuntamiento unas bandas para que alternaran con la de Villena en las fiestas de septiembre. Y así pudimos escuchar aquí la Banda Municipal de Alicante, con Torregrosa; la del regimiento de Badajoz, con el maestro Palanca, la de Ingenieros de Madrid, con Pascual Marquina, que un año entró tocando un magnífico pasodoble que se llamaba «Marquina a Villena», y que luego parece ser que se inscribió con otro nombre que no era el primitivo; la Banda del regimiento de Guadalajara, con el entonces maestro Félix Soler, que también entró un año tocando un pasodoble que se llamaba «El Bordoño». Creo que alguna vez habrá que hacer una recopilación de todos los pasodobles y las marchas inspiradas en motivos villenenses; ya son una enorme cantidad.
Ha habido otros acontecimientos que han hecho historia musical en Villena: el Centenario de Ruperto Chapí; el Centenario de su nacimiento. De aquel acontecimiento casi toda la prensa de España se hizo eco, y reproducían páginas del periódico «Rataplán», que hoy es una rareza bibliográfica buscada por los coleccionistas. De aquellos actos hay que recordar el concierto en el Teatro Chapí, concierto entre la Banda Municipal de Villena, con Carrascoso, y la de Alicante, con Carlos Cosmén; muchos la recordarán, el éxito fue inenarrable. Al final, el maestro Cosmén le cedió la batuta al maestro Guerrero para que dirigiera el preludio de la «Revoltosa». Yo recuerdo perfectamente al maestro Guerrero agitando aquella partitura para corresponder a la enorme ovación del público, al que pocas veces he visto yo tan entusiasmado.
Hubo otros conciertos memorables: el de la Orquesta Sinfónica de Madrid con el maestro Arbós; el de la Banda Municipal de Madrid con Sorozábal; el de la Orquesta Nacional con Arámbarri, éste en el cincuentenario de la muerte de Chapí; el de la Orquesta Municipal de Valencia, con Spiteri y el pianista Mario Monreal. Este fue memorable porque además se estrenó una obra de otro compositor villenense: Luis Hernández Navarro. Yo no creo exagerar si digo que Luis Hernández es el músico más considerable que ha dado Villena después de Cotes y Chapí. Luis Hernández estudió aquí, con José Navarro, con el maestro Carrascosa, luego obtuvo la beca del Ayuntamiento y se marchó a terminar la carrera a Valencia con los maestros Sosa y Palau. En aquella ocasión se estrenó la «Sinfonía española», una gran obra, y luego estrenó otro poema sinfónico nombrado «Ambrosio Cotes», su lejano antecesor en las g orlas musicales de Villena. Y como lo conocía bien, fue el indicado para hacer en transcripción moderna las obras de Cates que figuran en mi libro. El punto culminante en estos conciertos lo dio la Orquesta Sinfónica de Londres con motivo de la IV Semana de Música Mediterránea, dirigida por uno de los mejores directores del mundo en Id actualidad: López Cobos, en el que intervino la magnífica soprano Victoria de los Ángeles.
Quiero mencionar al fin a otro músico de menor entidad quizá, Modesto Pérez. Fue hijo del pianista del «Villenense», que se llamaba Francisco Pérez, Fue nombrado organista de Santiago por el Obispo. Luego se trasladó a Alicante, en donde compuso muchas obras ligeras en colaboración con el gran polígrafo alicantino Figueras Pacheco.
También quisiera dedicar un recuerdo de simpatía para aquel maestro Botella, personaje pintoresco que nos animaba as sesiones de cine mudo.
Pero quedan todavía muchas cosas por referir, por ejemplo lo que han contribuido al desarrollo musical en Vi-llena los que se han dedicado a la enseñanza: D. José Marco; su hija, D.ª Gloria; Lola Navarro, no digamos la cantidad de gente que tiene ya educada a sus espaldas; el mismo Luis Hernández; las compañías de aficionados, que han existido siempre. Cuando se estrenó «El rey que rabió» en el antiguo Teatro Chapí por una compañía de profesionales, el célebre coro de «doctores» lo representó un grupo de aficionados de la buena sociedad, que se molestaron mucho porque un periódico de la localidad, al decir lo de «buena sociedad» lo puso con letra bastardilla.
En este apartado está, naturalmente, el Grupo «Ruperto Chapí», que tanta gloria ha dado a Villena en aquellos concursos nacionales que se celebraban en Torrelavega. Yo espero que alguna vez el Grupo «Ruperto Chapí» renazca de sus cenizas y nos dé a conocer «Circe» o «Margarita la Tornera», obras de las que todo el mundo habla y muy pocos conocen. Y también el Grupo de Coros y Danzas, que también ha obtenido primeros premios en los concursos de su especialidad, y ha paseado con honor el nombre de Villena por España y por el extranjero.
Y como en Villena no nos privamos de nada en el terreno musical, voy a recitar una copla recogida en el campo de Cartagena, que dice:
fueron los firmes puntales
del cante cartagenero,
la Peñaranda, Chilares,
el Rojo, el Alpargatero
y Enrique, el de los Vidales.
Pues ese «Rojo el Alpargatero» fue un villenense apellidado Grau, no he podido descubrir el nombre, que en 1885 se marchó a La Unión para fundar una posada. Todos los especialistas dicen que es el verdadero creador del «cante de las minas».
Y no quiero dejar de mencionar la enorme labor que en terreno de la música culta ha realizado lo Caja de Ahorros del Sureste de España. Por aquí han pasado los mejores solistas, los mejores grupos de cámara: dúos, tríos, cuartetos, nacionales y extranjeros, la lista sería interminable, y alguna vez habría que hacerla. Creo que nunca estaremos bastante agradecidos a esta entidad que tanto ha contribuido a elevar el nivel musical de los villenenses.
Forzoso es acabar. Hemos realizado un largo recorrido por la historia de la música en Villena; hemos omitido muchas cosas, por razones de brevedad, y otras que habremos omitido por descuido u olvidos totalmente involuntarios. Hemos visto lo que se ha hecho en otros tiempos, y lo que se ha querido hacer. El presente es esperanzador. Hay demanda cultural en todos los terrenos y también en el musical. Ahí está el Grupo de Amigos de la Música para demostrarlo o a feliz iniciativa del nuevo maestro, Cipriano Angel Estevan, de crear en Villena una Escuela Oficial de Música, algo así como el Conservatorio de Música y Declamación que pedían aquellos románticos del siglo pasado.
Y aquí surge de nuevo esa deformación de que hablaba al principio. Porque a mí me interesa mucho lo que sucede hoy y lo que pueda suceder mañana. Pero no dejo de pensar en cómo cantarían aquellos cazadores del Morrón y de la Huesa Tacaña, o aquellos metalúrgicos del Cabezo Redondo. Quizá nos depare la fortuna el descubrir otro tesoro de Villena, pero en este caso musical.
Este fue el texto de la conferencia pronunciada el día 25 de enero de 1983 en la Caja de Ahorros de Alicante y Murcia, de entonces hasta ahora ha habido novedades que resumimos en esta breve nota suministrada por Miguel López, Alfredo Rojas, Joaquín Navarro, Antonio Milán y Laura Hernández.
El director de la Banda Municipal, D. Cipriano Angel Estevan Arcón, fue sustituido en 1985 por D. José Lucas Sanahula, que estuvo al frente de la banda medio año, para ser sustituido en 1985 por D. Antonio Milán, que ya había sido interino durante algún tiempo. En 1987 se hace cargo D. Vicente Pérez Pellicer, que continúa en la dirección de la Banda en la actualidad.
Desde su fundación en 1980, la Asociación de Amigos de la Música ha desarrollado una actividad loable con la organización de festivales anuales desde 1983, en los que intervienen grandes orquestas, agrupaciones de cámara y solistas nacionales y extranjeros.
Hecho importante ha sido la creación del Conservatorio Municipal de Música en 1988, que ya es Conservatorio Elemental de Música y Escuela de Danza, adscritos al Conservatorio Superior de Alicante. Su Director es D. Jesús Carlos Bosque Quiles, y en la actualidad cuenta con 765 alumnos.
En 1988 se creó la Banda Juvenil, que cuenta en su plantilla con 50 músicos, aproximadamente. Su finalidad era la de reunir a los jóvenes músicos de la Banda Municipal con los estudiantes del Conservatorio.
Hay que señalar también la Coral del Hogar del Pensionista, fundada en 1985 y compuesta por 20 mujeres y 20 hombres; fue fundada por D. José Navarro Oliva, que continúa dirigiéndola en la actualidad. Y el Grupo de Danzas, fundado en 1983, compuesto por seis parejas mixtas, 10 componentes de rondalla, 2 cantadoras y un banderín. Está dirigido por D. Francisco García Poveda. El piano, en todas estas actividades ha sido desempeñado con gran eficacia por D. ª Lola Navarro Campos.
Extraído de la Revista Villena de 1992.
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