28 feb 2023

1959 NOCTURNO EN TRES TIEMPOS

NOCTURNO EN TRES TIEMPOS
Por ALFREDO ROJAS
LA PLAZA DE LAS MALVAS
Silencio. La plaza está hecha para el silencio. Hay en ella una antigua casa de piedra, con balcones anchos; con unas rejas oscuras, tupidas, casi a ras del suelo. Hay, contigua, una fachada alta, de una iglesia, con una puerta ojival y un campanario arriba, callado, bajo la noche inmóvil. Cercan las casas un jardín, con arriates a flor de tierra, donde la luz de unos altos faroles viste a las flores de colores extraños: espectrales a los blancos; oscuros, casi negros, a los azules, los violetas; y presta a los rojos un tono misterioso y aterciopelado.
Al silencio se une la quietud, y a ellos la soledad. Quieta está el agua de un minúsculo estanque, mudo el surtidor. Los bancos donde hace unas horas se sentaron los enamorados, protegidos por un celestinesco enrejado de cañas, tupido por plantas trepadoras, están vacíos, mudos también. Oscuros los balcones, cerradas las puertas, ni siquiera las flores se mueven, ni los tallos, las hierbas, los árboles, extrañamente quietos. Y en contraste con el increíble silencio, la muda estridencia de la luz...
Toda la vieja plaza respira serenidad. Y las cosas, en ella, sobrecogen el ánimo con su muda quietud. Porque están ahí las casas, de rectas fachadas, sosegadas, serenas; está inmutable, en su muda severidad, la blanca cruz que emerge de un arriate; está inmóvil la pirueta de las figuras que sostienen el tazón del estanque; y en la noche —arriba, vigilantes, las estrellas, echadas de panza sobre el cristal invisible del cielo—la plaza tiene la extraña inmovilidad del eremita en indescifrable y perpetua contemplación, que posee el secreto de las cosas, al que nada le afecta y que sin embargo está ahí quieto, sereno, silencioso.
SANTA BÁRBARA
A través de la noche, los sones de una campana se extienden sobre la ciudad y su alfoz. Son las campanadas limpias, argentinas, de Santa María. Las de Santiago suenan instantes después, lentas, graves, oscuras. Hasta Santa Bárbara —un cabezo desmochado, cuya derruida ermita miró de igual a igual a las torres de las dos parroquias, alzada hasta su altura con la complicidad de la última estribación de la cercana sierra—llegan las campanadas, y, después de ellas, la vibración del bronce que taladra la atmósfera y va lentamente amortiguándose hasta desaparecer.
La pequeña planicie de Santa Bárbara, a la que se llega tras la ascensión de una larga y fatigosa escalera, es un balcón sobre la ciudad, sembrado de incipientes pinos, con una fuente en el centro, cuyo grifo, mal ajustado, sisea en el silencio. Abajo, entre las casas, las luces, cubiertas por la pantalla que las hace invisibles desde lo alto, dan a las cosas una iluminación irreal, indirecta, escenográfica; más allá otras luces parpadean, entre la negrura uniforme que la noche ha extendido sobre la abigarrada huerta.
Corre una brisa serena y suave, que mueve las ramas de los pequeños pinos, que se extiende sobre el confuso montón de tejados, que se enseñorea de la ciudad y llega al campo, donde, allá, en el lugar por el cual correrá la carretera, se persiguen unas luces. Antes, ha acariciado la mole del castillo, centinela inmediato detrás de Santa Bárbara, de silueta rotunda entre la noche, a un tiempo gallarda y grave; adelantada y amenazante la torre del homenaje, huidos los muros que delimitan el foso.
Tras las casas apiñadas, más allá de la negra laguna de la huerta, los montes cercanos, oscuros; al fondo, las lejanas montañas, claras, bañadas de luna, difusas, de las que destaca solamente el perfil sobre el cielo luminoso; inmediata, la sierra, cuya cercanía permite divisar el ocre claro de la piedra, los relieves, las sinuosidades, las casas con fachada de hiriente blancura pegadas a su falda. Y, arriba, el cielo, combado sobre el valle, caído dulcemente sobre el horizonte, sembrado de estrellas, inmutable, eterno...
UNA CALLE
Esta calle es corta, de tejados blancos, con unas exiguas aceras, las casas blanqueadas por la cal, irregulares en su altura, en su trazado. El cielo es de un azul oscuro, adornado por una luna quieta, colocada en su centro, inmóvil, brillante, ante cuya luz solamente se atreven a asomarse unas pocas estrellas. Las demás, borrosas, se han escondido, anuladas por el blanco resplandor.
Borda la blanca luz, en el límite de la sombra que divide la calle, un festón formado por la continua curva de la teja moruna, que sigue fielmente los altibajos de los tejados; aquí, frente a esta casa pequeña, triunfa la luz hasta el bordillo opuesto; más allá, ante una casa alta y estrecha, hurta la sombra al claror toda la calle, y sube hasta la fachada de enfrente, haciendo más violento el contraste sobre la blancura de la cal.
Delante de la puerta, un carro, acostado, caído, tiende la muda súplica de sus varas al cielo. Más arriba, un montón de paja cubre casi toda la calle; esta tarde jugaron en él los chiquillos, y alguno duerme, ahora, tras cualquiera de estas ventanas abiertas, con unas briznas entre el pelo revuelto o pegadas al cuerpo por el sudor que afloró a la piel durante el juego.
Las bombillas son una gota de luz amarilla, sin resplandor entre la luminosidad de la noche. Sólo hay un balcón, descaradamente abierto a la calle; en todas las demás casas, pudorosas ventanas estrechas. Aquélla, cerrada, tal vez guarda un secreto. Esta tiene un cerco azul que destaca sobre la cal. Una tiene unos visillos, extrañamente quietos; otras, una humilde tela blanca. Las menos, dejan ver un techo inclinado, cruzado por vigas torcidas, patizambas.
Por encima de las casas, el cielo, con la luna en su centro, las pocas estrellas, centelleantes; borrosas las demás. Abajo, las casas tranquilas, las ventanas calladas, el carro, el montón de paja, el quebrado festón que divide la luz y la sombra.
Extraído de la Revista Villena de 1959

No hay comentarios:

..... CONTINUAR... PASAR PÁGINA Pinchar en... (entradas antiguas)
Esta Web no se hace responsable de las opiniones de sus lectores. Todo el contenido es público. Usted puede copiar y distribuir o comunicar públicamente esta obra siempre y cuando se indique la procedencia del contenido. No puede utilizar esta obra para fines comerciales o generar una nueva a partir de esta..
Web: www.villenacuentame.com
E-Mail:
villenacuentame@gmail.com