Las desventuras del campo
Un niño de unos diez años
junto a su madre viuda
en su misma casa de campo,
comentan su desventura.
El niño dice a su madre
que le han dicho en el colegio
que comunica la tele
que arranquemos los viñedos.
Mamá, que no arranquen
nuestra viña por un poco de dinero,
que mi papá la plantó
con sacrificio y esfuerzo.
—«Voy a criar esta viña»—
dijo cando era majuelo,
tú ya verás qué gran vino
se cría en este suelo.
La guía del agricultor
un libro que a nadie engaña
dice que como el vino de España
no hay en el mundo mejor.
El motivo se comprende,
las muchas horas de sol
que nuestro país las tiene,
es motivo de que estos vinos
sean tan ricos en alcohol.
Pero me extraña mamá,
que lo que un niño está viendo
no lo vean los adultos
porque esto lo ven los ciegos.
Aún quiero decir más,
que nos están engañando
como a simples mercaderes
porque si hicieran lo mismo
con Wolswagen, Opel o la Mercedes,
a estas grandes maravillas
le destruirían sus talleres.
A estas grandes marcas
con un prestigio divino
les harían el mismo daño
que hacen a nuestro vino.
Si esto ha de ser así,
yo no doy otro remedio.
El pobre agricultor
tiene el porvenir muy negro.
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Despedida
Voy a partir. Cuando al rayar el día
[de ti me encuentre lejos,
mándame una sonrisa ¡vida mía!
[del alba en los reflejos.
Cuando borre del mar en lontananza
[negra noche importuna,
mándame tus sonrisas ¡vida mía!
[en un rayo de luna.
Y si olvidas en torpe desvarío
[la fe que me has jurado,
mándame los pedazos ¡Vida mía!
[del alma que te ha dado.
Francisco Azorín Valdés
Extraído de la Revista Villena de 1994
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