1 jul 2023

1984 RECUERDOS DE VILLENA

"Recuerdos de Villena"
por Antonio Tovar Llorente (Miembro de la Real Academia Española)
El cielo es de claridad absoluta cuando descendemos del vagón en la mañana. Detrás de la estación, con el castillo de oro viejo en primer término, la sierra, brillante bajo el sol. Vamos a pie por el paseo y el parterre, por las calles, hasta la Plaza de las Malvas, donde vamos a vivir.
Comienza el curso, mi segundo curso de bachillerato. Empezaré a ir al Colegio, que está en un piso que han arreglado a toda prisa. Enseñan Don Pascual, Don Simón, Don Juan, Don Carlos... nuevos son los amigos, con su hablar algo distinto: Paco, Roberto, Agustín, Restituto, Juan, los hermanos Luis y Jaime... difícil volver a imaginarlos como eran entonces, sin desfigurarlos con lo que serían después, con la amistad ulterior, y su destino, en muchos ya cumplido, que borra mis primeros recuerdos.
Todo era sonriente en aquella primera mañana. Aquellos niños como yo, su hablar, con menos eses que el mío, con un uso más conservador que el mío del "le" de dativo y del "lo" de acusativo. Pronto descubrí que mi recuerdo del valenciano, que supe de pequeño, me hacía en aquella frontera entender mejor a la gente de los pueblos vecinos: Biar, la Cañada, el Campet.
Desde aquella primera mañana se me iba descubriendo aquella ciudad, en la que iba a pasar años, y a tropezarme con las primeras realidades de la vida.
Enseguida empecé a conocer la huerta, con excursiones y paseos que giraban casi siempre por los alrededores de la vía en dirección a la Colonia. Seguíamos los caminos junto a las acequias, y me iba familiarizando con aquella tierra tan distinta de la de Valladolid y de Villarcayo, en el extremo nordeste de Castilla la Vieja, donde hablamos pasado los años anteriores. Aprendí los nombres de los cabezos y de las sierras que se extendían por los alrededores, y que luego Pepe Soler haría con sus trabajos y descubrimientos, famosos para los arqueólogos.
La huerta era de una riqueza que yo no conocía, el cielo, radiante, aún en el comienzo del otoño, las torres gemelas de Santiago y Santa María presidían los dos barrios o parroquias de la ciudad. En ella había todavía grandes casas, con magníficas puertas y zaguanes. Santiago, todavía sin enlosar de mármol, exhibía su lujosa reja de hierro dorada a fuego y aquellos altares de madera maravillosos que había a los dos lados de la girola; las columnas en espiral de la iglesia, tan esbeltas, aún no habían sido doradas con oro falso.
Al otro día mi madre me presentó en casa de Don José, el profesor de piano. Había sido músico militar en la guerra de Cuba, y retirado muchos años hacía, enseñaba solfeo y piano. Predominaban, como era corriente entonces, las chicas, y ello me daba la ocasión de conocerlas, y poco después, de empezar a sentir una inclinación infantil hacia esta o la otra, preludios de enamoramientos. Seguí con mis estudios de piano, no muy rigurosamente seguidos, pero en el mundo de entonces, aún sin radio, la banda municipal, que tocaba a veces el andante de la Quinta Sinfonía, o la aparición temporal en los casinos, especialmente durante los carnavales, de sextetos o quintetos, que tocaban música clásica popular (Toselli, Pirné, el villenense Chapí, a lo mejor algo de Schubert), bastaba para mantener el interés por aquel arte.
Aquella mañana había abierto la etapa villenense de mi vida. Esos años difíciles de todo muchacho. Los amigos: Paco, Roberto, Agustín, también Julio y Jerónimo, unos años después Pepe Soler, que era algo mayor, y Alfonso Arenas, más joven. Con ellos hablaba y aprendía a descubrir el mundo, aquel mundo por de pronto limitado por la Sierra de Villena, los montes del lado de Biar, la Sierra de Salinas, los cabezos del Oeste y del Norte, hasta cerrar el círculo. Con ellos avancé en la vida en esos años, terminé el bachillerato, y me fui a estudiar derecho en el colegio de los frailes del Escorial. Me alejaría de Villena durante los largos meses del curso, pero aún volvería en vacaciones, y seguiría sintiéndome allí un villenense.
Extraído de la Revista Villena de 1984

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