16 abr 2024

1990 NADA QUE NO FUERA CINE

NADA QUE NO FUERA CINE
Conocí a Pascual Muñoz recién rebotado del seminario de Orihuela. Era casi un crío aún, muy espigado. No anunciaba todavía el corpachón que tendría después, allá por los años en que se casó con Cira.
Pascual se fue a Madrid porque su norte era el cine. Nunca le conocí otra afición, otro afán; no hizo nunca nada que no fuera cine, si exceptuamos un libro que escribió y editó sobre el guión cinematográfico. Fue discípulo aventajado —algo así como ayudante de cámara al que se le permitía filmar algunos planos— de Mur Oti, una de las personalidades más recias del cine español, a quien admiraba profundamente.
Pascual fundó su propia productora, «Leuka Films», con cuya marca creó una especie de trofeos que regaló a sus más íntimos amigos. (Aún conservo el mío, después de tantos años). Y cuando muchos productores alquilaban —y alquilan— cámaras durante el tiempo de rodaje de sus películas, Pascual Muñoz ya poseía su cámara de 35 mm., lo que decía mucho de su profesionalidad.
Hizo mucho cine industrial, y del bueno. Yo tuve la suerte de trabajar con él, e incluso le escribí un par de guiones tan dispares como «el cultivo y la exportación de tomates» y la «función social de una caja de ahorros»; película ésta que le fue premiada a título póstumo en un certamen de cine industrial celebrado en Santander, al que asistí en recuerdo de su amistad, de nuestra amistad.
Pascual solía montar sus películas en Sevilla Films y en el No-Do. Aquí el montador era nada menos que Quiterio Prieto, que tenía por ayudante a Julito Santainés. Con ellos aprendí algo del cine.
La enorme simpatía que Pascual irradiaba le creó gran cantidad de amigos en Madrid. En cuanto a cine, conocía a todo el mundo. Uno de sus más íntimos fue Joaquín Argamasilla de la Cerda y Elío, marqués de Santa Cara, que fue director general de cinematografía y teatro con el ministro Gabriel Arias Salgado. En casa de Joaquín celebramos una noche —larga y espléndida noche— que Pascual hubiese aprobado sus exámenes para corresponsal en Alicante de No-Do y TVE. Fue la víspera del triunfo de Massiel en el Festival de Eurovisión. (Por cierto, que Pascual apostó una paella a favor de Massiel, paella que le ganó a mi mujer). Esa noche Pascual tenía las orejas enrojecidas por haber estado todo el día con los cascos puestos en las pruebas.
Conservo de Pascual algunos objetos personales que me recuerdan muy a menudo su risa estentórea, su gracia para contar chistes e imitar la voz y el gesto de personas conocidas.
Fue muy largo en la amistad, y muy escaso en el egoísmo. Aún seguiría escribiendo de él si no me pesara la pluma. Por el recuerdo. Por haberle perdido como amigo. Tan joven.
JOSE GIL SANCHEZ
Extraído del libro... Jornadas Cajalicante de Cine Ameteur 1990
Cedido por... Joaquín Sánchez Huesca - El Eslabón Villena

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