25 oct 2023

2014 LOS ROMANOS, ¿COMPARSA O COFRADÍA?

Los Romanos, ¿Comparsa o Cofradía?
En la revista Villena del año 1970, Alfredo Rojas Navarro firmaba un artículo que tituló: “La Comparsa de Romanos”. Comenzaba Rojas el relato con las célebres cuartetas:

“Vendrá el cinco de septiembre
Y no saldrán los Romanos.
Y dirán los forasteros:
¿Estarán los cuatro malos?”

Continúa Alfredo: “¡Los Romanos! La más ingenua, la más anacrónica, la legendaria Comparsa de Romanos. Ningún villenense deja de sentir, al evocarla, una agridulce melancolía. Y, junto con el recuerdo, viene casi siempre, a la mente o a los labios, la conocida cuarteta que encabeza estas líneas.”
Todo hace suponer que los Romanos participaron en la Fiesta desde el mismo comienzo de esta, que, aunque históricamente no está definido ni datado, podemos situarlo anterior a mil ochocientos veintiocho (Semanario Pintoresco “Fiestas de Biar”).
La ocupación francesa en España terminó en el año catorce del siglo XIX, por lo tanto en el lapsus de los veinticuatro años siguientes es más que lógico que se constituyeran las dos primeras comparsas: Moros y Cristianos. Esto es lo que nos marca la lógica, pero, ¿Qué pasó con los Romanos?, ¿Cómo nacen los Romanos? Preguntas hasta ahora sin respuesta.
En su relato, Alfredo, cuenta con el testimonio de un testigo de excepción: Juan Catalán, hijo de uno de los cuatro Romanos que en el año 1904 desfilaron por última vez:

“Árbol seco no da sombra
dice un antiguo refrán;
por eso los Romanicos
a otro año no saldrán.”

“Las circunstancias que llevan a aquellos cuatro Romanos a determinar su retirada, eran prácticamente insalvables. Aquella tira de versos, tras cuyas ingenuas frases se podía descubrir fácilmente el dolor que les producía su situación, fue vendida a cinco céntimos por un pequeñuelo, Juan Catalán, que todavía vive, hijo de uno de aquellos cuatro célebres Romanos. Eran estos Antonio Cañizares, “Botija”, Cosme Pérez, “Bandolero”, Juan Catalán, y un tal “Farina”. Volvamos a los versos que los identificaban:

“Si no conocéis a éstos
que a otro año no saldrán
son Bandolero, Farina,
Botija y Juan Catalán.”

Conocemos tres años importantes en la vida de los Romanos: 1904, 1914 y 1948. En el primero de ellos, ya lo hemos comentado, los Romanos dejan de participar en las Fiestas, en el segundo se refundan de nuevo y, en el tercero, se retiran definitivamente.
En el año 1914, diez años después de su primera retirada festera, cuenta Alfredo: “Pero el padre de Juan Catalán no dejó de intervenir en el quehacer festero. Es frecuente en nuestra ciudad ver como hombres que por cualquier circunstancia han dejado de salir en una Comparsa, van a otra o siguen desempeñando un nuevo papel que les mantenga dentro de la Fiesta. Salvo imperativos insoslayables, quienes han tomado parte en los festejos durante algunos años, no pueden dejar de seguir haciéndolo. Es este un suave estimulante que toman los villenenses y del cual no pueden ya prescindir.
Juan Catalán siguió teniendo un papel activo, aunque reducido, en las Fiestas. Él, junto con Juan Martínez “el Cuco” recitaba el día 9 de septiembre, en el patio del Santuario, la “Conversión del Moro al Cristianismo”. Años después, concretamente el de 1914, estaban ambos, en la mañana del día 9, junto al ciprés, esperando a la Virgen. Basta, para los buenos villenenses entrados en años, decir el “ciprés”, para saber de cual se trata. Allí estaba la última parada de la Patrona, allí se desceñía el manto de peregrina que estrechaba su familiar silueta durante la triste vuelta al Santuario, y desde allí partía una corta procesión que la llevaba hasta su trono.
En aquel lugar, y en la citada mañana, esperaban a la Virgen, con Juan Catalán y Juan Martínez, don Gaspar Archent, don José Hernández Villegas, don Miguel Esquembre y don José García. En la común conversación se citó a la desaparecida comparsa. Los reunidos, cuyos nombres son conocidos de la mayoría de los villenenses, animaron a Juan Catalán a organizarla de nuevo. Llovieron, en aquel reducido círculo, los ofrecimientos de ayuda: Miguel Esquembre prometió a Juan Catalán el traje de embajador; los demás aseguraron asimismo sus aportaciones, bien en metálico o comprometiéndose a costear uno o varios trajes. Hacia falta poco para animar a Juan Catalán. Desde aquel día puso manos a la obra con empeño.”
Uno de sus grandes colaboradores fue don Gaspar Archent; a él se deben los estatutos que se aprobaron el día 7 de junio de 1915 y que por su trascendencia e importancia transcribo algunos artículos: 
“Artículo 7: Sólo podrán ser admitidos como socios activos individuos de buena fama y costumbres y que sean mayores de edad.
Artículo 25: Función propia de esta comparsa es la Embajada de alianza con los Cristianos que tendrá lugar el día 6 de septiembre por la tarde en el Castillo de Embajadas.
Artículo 27: Renovada la antigua tradición de esta comparsa, el día 9 por la mañana irá una comisión de la misma con arcabuces y bandera para acompañar a la Virgen, procesionalmente y disparando desde el ciprés hasta el Santuario, recomendándose que asista el mayor número de socios.
Artículo 28 la formalidad: La formalidad y seriedad en todos los actos de esta Comparsa ha de ser su distintivo para lo cual cumplirán todas las disposiciones siguientes:
1º No se saldrán nunca de filas estando formada la comparsa sin una verdadera necesidad que habrán de manifestar al Capitán.
2º Se prohíbe terminantemente los bailes agarrados durante la retreta, lo mismo de los socios entre si que de personas extrañas del mismo o diferente sexo.
3º En la procesión general del día 8 marcharan todos alumbrando en la forma que se determine y siempre en cerrada formación cual conviene a la solemnidad del acto.
4º Procurarán todos evitar el abuso de las bebidas alcohólicas tan frecuentes en los días de las fiestas.”
De lo hasta ahora trascrito podemos sacar dos conclusiones: primera, que era el embajador de los Romanos quien hacía la conversión en el Santuario y, segunda, que los Romanos renuevan en el año 1915 la tradición de recibir y acompañar a la Virgen a su llegada al Santuario, con los cargos, bandera y arcabucería; lo que hace suponer que desde siempre los Romanos se encargaban de ese cometido.
De la Embajada de Alianza entre Romanos y Cristianos ya se tienen noticias desde el año 1849, reflejada en el periódico “El Católico”. Gaspar Archent, la publica en su “Romancero Villenense” editado en Valencia en el año 1927 (1ª edición). 
No Sabemos con certeza si lo publicado es obra de Archent o, tal vez, el dictado de Juan Catalán, de cualquier forma merece la pena reproducirlo: “(El castillo de embajadas aparece ocupado por los cristianos. Un centinela hace guardia en la plaza del castillo. Se aproximan los romanos con su embajador a caballo y cuando está a distancia conveniente, principia la embajada.)
Embajador: ¡Centinela!
Centinela: ¿Quién sois vos?
Embajador:Un soldado amigo vuestro que al Jefe de ese castillo viene a pedir parlamento.
Centinela: ¿En qué campo militáis?
Embajador: En el del Romano Imperio, con mando de estos soldados hijos de cristianos viejos.
Centinela: ¿Qué misión traéis aquí?
Embajador: Brindaros nuestros aceros para luchar con vosotros contra el infiel agareno.
Centinela: Pues, aguardar, que mi oficio y consigna cumplir debo transmitiéndolo a mi Jefe vuestros laudables deseos.
(Se retira el centinela y sale el Jefe cristiano)
Jefe: ¿Quién al Jefe del castillo viene a pedir parlamento para tratar de alianzas en estos días funestos? ¿Es un ardid, por ventura de parte del agareno para caer por sorpresa sobre este castillo viejo con el fin de sojuzgarnos y hacernos sus prisioneros?
Pues equivocados vais con tan malvados intentos y nunca realizaréis vuestros innobles deseos toda vez que día y noche ocupamos nuestros puestos y velamos armas al brazo para frustrar todo asedio.
Embajador: Bien obráis, noble caudillo, abrigando esos recelos, que toda prudencia es poca en estos menguados tiempos. El enemigo anda cerca y no repara en medios de hacer suyo cuanto antes los castillos y los pueblos donde se adora la Cruz, pero si escucháis atento y medís bien mis palabras, veréis que sólo os ofrezco mi persona y mis soldados para hundir al agareno que es el común enemigo de nuestra fe y nuestro pueblo.
Jefe: ¿Y quien sois vos para hacer tan noble ofrecimiento en estos días aciagos de felonías sin cuento?
Embajador: Por la gracia de Dios soy un romano de abolengo que amando a la noble España del monarca Recaredo, vengo a dar guerra a los moros que han invadido este suelo soñando con que sería del Califa rico feudo.
Jefe: Bien habláis, noble soldado, Mas ¿Cómo yo he de creeros Si nuestros conquistadores También los romanos fueron? ¿Quién a la invicta Numancia obligó a arrojarse al fuego? ¿Quién a Sagunto obligó a morir tras largo asedio? Y si venís a ayudarnos porque vuestro guía es el celo de la santa religión del divino Nazareno, ¿cómo adoráis a los dioses Marte, Júpiter y Venus que en Roma tienen aún sus altares y sus templos?
Embajador: Capitán noble y cristiano, escuchad por un momento. Aunque los ídolos tengan sus adoradores ciegos que falsos cultos les presten en la Roma de San Pedro, también allí existen fieles que adoran al Dios del cielo y que creen como vosotros en Jesús el Nazareno. ¿Veis esta cruz sacrosanta que llevamos sobre el pecho? Es la Cruz de Constantino, la que derrotó a Magencio, la que ha extendido sus brazos por todo el romano Imperio, la que adoró la legión fulminante de guerreros que al lanzarse ala pelea con invencible denuedo terror y espanto infundían al enemigo más fiero. Esta cruz aquí nos trae para estar al lado vuestro y batir la Media Luna; que si a España en algún tiempo vinieron otros romanos a conquistar este reino para ensanchar sus fronteras y extender su vasto imperio, eran legiones paganas que a Cristo no conocieron y ni tenían nuestra fe, ni jamás les movió el celo, ni el amor a Jesucristo, sino a los bienes terrenos, y nosotros siempre somos de aquellos el fiel reverso. ¿Dudarás aún aceptar nuestro noble ofrecimiento?
Jefe: Creo que habláis, Centurión, como buen cristiano viejo y como cumple el buen nombre de un honrado caballero. Mas antes que yo descorra de este castillo los hierros y os deje franca la puerta, con el respeto que os debo os pido que confeséis y juréis por Dios del cielo que jamás os aliasteis con los cristianos perversos que dieron a la morisma paso franco en el Estrecho, ni pretendéis sojuzgar nuestros castillos y pueblos, ¿Juráis, pues, por nuestra fe respetar siempre los fueros y la noble independencia de todo el hispano suelo?
Embajador: Puesta la mano en la cruz de es no manchado acero, juro yo y conmigo juran todos mis bravos guerreros la independencia sagrada de todo este hermoso reino respetar, sin otra idea que combatir como buenos hasta lograr que a esconderse vuelva el moro al desierto.
Jefe: Si es todo cual lo afirmáis, llamad al punto a los vuestros que el castillo de Villena os acoge ya en su seno. Decid a vuestros soldados que los valientes guerreros defensores del castillo les darán pruebas de afecto y su pan y sus recursos los compartirán con ellos; decidles que la bandera que en el castillo tenemos han de jurar defender mientras les quede aliento, porque es la bandera invicta de la gran reina del cielo la Virgen de las Virtudes honra y prez de nuestro pueblo.
Embajador: Vuestra decisión aplaudo, vuestra invitación acepto, y desde este mismo instante contadnos ya entre los vuestros; nuestra gloria es ser soldados de la Reina de los cielos para luchar con los moros que pretenden someternos para robar nuestra fe e imponer la suya al pueblo. Pero eso nunca, jamás, jamás lo consentiremos porque juramos morir antes de ser viles siervos de los hijos de Mahoma y en la lucha cuerpo a cuerpo nos has de ver pelear sin cobardía ni miedo mientras haya un solo infiel que profane nuestro suelo. Y teniendo por Patrona A la reina de este pueblo, la Virgen de las Virtudes, plena confianza tenemos de vencer y de triunfar junto con vuestros guerreros pues no ha de faltarnos nunca el auxilio de los cielos.
Jefe: Así lo creo, romano, de nuestra Virgen lo espero; y puesto que hoy es el día en que se celebra en este pueblo en honor a su Patrona regocijados festejos, también nosotros con júbilo nuestra alianza celebremos y el clarín pregonará, sonando a los cuatro vientos, este pacto solemnísimo de los soldados iberos con los valientes romanos en contra del agareno.
Embajador: (dirigiéndose a los suyos.) Soldados de mi legión, hijos del romano Imperio, que lleváis de Constantino la invicta cruz en el pecho; ved de la noble Villena el fuerte castillo abierto; dentro de esos altos muros hay esforzados guerreros que aceptan nuestra alianza y admiten nuestro esfuerzo para que luchemos todos la misma idea defendiendo. Con ciega fe el estandarte de la Virgen hoy juremos. Entrad todos decididos y por la reina del cielo la Virgen de las Virtudes a luchar estad dispuestos; que si al dar el primer ¡viva! con ardor acometemos, no quedará en pie ni un moro en todo el hispano suelo.
(Se abren las puertas del castillo y entran los soldados romanos cuyo Embajador se abraza con el Jefe del castillo a la vista del público.)”
Según relata José María Soler en “Historia de las Fiestas de la Virgen, soldadescas y toros” es más que probable que las actuales comparsas copiaran en sus formas a las antiguas soldadescas al nombrar un Capitán, un Alférez y un Sargento (cargo que mantuvo hasta bien entrado el siglo XX), y, al utilizar los arcabuces para acompañar a nuestra Patrona y posteriormente usarlos en las guerrillas o escaramuzas: “La soldadesca en las Fiestas de la Virgen.
El 11 de abril de 1638, se nombró a don Antonio Díaz Navarro como Capitán, a don Juan Matheo de Márquez como Alférez, y a don Onofre Oltra como Sargento, para que se realizara ordenadamente el traslado de la Virgen a la ciudad en rogativa por la sequía y en atención a que algunos vecinos, “henchidos de devoción, quieren acompañar y gastar pólvora”. Es la misma fórmula que se ha empleado en la fiesta de cualquier cofradía. Pero aquella iniciativa sentó precedente, y, en 1646, se repitió el acto en sentido inverso, al retornar la imagen al santuario después de haber estado varios días en la ciudad para propiciar la lluvia. El argumento empleado en la solicitud sigue siendo el mismo que “hay muchas personas que tienen voluntad, para ayuda del festejo de este día, salir con sus arcabuces”. En esta ocasión, el Capitán fue el doctor don Juan Matheo de Márquez, que había sido Alférez ocho años antes, y para este cargo y el de Sargento se designaron a don Jerónimo Martínez de Olivencia y a don Pedro Martínez de Medina respectivamente. No se nos dice como iban vestidos aquellos arcabuceros, pero a buen seguro que irían uniformados de alguna manera.” (pg. 4)
Más adelante, página 5, Soler trascribe un acuerdo del ayuntamiento que él tilda de muy detallado y expresivo, fechado el día 10 de abril de 1750, en el que se puede leer: “Los comisionados don Alonso Rodríguez, don Pedro Antonio Herrero y don Francisco Cervera, acompañados de los beneficiarios de Santiago, habían hecho una cuestación por la ciudad para los gastos que origina la traída de la Virgen, y dicen que los vecinos “llevados de su piadoso celo, afectos y devoción a Nuestra Señora, habían dado y ofrecido aún más de lo que permitían sus facultades, y creían que no sólo habían fondos y caudales necesarios para los gastos acostumbrados, sino que sobrarían algunos.” En consecuencia, acordó la Ciudad traer a la Virgen procesionalmente desde su convento hasta la parroquia de Santiago, “con acompañamiento de hachas, fuegos artificiales, iluminaciones en las calles públicas y sierras que circundan esta ciudad y en su castillo, como siempre se ha practicado en las ocasiones que se ha traído, y que, al mismo fin, se adorne la iglesia con alhajas, pinturas y demás correspondiente, y en especial la capilla mayor donde se coloca la Imagen, disponiendo para ello se ilumine la iglesia al tiempo de la “entrada”. Se dispone también lo referente a las funciones religiosas, misas, sermones de oradores de mayor opinión y salvas con música y demás aparato que acredite la creciente devoción, esmero y culto de estos vecinos”. Se acuerda también estimular a los vecinos “para que formen las soldadescas que siempre han hecho en demostración de su júbilo”/…./ “Es la primera vez que vemos empleado el término “soldadesca”, y es de notar que son los vecinos los que tienen que formarlas, sin intervención de ninguna organización de tipo militar.”
Soler, concluye en su libro: “Y esa soldadesca que hemos visto intervenir tantas veces en fiestas cívicas y de cofradías, se incorpora definitivamente a las que sólo tienen relación con la Virgen de las Virtudes.”
El término soldadesca permanece buena parte del siglo XIX, en ocasiones se utilizaban las dos expresiones, soldadesca y moros y cristianos: “/…/ y es en 24 de agosto de 1847 cuando un grupo de vecinos, encabezados por Martín Vera, recuerda al Ayuntamiento que se hallan próximos los días 6,7 y 8 de septiembre, en el que se realizan funciones religiosas en los días de la Natividad de la Virgen y que el pueblo “coadyuva a ellas con soldadesca y fuegos artificiales, usando sólo armas con llaves de mecha”; solicitan que se pida permiso al Jefe Político “continuando la costumbre antigua hasta ahora observada.” El entonces Gobernador o Jefe Político, don José Rafael Guerra, autorizó de forma expresa, la celebración de aquellas “Fiestas de moros y cristianos”. Tres años más tarde el cargo lo ocupaba don Ramón de Campoamor, que en el certificado de autorización escribió: “/…/ que se hagan los fuegos artificiales y la soldadesca de moros y cristianos solicitados.”
Hay cierta controversia en cuanto a que Zapater afirmara que las fiestas nacen en el primer tercio del siglo XIX, cuando lo que en realidad dice Zapater es: “En el primer tercio del siglo, dos villenenses muy populares en su época, Clemente Sáez y Manuel Fita, levantaron el castillo de embajadas en la puerta de Almansa con el fin de dar forma a las escaramuzas de los Moros y Cristianos, que entonces se conocían con el nombre de las soldadescas.”
Aquel castillo, durante muchos años, tuvo una inscripción en la cara oeste que decía: “A los desvelos y cuidados de Clemente Sáez y Manuel Fita se debe este castillo”.
Pero don Salvador Avellán comentaba que aquella inscripción no era la original, puesto que en ella terminaba diciendo: “año 1843”.
Cuenta don José María Soler en su libro, sobre la aparición paulatina de las comparsas: “La primera en incorporarse a aquellas dos (se refiere a los Moros y a los Cristianos) quizá por influencia de las muchas procesiones de Semana Santa que se celebran por estas latitudes, fue la de Romanos, que en 1863 pidió permiso para salir con los Cristianos y los Moros.”
La abundancia de datos que Soler aporta a su historia es muy extensa y exacta, pero, con el tiempo han ido pareciendo otros que la centran un poco más. Un claro ejemplo es una crónica periodística de las Fiestas de Biar, concretamente el Semanario Pintoresco Español, que en el nº 19, publicado en Madrid el 5 de mayo de 1839 se incluye un artículo, en la página 140, que se titula “Costumbres valencianas: Moros y Cristianos”, que aunque esta dedicado a las Fiestas de Biar, al final del mismo relata como los vecinos de Villena consiguen apoderarse de la Mahoma, en disputa con los de Castalla y como es trasportada hasta nuestra ciudad.
Desconocemos desde cuando los de Biar prestaban la Mahoma a los villenenses, solamente sabemos que en ese artículo dice que en la disputa siempre ganan los de Villena. Qué significado tiene ese “siempre”. ¿Podría ser desde que comenzaron las fiestas en Villena? ¿Antes o después de la Guerra de la Independencia?
Dudas y todas ellas razonables si tenemos en cuenta las organizaciones de soldadesca existente en los siglos anteriores al XIX.
La razón de este escrito no es otra que despejar la duda planteada sobre si los Romanos fueron una Cofradía o una Comparsa. Los Romanos debieron participar en la Fiestas desde sus comienzos de manera puramente anecdótica ya que su cometido como cofradía soldadesca se debió limitar al acompañamiento de la Virgen haciendo salvas de arcabucería. Otro cometido, como Juan Catalán le cuenta a Alfredo Rojas, es hacer la Conversión del Moros al Cristianismo en el patio del Santuario el día 9 de septiembre.
Los Romanos necesitaban aliarse con los Cristianos para participar, de alguna manera, en la Fiesta, hasta que en 1863 solicitan su participación oficial, aunque ya lo hacían desde tiempo inmemorial.
Ejemplos existen en otras poblaciones, tanto de integración en la Fiesta como en el mantenimiento de su cometido como soldadesca pura, aunque en estos momentos el origen no sea lo más importante.
Este es el caso de Caravaca de la Cruz y sus Armaos.
Se trata de una estructura orgánica, eminentemente militar, con un Capitán a la cabeza, conjuntada en seis Escuadras cuyo número de componentes puede oscilar entre doce y dieseis. Esta estructuración es completamente nueva, creada con la renovación de 1998, aunque necesaria a la hora de organizar un colectivo amplio y la serie de servicios que le competen en torno a la Vera Cruz. Al frente de cada una de las escuadras se encuentra un Alférez. El Capitán y los Alférez forman la Junta Directiva o Ejecutiva de la Compañía, desempeñando el más joven de estos últimos el papel de Secretario de la misma, mientras que el Capitán es a su vez el Presidente de su Asamblea.
La Asamblea está constituida por la totalidad de componentes de la Compañía, con voz y voto. Todos pueden acceder a los cargos de la misma. Así el cargo de Capitán es elegido por la Asamblea y su mandato tiene una duración de tres años, no pudiendo ser reelegido. Al cargo de Alférez se accede mediante elección interna de cada una de las escuadras, siendo su duración la misma que la del Capitán.
Cada escuadra se denomina con base en un color: Hueso, Verde, Oro, Morado, Rojo y Azul. Esta denominación viene vinculada a aspectos relacionados con la propia historia del vestuario o con la de Caravaca de la Cruz. Así Hueso tiene relación con el faldón que tradicionalmente llevaba el Capitán, Verde con el faldón de los antiguos soldados de la Compañía, Oro con la Custodia y Engaste de la Cruz de Caravaca, Morado con el color de las Comunidades de Castilla en las que participaron caballeros de Caravaca, Rojo con las aspas de la Cruz de Borgoña o San Andrés de la bandera de Caravaca y Azul correspondiéndose con el ajedrezado del mismo color de la referida bandera. Su vinculación con la bandera se remonta al hecho de haber sido también custodios del Estandarte Real cuando éste era sacado por el Alférez Mayor en las procesiones.
La Compañía es autónoma, no integrándose en ninguno de los Bandos del ámbito de las Fiestas de la Cruz de Caravaca, estando dotada de sus propios Estatutos y Reglamento de Régimen Interior y vinculada directamente a la Real e Ilustre Cofradía de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca. Las posibles modificaciones tanto en los estatutos como en el reglamento han de ser propuestas por la Asamblea y aprobadas por el Cabildo de la Cofradía de la Vera Cruz.
Su Capitán, a efectos de protocolo, goza del mismo rango que los presidentes de los Bandos Moro, Cristiano y Caballos del Vino.
La Asociación de Moros y Cristianos de Callosa d´en Sarriá, en el año 2010, publicó un libro conmemorativo de de sus cientos cincuenta años, que coordinó Carles Tasa Berenguer, en el que recoge artículos de varios autores entre los que se encuentran Tomás Guardiola Sellés y Adolfo Salvá Ballester.
“Tomás Guardiola Sellés en la revista de 1954, habla ya de la presencia de diferentes vestidos en 1861, pero a partir de un supuesto manuscrito de Miguel Morató Gisbert, que se conserva en manos de su nieto Miguel Morató Saval. De este documento, del que no tenemos original ni copia, destaca las filaes fundadoras: Romanos, Contrabandistas, Cides, Navarros, Lana, Judios”, Granadinos y Capellanes.
Sobre los Romanos de Callosa, amplia Guardiola ese mismo año: /../ ”una filá o seudofilá, fundada en 1860”. Y sigue en estos términos: “Durante 31 años vistió con galas alquilando los trajes en Alcoy. Pero el año 1892 se reunieron 14 socios, entre los más entusiastas, y se hicieron los trajes, dividiéndose en dos grupos: uno de cuatro para llevar a la Virgen, y otro de diez para el Palio”.
Para Aldolfo Salvá, Los Romanos eran una filá constituida por diecisiete miembros en 1898 para portar la Mare de Deu en las procesiones.
Tenemos conocimiento de que la comparsa de Romanos también existió en Alcoy y en otras poblaciones, pero lamentablemente no disponemos de esa información.
A la pregunta cuando nacen los Romanos podemos añadir otra, como… ¿Qué eran los Romanos?
En el texto de la conversión, el Embajador Moro dice: “/…/ ¡Viva José soberano! ¡Viva su esposa la Reina! /…/”. Cuando nombra a José soberano se refiere concretamente a José Bonaparte, y eso nos traslada a la ocupación francesa (1808 - 1814). Si los Romanos junto con los Moros eran los encargados de declamar la Conversión en el patio del Santuario, es fácil pensar que en esos años, o muy próximos, ambas comparsas existían, como así mismo los Cristianos.
El hecho concreto de la existencia de las Soldadescas y las Cofradías desde el siglo XVII nos hace pensar que la soldadesca-comparsa de Moros, la soldadesca-comparsa de Cristianos y la cofradía-comparsa de Romanos podrían haberse creado en el siglo XVIII.
Para terminar diré lo que decía Alfredo en el año 1970: “Hemos preferido hacer esta exégesis como homenaje a la Comparsa de Romanos y como modesto punto de partida para una labor que algún día pueda sernos más viable y cuente con un vehículo distinto al que VILLENA (se refiere a la revista), constituye hoy. Aspiramos sólo a que pueda ser de algún interés a los lectores actuales y a que resulte de alguna utilidad en el futuro”.
Por: Primitivo Gil Saúco (Revista día 4 que fuera 2014)

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