18 dic 2023

1993 VILLENA, CIUDAD ESTATUTO SIGLO XV.

Villena, Ciudad estatuto siglo XV. Consideraciones generales.
Por FAUSTINO ALONSO GOTOR
Cuatro fechas marcan las diferentes etapas en la limpieza de sangre que fue estatuida en algunas ciudades e instituciones de diversa índole, durante los siglos XV y XVI. Ellas son: 1391, 1449, 1492 y 1547 (1).
A medida que la frontera sur con los musulmanes se alejaba, era menor la necesidad de comunicación con ellos y, en consecuencia con los judíos, intérpretes entre la dos Españas enemigas y complementarias.
1391
Los judíos dejaron de aparecer como aliados indispensables a quienes era preciso halagar. Sin embargo otra dependencia se hacía más ostensible en el mundo cristiano, a medida que todos los impuestos eran confiados al capital judío el cual ante un nuevo Rey, acudía a renovar sus contratos de Recaudación.
Tal dependencia del pueblo hispano ante la burguesía y aristocracia hebrea y en el momento de crisis estatal provocada por la ambiciosa nobleza que rodeó la Regencia e infancia de Enrique III, propició el mejor caldo de cultivo para avivar las pasiones populares con el pretexto de salvaguardar la fe y advertir la necesidad de limitar las relaciones amistosas entre judíos y cristianos.
El archidiácono de Écija, Ferrán Martínez, tras frenéticos sermones, motivó el estallido antisemita en Sevilla en el verano del año 1391 con saqueos, destrucción de las sinagogas y matanzas de judíos, propagándose a las juderías de Gerona y Mallorca pasando por las de Toledo, Valencia y Barcelona, dando lugar al primer conflicto económico-social-político-religioso.
1449
Dicha matanza originó la conversión acelerada de los judíos españoles. Se inició el éxito del judeo-cristianismo que en bien organizada «quinta columna» aspiró a confundirse con la sociedad española y aún a influir en sus destinos, ya apoderándose de la Administración Pública y del comercio, ya enlazándose con las mejores familias y penetrando en la Corte, disputando allí el favor y el poder.
Ocho años después, los sucesos de Sevilla se repitieron en Toledo contra los recaudadores judeocristianos que eran tan fácil de discernir como antaño lo eran los judíos sevillanos. El Alcalde Mayor de Toledo hizo suyo el programa de los amotinados y se apoderó de los bienes de los conversos; pero fue más allá en su eliminación de los que él llamaba «falsoconversos» y para ello, seguido de (2) «los alcaldes, alguaciles, caballeros y escuderos, común y pueblo», creó el PRIMER ESTATUTO DE LIMPIEZA DE SANGRE. Posteriormente esta práctica llegó a ser casi general en España a partir de mediado el siglo XVI. No obstante la élite judeocristiana se manifestó con astucia, y alguna vez acaso sinceramente, desvió los golpes hacia los llamados malconversos o judíos, e introduciéndose masivamente en la Orden de San Jerónimo, la cual, ante los claros abusos, llegó a formar su propio ESTATUTO de limpieza.
1492
En la conquista de Granada los problemas financieros que la guerra comportaba fueron resueltos por Abraham Senior e Isaac Abrabanel, ambos dirigentes de las comunidades judeo-castellanas. Por ello produjo mayor sorpresa que tres meses después de la rendición de Boabdil, los Reyes expidieran un duro decreto de expulsión de todos los judíos que no aceptaran la conversión, aduciendo que con sus prácticas religiosas obstaculizaban la conservación de la fe cristiana en los conversos o descendientes de conversos.
1547
El decreto señalaba la clara influencia de la Inquisición, que como única institución de todos los Reinos hispanos fue el principal impulso dado para la propagación de los Estatutos de Limpieza, los cuales, cubiertos por el precedente eclesial de los jerónimos salieron en masa del Cabildo de Toledo y de la Iglesia, siendo la de Córdoba la que en 1530 se enorgullecía de ser la más «limpia» de todos los Reinos.
Fue en 1547 cuando, basculando por completo, la Iglesia Metropolitana de Toledo —antes lo hizo el Alcalde Mayor—adopta el Estatuto que excluye a los descendientes judeocristianos. Con esta decisión salta la barrera y España se entrega desafortunadamente hacia un oscurantismo económico y socio-cultural que la va a separar del resto de Europa.
Limpieza de sangre en Villena
Como hemos señalado anteriormente, durante el siglo XV se inicia la discriminación racial a través de la «limpieza de sangre», dando lugar a una forma de antisemitismo que trataba de separar a conversos y judíos, en general, de los cristianos viejos y que llevó a serios conflictos en numerosas poblaciones.
Villena no fue ajeno a este movimiento antisemita y posteriormente anti islámico, e incluso, al parecer, se pronunció de este modo tres años antes de declararse el Estatuto de Toledo de 1449. Efectiva-mente, leyendo a Henry Kamen (3), en un profuso capítulo dedicado a la «pureza de sangre», llama la atención la singularidad con que destaca que: «uno de los casos primeros y más notables es el de la ciudad de VILLENA a la que otorgó la corona, en febrero de 1446, el real privilegio de prohibir a los conversos que vivieran allí. En los años siguientes la atención pública se concentró principalmente en la guerra civil de Toledo y en la promulgación del célebre Estatuto de los conversos».
No conocemos las fuentes en las cuales Kamen, profesor de las Universidades de Edimburgo y Warwok, tomó los datos sobre el citado Privilegio de Villena, concedido por Juan II. Sin embargo, en el Archivo Municipal se encuentra un «Libro-Registro de Escrituras», de las cuales destacamos a dos de ellas que se refieren a la confirmación de los Privilegios concedidos a Villena por Enrique IV, once años después que su augusto padre otorgase a nuestra ciudad el Privilegio mencionado por Kamen (4).
El orgullo de casta
Tras los éxitos de la reconquista de Granada y el descubrimiento de América, se exacerbó el orgullo hispánico. Todos los estamentos sociales se identificaron con él. Según Sánchez Albornoz, «la gente sencilla miraba hacia arriba, deseando y esperando ascender dejándose seducir por ideales caballerescos: honor, dignidad, gloria y vida nobiliaria», e incluso la propia D.ª Isabel en la guerra sostenida contra los partidarios de la Beltraneja, en 1475 prometió que todos los que sirvieran en armas y caballo se verían reconocidos como hidalgos con los privilegios consiguientes (5).
Este sentido de vida social se identificaba con el orgullo de ser cristiano viejo, incluso el simbólico Sancho Panza habría de presumir de ello; manifestaban de este modo su pureza de sangre no contaminada con raza de judío o moro, según aquel entonces.
Es manifiesto que el culto al orgullo de casta se tambaleaba al analizarlo en las altas clases de la nobleza puesto que en las principales familias de Aragón y Castilla tenían antepasados conversos que quizá pertenecieron a la «quinta columna» judeo cristiana, citada por Kamen; al menos siete de los principales prelados del reino eran de origen judío. D. Juan Pacheco, Marqués de Villena y Gran Maestre de la Orden de Santiago, según Cecil Roth (6), era descendiente por ambas ramas de Ruy Capón, un ex-judío; y su hermano D. Pedro Girón, era Gran Maestre de la Orden de Calatrava. El tío de ambos fue arzobispo de Toledo.
La rebelión villenense y el estatuto de limpieza
Los villenenses, dentro del contexto nacional, también sentían el orgullo de «cristiano viejo»; más a él se sumaron dos circunstancias que les llevó a defenderlo a capa y espada: una próxima de carácter social, y otra posterior de carácter económico.
Ante la política centralista de los R.R.C.C., algunos nobles fueron reacios a ella. El Marqués de Villena, D. Diego López Pacheco, incluso les puso condiciones tales como la posesión del Maestrazgo de la Orden de Santiago; la confirmación y concesión de donaciones, propiedades y posesiones encomendadas a y de su padre; y respetar la custodia de «La Beltraneja», a quien reconocía como hija de Enrique IV.
No solamente era grande el poder político del Marqués, sino también el geográfico que abarcaba gran parte de varias provincias actuales y el económico (7), ya que sus ingresos anuales ascendían a 100.000 ducados, cuando un ducado equivalía al salario de ocho días de un obrero de primera.
Con tan grandes poderes, no es de extrañar que hiciera caso omiso a los Privilegios que los reyes habían concedido a Villena; y tampoco es de extrañar que sus ingresos fueran tan fabulosos, si a semejanza de la nobleza valenciana empleaba la barata mano de obra morisca, a costa de rechazar la de los «cristianos viejos».
He aquí a Villena inmersa en el antirracismo nacional ante el manifiesto favoritismo hacia los poderosos conversos judeocristianos y los explotados moriscos. La humillación había llegado al tope máximo. Era preciso expulsarlos de Villena a todos ellos. Hasta aquel momento se habían sentido impotentes los villenenses, pero la guerra centralista de los Reyes Católicos contra el Marqués, iba a ser el momento propicio para rebelarse contra él y su representante en Villena que era otro Pacheco. La rebelión se extendió a otras localidades del Marquesado (8).
A principios de 1476, los villenenses, encabezados por el bachiller Fernando de Mergelina, se alzaron contra el Alcaide a la hora convenida por una determinada señal que, según la tradición era al oír cinco campanadas, en lugar de tres, al alzar a Dios en la Iglesia de Santa María. Ocuparon los cargos municipales, los cuales más de la mitad estaban en posesión de los judeoconversos; saquearon las casas de todos; y mataron a ellos, a sus mujeres e hijos. Algunos se refugiaron en el Castillo que finalmente cercado por los villenenses y con la ayuda del capitán de los Reyes, Gaspar de Fabra, que lo cañoneó, fue rendido (9) y (10).
El 22 de agosto de aquel año los R.R.C.C. firmaban en Segovia una «Carta de Perdón General (11) para todos los villenenses que se rebelaron. Al siguiente año les tomaron bajo su protección y amparo y les confirmaron en su perdón (12). En esta época les ratificaron también los Privilegios concedidos por los reyes antepasados, y ellos mismos, con hábil sentido político y pragmático, previsores de una imposible futura convivencia entre unos y otros, concedieron a los villenenses que no pudiesen (13) "entrar, ni vivir en Villena, en ningún tiempo a los Cristianos Nuevos, tanto a los que vivían como no en esta Villa, en el tiempo de la rebelión de los Cristianos Viejos"; y que tampoco "puedan vivir ni estar de asiento o de morada aquellos que sean de nombre o linaje de Pacheco". Posteriormente en 1487, el 30 de enero, Inocencio VIII concede al Marqués de Villena que cualquier confesor pueda absolverle de las censuras en que había incurrido al acoger en sus tierras a personas sospechosas de herejía». Posteriormente el rey D. Fernando, el 18 de enero de 1509, y según consta en el «Libro Registro de las Escrituras», cita& anteriormente, le compensó al Marqués, Villena por «las Villas de Tolox y Montaque».
La Benevolencia de los Reyes con los moros y su política exterior
Doce años después que los Reyes Católicos, por medio de su Capitán Fabra, otorgasen a los villenenses los Privilegios citados, vinieron a Villena y personalmente los confirmaron acompañados por el Cardenal Mendoza. Esto sucedió el 19 de abril de 1488; la ceremonia se verificó en la Puerta Almansa en presencia del Concejo villenense, Justicias, Testigos y Escribanos, prestando el juramento de guarda y confirmación, ante un misal abierto con una cruz, sostenido por las manos del bachiller Francisco Gil de Alicante (14). La presencia de los Reyes en Villena correspondía al viaje que realizaron desde Zaragoza a Valencia y Murcia, en el cual, tras conquistar varias villas, volviéronse a invernar a Medina del Campo (15).
Definitivamente Villena se había instituido en Ciudad Estatuto de Limpieza de Sangre. Los Cristianos Viejos villenenses ya tenían la plena seguridad de que jamás tendrían que soportar la presencia de Cristianos Nuevos, ya fueren judeoconversos o moriscos; más evidentemente aún no podían estar muy seguros de ello: un cambio en la política de los R.R.C.C. comenzó a aparecer, era una política de benevolencia hacia el islamismo hispano.
Efectivamente, a finales del siguiente año al que estuvieron en Villena, confirmando todos los Privilegios concedidos por sus antecesores y por ellos comenzaron también a otorgar concesiones a los Moros: el último y verdadero líder zazarí, el Zagal, las recibió a cambio de Baza, Almería y otros lugares (16). A Almería se le prometió el mantenimiento de sus costumbres, religión, tributos y justicia y ante esta actitud consiguieron también la rendición de Gaudix el penúltimo día de 1489. En mayo de 1490, los Reyes firmaron Cartas (17), dirigidas a los caudillos Moros Alfaquí Maguato, Al Chorrat y Al Bastí, y asimismo otras cartas en blanco para que pusiese los nombres de otros, el Capitán General de la frontera Marqués
D. Diego López Pacheco, agradeciendo los servicios y ofrecimientos relacionados con la guerra por la conquista de Granada.
En octubre del mismo año, Isabel y Fernando siguen con su estratégica benevolencia y desde Córdoba envían al Concejo y Justicias de Villena una Provisión (18) dirigida también a los villenenses, advirtiéndoles que no se les «haga daño alguno a los Moros que se vinieren a vivir a Villena», (esto manifiesta que desde la rebelión de 1476 no había moros), porque los «toman bajo su protección». Los Reyes conocían perfectamente la actitud de los villenenses de matar a los moros con sus mujeres e hijos, ¿por qué entonces enviaron esta Carta tan contraria al Privilegio concedido en 1476?, ¿qué motivo éste benevolente cambio en su política con el Islam?
Escribe Zurita (19) que «la fama de esta guerra y de las victorias del rey fue por todo el Oriente, y puso en gran tristeza y quebrantó toda la morisma y el Sultán de Babilonia, en venganza de esto, amenazó con perseguir a los cristianos de Egipto y Siria, y asimismo derribar todas las Iglesias e incluso el Santo Sepulcro de Jerusalén», «cosa que en sólo pensarlo puso al rey y a la reina en mucha aflicción y cuidado». Tal amenaza fue transmitida al Papa y al rey de Nápoles por el Sultán, quien añadía que así como él respetaba los templos, fe y Santo Sepulcro, el rey de España debería «cesar la guerra a los moros del reino de Granada y les diese paz». A su vez el Sultán envió a España, como embajador informante, al franciscano Guardián del Monasterio de Jerusalén, a quien «se le hizo mucha honra y cortesía», y por medio del cual, los Reyes Católicos procuraron «que el Soldán fuese informado del buen tratamiento que se hacía a los moros que estaban en sus reinos». ¿Fue la política exterior de los Reyes la que motivó una política interior benevolente?
Los villenenses consiguieron su propósito ante los moros que tan arraigados estaban en la cuenca del Vinalopó (20) incluso en Villena hasta el año de la rebelión, tras la cual ya no se les permitió avecindarse. Los propios Reyes, cinco años después de la benevolente Carta citada anteriormente, concretamente el 12 de septiembre de 1495, reforzaron el Privilegio de Ciudad Estatuto por medio de una Cédula en la cual otorgaban a Villena «que los Alcaldes Mayores no fueran Confesos».
Años más tarde, en 1668, el historiador villenense D. Cristóbal Mergelina, nos recuerda que «Villena, como CIUDAD ESTATUTO, no admite vecino que no haya hecho pruebas de limpieza y haya verificado su genealogía».
En el Archivo Municipal desde la Primera Acta del Concejo, es decir, desde el 15 de julio de 1564 hasta nueve lustros después en que Felipe III decretó la expulsión de los moriscos, todas las Actas están impregnadas de tal espíritu. Los moriscos siguieron en la cuenca del Vinalopó hasta 1609 y éstos, al menos los de las localidades más cercanas venían a Villena como mercaderes, más no podían avecindarse porque tanto ellos como cualquier ciudadano castellano-aragonés tenían que probar su «limpieza de sangre» y no pertenecer al linaje de los Pacheco, hasta dos generaciones, llegando incluso a desplazarse un Regidor de Villena al lugar de origen del solicitante de vecindad para comprobar la citada y normativa exigencia.
NOTAS
(1) «La España de Carlos V» por Pierre Chaunu.
(2) Pierre Chaunu, op. cit., pág. 123.
(3) «La Inquisición española», Alianza editorial, 1965, pág. 134, por Henry Kamen.
(4) AMV: Existe dicho Libro-Registro de las Escrituras, del cual se da constancia en el Acta Municipal fechada en 25 de agosto de 1583.
(5) «España un enigma histórico», tomo 1, pág. 677.
(6) «Los judíos secretos» (Historia de los Marranos), Altalena editores. Madrid, año 1979, pág. 30, por Cecil Roth, catedrático de Estudios Judíos en la Universidad Oxford.
(7) Henry Kamen, op. cit., pág. 16.
(8) «La Conquista del Marquesado de Villena» por Juan Torres Fontes, págs. 59, 65 por el Cons. Sup. de Invest. Cinentíficas, Instituto Jerónimo Zurita.
(9) «La Relación de Villena de 1575» por Soler García, págs. 20 y 104. Cita a Cascales. «Topografía Médica de Villena». Inédito. Tomo II, pág. 108, por Francisco Tarruella Rico. Premio «Roel». Valencia 1935. Archivo F.A.G.
(10) «Anales de la Corona de Aragón», por Jerónimo Zurita. Edita la «Institución Fernando el Católico». Zaragoza, 1977. Tomo 8.º. Capítulo LIII, pág. 215.
(11) Soler García, op. cit., documento LXIX está transcrita la Carta del Perdón. Francisco Tarruella Rico, op. cit. tomo 111, pág. 19. El autor nos manifiesta que la Carta del Perdón la leyó en el AMV.
(12) AMV: «Libro-Registro de las Escrituras». Legajo 5; partidas 4, 5 y 6. Soler García, op. cit. pág. 105, apartado b).
(13) AMV: «Libro-Registro de las Escrituras»: Legajo quinto, partida octava.
(14) Soler García, op. cit. pág. 185, y Documento LXXVIII.
(15) «Historia de Yecla», 1972, por Fausto Soriano Torregrosa, pág. 114, manuscrito de la Biblioteca Nacional.
(16) «Historia de España», tomo 111, págs. 28-29, por Jorge Ventura. Edit. Plaza & Janés, edición.
(17) «Inventario del Archivo de Duques de Frías», tomo 11, pág. 94, por Pilar León Tello, Madrid, 1967.
(18) «Libro de Registro de las Escrituras», Legajo 15.º, partida 7.
(19) Jerónimo Zurita, op. cit., tomo 8.º, capítulo LXXXIII, pág. 579.
(20) «Apuntes y notas» de D. Salvador Abellán. Sería prolijo enumerar la serie de testimonios que abundan en este sentido.
(21) «Libro Registro-Escrituras», Legajo partida 7.ª.
Extraído de la Revista Villena de 1993

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