Llega a nuestras manos un reportaje fotográfico del viaje a Fontilles el 19 de mayo de 1963, cedido gentilmente por José Miguel Martínez García "Chemi", 36 fotografías originales que reproducimos acompañado de un artículo sobre este viaje publicado en la Revista Villena de 1963 en el que cuenta perfectamente el sentir del pueblo de Villena y su generosidad con los enfermos.
Vistas del Sanatorio de Fontilles
Dependencias del Sanatorio
Se ha hablado de lo extemporáneo en las Fiestas. Puede discutirse sobre la necesidad de limitar su exhibición a unas coordenadas geográficas y temporales bien delimitadas: Villena y Septiembre del 5 al 9. Pero es indudable que una palabra mágica obvia arrolladoramente cualquier considerando: caridad. El festero, de suyo, es generoso. Lo saben bien los forasteros que acuden en Fiestas y los villenenses que no salen. Parece que el simple acto de ponerse un traje le inviste de un algo especial y muy complejo, pero en el que siempre brilla inequívocamente una generosidad espontánea y amplia. La ocasión merecía la pena y los forasteros no dudaron.
Villena por Fontilles. Tal era el título de una emisión radiofónica que durante semanas sirvió para caldear el ambiente. Desfilaron presidentes de comparsas y miembros de las mismas. Todos se mostraron de acuerdo en lo fundamental. La Asociación Amigos de Fontilles laboraba incansablemente. La Comisión de Fiestas desplegaba sus mejores condiciones de organización. La gente respondía. Había entusiasmo, interés en que todo saliera lo mejor posible. La cuestación popular por el caballo y el itinerario del «jeep» de Fontilles por las calles de nuestra Ciudad, la víspera, señalaron el fin de los preparativos.
Y llegó el 19 de Mayo. La hora señalada para la salida era las cinco y media. Desde antes una larga línea de autobuses se extendía desde el Cocinero hasta San Sebastián en número superior al de treinta, que pronto se llenaron de festeros y paisanos en estrecha camaradería. A las seis salieron los autobuses acompañados de infinidad de turismos y precedidos por el «jeep» con altavoces y guardia civil de tráfico. En Alicante se incorporaron algunos camiones comerciales. Pese a lo temprano de la hora la fantástica caravana no podía menos que producir general expectación en los diversos puntos del recorrido.
La primera parada fue en Altea, una media hora, para reponer fuerzas. Y aquí comenzó la serie de admirativas demostraciones a cargo de los naturales del pueblo, veraneantes y turistas a medida que el abigarrado grupo se desperdigaba por las calles buscando los lugares apropiados. Y en seguida de nuevo a los autobuses que siguieron adentrándose en el corazón de La Marina, rumbo a Fontilles.
Por fin, se divisó a lo lejos la gran cruz que se alza en lo alto de la montaña. Lucía un sol espléndido cuando los expedicionarios descendieron de los autobuses dispuestos a desfilar. Hubo una pausa inevitable: aquello no era La Losilla, pero pronto se organizó una versión muy «sui generis» de la Entrada, en cuyo principio tuvieron los altavoces un papel destacado. Los acompañantes se dispusieron a lo largo de la carretera que desciende hacia la explanada final, así como los enfermos que iban a gozar de un verdadero espectáculo. La Banda Municipal de Villena tuvo que hacer una serie de maniobras para poder acompañar a las escuadras de todas las comparsas. Los airosos pasodobles festeros —«La Entrada», «Amparito Roca»— sonaron con garbo en el ámbito verde de Fontilles y con rapidez se logró la comunicación entre el público y los festeros, aspecto fundamental de las Fiestas. Aplausos, vítores, alegría a raudales, las filas se volvían insistentemente a un lado y a otro. El número crecido de piratas despertó en la plaza donde se alza el Monumento al Fundador y donde se había instalado una tribuna para las autoridades.
Seguidamente se celebró una emotiva Misa de campaña en la misma explanada, oída con general fervor a grupo compacto. Al alzar a Dios sonó el Himno Nacional mientras que se hacían las clásicas salvas de arcabucería Al finalizar, un reverendo Padre habló por los micrófonos, resaltando con sencillas y emocionantes palabras la trascendencia de los actos que se celebraban y que agradecía de todo corazón en nombre suyo y en el de toda la comunidad de Fontilles.
A continuación se llevó a cabo una visita general y un tanto anárquica a las dependencias, confraternizando pronto todos los presentes. Para la comida también hubo dispersión general. Después de la cual una última visita, en la que los piratas repartieron caramelos a diestro y siniestro, llegando hasta los que no se podían mover.
Hacía las cinco de la tarde abandonaron los autobuses Fontilles, dejando tras sí un recuerdo imperecedero y el agradecimiento sentido de quienes, gracias a la generosidad de las comparsas de Moros y Cristianos de Villena, han podido gozar de un espectáculo inolvidable. La única parada en la ruta de regreso fue Benidorm. Los primeros en llegar fueron cuatro moros nuevos, muy jaraneros, que despertaron la expectación general al pasear en un coche de caballos. Expectación que alcanzó limites de estupor al derramarse el núcleo de festeros, inundando con sus trajes policromos las calles de la localidad. Las dos horas de estancia fueron pródigas en toda clase de anécdotas y sucesos. Los estudiantes improvisaron una «cena de la sardina» cara al mar.
La hora fijada para regresar era las 11. Poco a poco fueron llegando a Villena los expedicionarios, cansados, pero satisfechos por la obra realizada. Atrás quedaban las fatigas, las incomodidades, los sucesos pequeños, el disfrutar más o menos. Pero es seguro que el recuerdo de los actos llevados a cabo por las comparsas de Moros y Cristianos de Villena en Fontilles no se borrará fácilmente de la mente de quienes los presenciaron.
Villena por Fontilles. Tal era el título de una emisión radiofónica que durante semanas sirvió para caldear el ambiente. Desfilaron presidentes de comparsas y miembros de las mismas. Todos se mostraron de acuerdo en lo fundamental. La Asociación Amigos de Fontilles laboraba incansablemente. La Comisión de Fiestas desplegaba sus mejores condiciones de organización. La gente respondía. Había entusiasmo, interés en que todo saliera lo mejor posible. La cuestación popular por el caballo y el itinerario del «jeep» de Fontilles por las calles de nuestra Ciudad, la víspera, señalaron el fin de los preparativos.
Y llegó el 19 de Mayo. La hora señalada para la salida era las cinco y media. Desde antes una larga línea de autobuses se extendía desde el Cocinero hasta San Sebastián en número superior al de treinta, que pronto se llenaron de festeros y paisanos en estrecha camaradería. A las seis salieron los autobuses acompañados de infinidad de turismos y precedidos por el «jeep» con altavoces y guardia civil de tráfico. En Alicante se incorporaron algunos camiones comerciales. Pese a lo temprano de la hora la fantástica caravana no podía menos que producir general expectación en los diversos puntos del recorrido.
La primera parada fue en Altea, una media hora, para reponer fuerzas. Y aquí comenzó la serie de admirativas demostraciones a cargo de los naturales del pueblo, veraneantes y turistas a medida que el abigarrado grupo se desperdigaba por las calles buscando los lugares apropiados. Y en seguida de nuevo a los autobuses que siguieron adentrándose en el corazón de La Marina, rumbo a Fontilles.
Por fin, se divisó a lo lejos la gran cruz que se alza en lo alto de la montaña. Lucía un sol espléndido cuando los expedicionarios descendieron de los autobuses dispuestos a desfilar. Hubo una pausa inevitable: aquello no era La Losilla, pero pronto se organizó una versión muy «sui generis» de la Entrada, en cuyo principio tuvieron los altavoces un papel destacado. Los acompañantes se dispusieron a lo largo de la carretera que desciende hacia la explanada final, así como los enfermos que iban a gozar de un verdadero espectáculo. La Banda Municipal de Villena tuvo que hacer una serie de maniobras para poder acompañar a las escuadras de todas las comparsas. Los airosos pasodobles festeros —«La Entrada», «Amparito Roca»— sonaron con garbo en el ámbito verde de Fontilles y con rapidez se logró la comunicación entre el público y los festeros, aspecto fundamental de las Fiestas. Aplausos, vítores, alegría a raudales, las filas se volvían insistentemente a un lado y a otro. El número crecido de piratas despertó en la plaza donde se alza el Monumento al Fundador y donde se había instalado una tribuna para las autoridades.
Seguidamente se celebró una emotiva Misa de campaña en la misma explanada, oída con general fervor a grupo compacto. Al alzar a Dios sonó el Himno Nacional mientras que se hacían las clásicas salvas de arcabucería Al finalizar, un reverendo Padre habló por los micrófonos, resaltando con sencillas y emocionantes palabras la trascendencia de los actos que se celebraban y que agradecía de todo corazón en nombre suyo y en el de toda la comunidad de Fontilles.
A continuación se llevó a cabo una visita general y un tanto anárquica a las dependencias, confraternizando pronto todos los presentes. Para la comida también hubo dispersión general. Después de la cual una última visita, en la que los piratas repartieron caramelos a diestro y siniestro, llegando hasta los que no se podían mover.
Hacía las cinco de la tarde abandonaron los autobuses Fontilles, dejando tras sí un recuerdo imperecedero y el agradecimiento sentido de quienes, gracias a la generosidad de las comparsas de Moros y Cristianos de Villena, han podido gozar de un espectáculo inolvidable. La única parada en la ruta de regreso fue Benidorm. Los primeros en llegar fueron cuatro moros nuevos, muy jaraneros, que despertaron la expectación general al pasear en un coche de caballos. Expectación que alcanzó limites de estupor al derramarse el núcleo de festeros, inundando con sus trajes policromos las calles de la localidad. Las dos horas de estancia fueron pródigas en toda clase de anécdotas y sucesos. Los estudiantes improvisaron una «cena de la sardina» cara al mar.
La hora fijada para regresar era las 11. Poco a poco fueron llegando a Villena los expedicionarios, cansados, pero satisfechos por la obra realizada. Atrás quedaban las fatigas, las incomodidades, los sucesos pequeños, el disfrutar más o menos. Pero es seguro que el recuerdo de los actos llevados a cabo por las comparsas de Moros y Cristianos de Villena en Fontilles no se borrará fácilmente de la mente de quienes los presenciaron.
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