— ¡Lo que menos me podía imaginar! ¡Pero si es Jeromo...! ¿Cómo va esa vida, hombre de Dios?
—Tirando, amigo; tirando na más, que ya es bastante.
—¡Pues no tenía yo ganas de charlar con V...! Le invito a unas habicas en los "Marruecos". ¿Vale?
—Andando, qu'hoy me coge V. con ganas de charreta. —¿Ha estado V. aquí ya alguna vez?
Pos sí. Vine una noche con mi nieta, que s'empeñó en que viéramos unos artistas qu'habían contratao por eso del centenario.
— ¿Y qué...?
—Pos, la verdá; qu'ar poco rato me se puso la cabeza como un perol. ¿V. sabe er ruido d'hojalata qu'hacen esos quitarrones con cuernos qu'agora s'estilan? A mí me gustan más las guitarras d'enantes, que tién las caderas reondas, como las mocicas, y tién tamién más suave er son.
—Los tiempos, Jeromo, que todo lo cambian.
—Pos en esto me creo que no hemos ganao ná. Mucho ruido en los quitarrones y pocas nueces en los que cantan, que si se va la lus se quedan fónicos. Hay aquí muncha engañifa, amigo. La Lola Flores, pongo por caso, no necesita aparaticos delante pa que retumbe tó er salón cuando ella canta.
—Eso es verdad, Jeromo, pero dígaselo a la gente joven, que es la que manda en esto.
—La gente joven no siempre tié razón. Y mal del menos que de tó se cansa. Otras cosas peores he visto ponelse de moda y pasar pronto...
— Y ¿qué le parecería si habláramos un poco de Fiestas? Tengo curiosidad por saber lo que opina acerca de las novedades ocurridas en los últimos años.
—Bastantes mudanzas han habío, sí señor, y no siempre güenas. Si no fuá porque no sargo nunca de la Cidá, yo diría que las Fiestas son d'otro pueblo. Yo siempre m'he sabío las comparsas de memoria, y agora no las conorgo. De las nuevas no me sé ni una, y las viejas han tomao la carruchera de cambiarse er traje. Hasta los "Moros Viejos" quién quitarse la plumica, ya ve si es manía...
— En eso, también estoy con V. Bien está la novedad, pero hay cosas que debieran respetarse. No me negará, sin embargo, que las Fiestas han tomado un incremento extraordinario.
— Dispense, amigo, pero eso der "incremento" no me güele bien. Si me quié decir qu'hay muncho más personal festero, le diré que güeno, pero tamién le diré que mardita la farta qu'hace tanta gente si han de estar una hora u más pasando escuadras de la mesma comparsa. ¡Y quéscuadras, amigo! ¿S'ha dao V. cuenta lo bonicos qu'están argunos con los ojos tan repintaos y la pelambrera sembró de "reflejos"? Güeno, esto de los "reflejos" se lo he oído a mi nieta, que tamién los gasta.
— Me he dado cuenta, sí señor. Y es una nueva tendencia que tampoco me gusta.
—Pos haga V. como yo y mi amigo Pere "er Clujío"... —¿Y que hacen Vds., si puede saberse?
— Pos como yo sabemos que la Entrada es un farafuste que dura seis u siete horas, y las comparsas no van a enseñarnos ná, derde nuestras sillitas de la Corredera los dedicamos a mirar a las mujeres de la otra orilla, qu'esas sí que enseñan...
— ¡Pero hombre, Jeromo! ¡El tío Pere y V. son unos picalubias...!
— Ya comprenderá qu'a nuestra edá no es por malicia. Es que los divertimos muncho viendo er trajín que se traen argunas pa tapalse lo que no pueden. Munchas ya, ni caso que hacen. Pero argunas se rajan la miaja la farda de tanto estirón que se pegan.
—Vaya, hombre. Veo con satisfacción que no pierde V. el humor.
—Es lo úrtimo que quisiá perder. Si encima de viejo fuá yo gruñón y malhumorao, no me hubiá V. convidao a este vino y a estas habas... que por cierto están mu güenas. A vel cuándo m'hace V. una visitica por allá riba pa retrucal-le er convite.
—Con mucho gusto lo haré, Jeromo, uno de estos días. ¿Vive V. todavía en el mismo sitio?
—En el mesmo, sí señor, qu'es mi casa y la de los amigos. Allí vivo y allí pienso morirme. No quió mudanzas, y menos agora, que ya tengo la calle arreglá.
— Pues hasta la vista, Jeromo, y déle mis recuerdos a su simpática nieta. —De su parte, amigo, y hasta más ver...
Extraído de la Revista Centenario Bando Marroquí 1866-1966
Cedido por... Francisco Marco Hernández
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