27 jun 2022

1928 SIGNIFICACIÓN DE LA SEGUNDA ENSEÑANZA EN LA CULTURA GENERAL

Significación de la segunda enseñanza en la cultura general
LA segunda enseñanza supone la primera, como la especial o superior supone la segunda. Dedúcese de ésto, que no podemos saber qué significación tiene la Enseñanza secundaria, sí no sabemos lo que la primaría significa. La lógica, pues, nos impone, nos exige que hablemos antes de la enseñanza primaria para poner de relieve su significación en la cultura general.
¿Qué fin se propone la Escuela primaria? Educar e instruir al niño. De los niños han de salir los hombres que mañana han de actuar en la vida. De la instrucción y educación que reciban depende, en gran parte, el atraso o adelanto de los pueblos. Pensemos, sí no, en el bien que un maestro puede hacer a la Patria, y acaso al Mundo, suministrando a sus alumnos sabias enseñanzas y educación excelente. ¿Quién es capaz de calcular la parte que en el progreso de las ciencias y de las artes han tenido los grandes pedagogos con la difusión y práctica de sus doctrinas pedagógicas? Podemos afirmar, en tesis general, que la vida espiritual de un país es el barómetro que mide su vida material y que los pueblos más prósperos suelen ser aquéllos que poseen mejores escuelas y en mayor número.
Para que el niño pueda vivir, llegado a hombre, una vida plena, es preciso que la escuela le eduque integralmente. Mañana, el niño, será padre, esposo, ciudadano, colaborador en la obra social. Y no es posible que el niño cumpla bien estos deberes si no ha recibido una buena educación física, intelectual y moral. Sí, según el sabio aforismo de Juvenal, (mens sana in corpore sano) el alma no puede gozar de salud, si el cuerpo carece de ella, tampoco, creo yo, puede gozar de salud el hombre que no ejercita las funciones anímicas, en la medida conveniente. Para que haya salud es indispensable que funcionen, con regularidad, todos los órganos del ser humano.
La laureada Banda «Juventud Musical Villenense» fundada y dirigida por el distinguido músico D. Francisco Bravo Gracia.

Sí la educación del niño debe ser integral, la cultura que reciba debe ser general elemental. Gimnasia corporal y espiritual para desarrollar, armónicamente, todos sus órganos físicos y todas sus potencias psíquicas. Educación de su voluntad y de su carácter para orientarle en el sentido del bien y para extinguir, en lo posible, sus malas tendencias.
No olvidemos que el niño tiene una vida propia, sui géneris, muy diferente de la nuestra y que, en consonancia con ésto, su educación e instrucción deben estar supeditadas a las condiciones de esa vida. Dicho de otro modo: El niño tiene necesidades peculiares que demandan se las satisfaga, si no queremos perjudicar su vitalidad y, por lo tanto, debemos procurar adaptar la escuela al niño, y no al revés. Si así no fuera ¿de qué serviría esa ciencia llamada Psicología infantil, ciencia que se propone conocer al niño para llevar a la escuela una pedagogía en concordancia con su idiosincrasia?
Es un error, muy lamentable, pretender hacer del niño, prematuramente, un hombre. Abrigo la firme convicción de que el hombre más hombre no es el que vivió ménos vida de niño, sino al contrario. Acordémonos de que la mayoría de los niños precoces se malogra siempre. ¿Quiere decir ésto que abandonemos al niño a sus impulsos naturales?. Nada más lejos de mi pensamiento. El niño necesita de orientación, de guía. Pero es perfectamente compatible guiarle y orientarle, dentro de su vida, de acuerdo con su psicología, y no sumergirle, tempranamente, extemporáneamente, en el mundo nuestro, tan extraño y distinto del mundo infantil.
El niño ama el juego ¿por qué no permitírsele?. Su atención es débil ¿por qué se le fatiga?. Le gustan los cuentos ¿por qué no contárselos, siempre que sean bonitos y de ellos se desprendan bellas enseñanzas? Tiene decidida tendencia a hacer las cosas ¿por qué no se le proporcionan los medios para que las haga? Algo, en España, se hace en esta dirección, aunque no tanto como fuera y es de desear.
El niño es el problema más complejo y difícil de resolver; y la misión del maestro la más ardua. Misión que tiene tanto de arte como de ciencia. ¡Son tan diversos los niños! Uno es egoísta, otro soberbio, aquel generoso, este atrevido, ese otro pusilánime, aquel pendenciero, el de allá autoritario, el de acá servil, el de allí, avaro, el de acullá pródigo. ¡Qué variedad de caracteres! ¿Cómo hará comprender el maestro al egoísta que obrando bien ganará más que obrando mal? ¿Cómo habrá de guiar al autoritario para que mañana ejerza prudentemente su autoridad y no degenere su autoritarismo en opresora tiranía? ¿Qué métodos empleará para transformar la soberbia en dignidad? ¿Qué medios aplicará a fin de que el atrevido frene su atrevimiento con la prudencia? ¿Qué enseñanzas y qué procedimientos educativos pondrá en juego, como más eficaces, para ayudar a despertar, en su día, la vocación del niño? Como vemos, cada niño es, realmente, un problema. En rigor, cada uno requiere una pedagogía especial.
Cada uno es un problema, de cuya solución, más o ménos acertada, depende que la segunda enseñanza dé mejores o peores frutos. Por experiencia sabemos que los alumnos que vienen bien preparados de la primera enseñanza son los más aprovechados en la segunda, en igualdad de condiciones.
Claramente se infiere de todo lo expuesto la siguiente conclusión: El fin que debe perseguir la escuela elemental es el de fecundar, esto es, hacer fecunda la vida infantil, intensificando y fortaleciendo todas sus funciones corporales y anímicas, (teniendo en cuenta su psicología) de tal modo que, una vez recibido el impulso, pueda polarizar su vida, el niño, en un sentido siempre ascendente, dentro de las normas del bien. Tal es, a juicio mío, la significación que debe tener la primera enseñanza. Hablemos de la segunda ahora.
El niño ya tiene doce años. No somos partidarios de que ingrese en la segunda enseñanza antes de esa edad.
Las facultades psíquicas del niño de doce años, que acaba de ingresar en la segunda enseñanza, se hallaban, cuando empezó a asistir a la escuela elemental, en estado embrionario. Su vida, corporal y espiritual, se ha desarrollado. Su organismo físico es más fuerte. Tiene más memoria; su carácter es ménos instable, ménos tornadizo; su coeficiente de atención es mayor; su inteligencia más acentuada; su razón le permite abstraer algo; su voluntad es más consciente, mejor dicho, ménos inconsciente; su carácter más definido; su imaginación más viva; su sensibilidad más fina; sus sentimientos, antes vagos y confusos, empiezan a concretarse; en una palabra: Su vida anímica ha ganado en riqueza, en la medida en que se ha diferenciado y especializado. Inútil recordar que la vida de todo ser es un proceso de diferenciación.
Verdad ésta que ha cristalizado, que ha encarnado en el siguiente apotegma latino: Omne vivum ex ovo. De una célula de un huevo, por diferenciación progresiva, se deriva el complejo ser humano.
El niño a esta edad, a los doce años, todavía no sabe qué vocación debe seguir. Inferimos de ésto que la segunda enseñanza debe proporcionarle una cultura general más extensa, más preñada de conocimientos que la primera.
La segunda enseñanza, como continuación de la primera que es, debe ser también eminentemente educativa. Cultura general, a fin de que, llegada su adolescencia, cuando empieza a sentir su vocación, pueda el alumno emprender los estudios especiales ó profesionales acordes con ella. Lo segundo, porque la vida del hombre debe ser una obra de educación continua. De hecho, la educación del hombre, buena o mala, dura lo que su vida. Pero aquí no tratamos de eso. Aquí se trata de que, una escuela que eduque bien a sus alum-nos, y una segunda enseñanza que vigorice y robustezca esa educación, son garantía, de que una buena parte de ellos, en el transcurso de su vida, continuará educándose en la dirección que la escuela y segunda enseñanza le hayan dado. Lo mismo cabe decir de la cultura general. Cuanto más amplia y sólida sea mejor. Sin una buena cultura general no se puede descollar en nada. Lo probable es que, el alumno que ha recibido una buena cultura general, continúe ampliándola durante toda su vida. Los espíritus más originales, han sido siempre los que recibieron, o mejor, los que poseyeron una cultura más enciclopédica, más universal. Ellos fueron también los más comprensivos y tolerantes. Pues saber, es comprender; y comprender, tolerar.
Lo importante es infundir en el alumno el amor al estudio. Claro que esto depende de los métodos pedagógicos que se apliquen y de los medios de que dispongan los establecimientos de segunda enseñanza.
La enorme trascendencia de una excelente cultura general estriba en ésto: en que pone en actividad todas las potencias anímicas y en que hace ver al alumno que todos los conocimientos se relacionan y enlazan. Nos serviremos de algún ejemplo: No se puede saber Psicología, si no se sabe Fisiología; ni Física, sin saber Matemáticas; ni Historia, sin saber Geografía. Hasta para conocer mejor nuestro idioma es necesario conocer algún idioma extranjero. Al propio tiempo que se aprende un idioma extraño se aprende el nativo, el vernáculo. Del propio modo podemos decir que el mejor medio de conocernos a nosotros mismos y de conocer nuestro país es conocer al prójimo y a los países de fuera.
Siempre he dudado de la sabiduría de esos especialistas que se encierran en la torre de marfil de su especialidad, como el caracol en su concha.
Recluidos en su especialidad, por una aberración inexplicable, miran con desdén todo lo que no caiga dentro de ella. ¡Como si todos los conocimientos no fueran solidarios! Ocurre con esto, lo contrario de lo que ocurre en otro orden de cosas: se ha dicho: «Lo que se gana en extensión se pierde en intensidad.» Esto es cierto en el orden físico, como por ejemplo: cuando se trata de un calorífico o de un foco luminoso. En lo espiritual ocurre lo contrario. Y no sólo en lo espiritual, sino en lo que se refiere a lo vital. Una gimnasia general, armónica, equilibrada, intensifica las energías biológicas. Mientras que una gimnasia parcial las debilita. La vida mental también se intensifica con el ejercicio armónico de todas sus funciones y se debilita si el ejercicio es parcial. Esto se explica porque la vida anímica es una e indivisible y sus funciones son, en consecuencia, solidarias. Esta solidaridad se da también en lo orgánico; pues, en último resultado, todos los órganos cooperan a la vida. Resulta, por lo tanto, que en el orden vital, lo que se gana en extensión se gana en intensidad y profundidad. Ya he dicho que los hombres más cultos son los más originales. Agreguemos a lo dicho, que los filósofos y pensadores más profundos fueron y son los que poseyeron y poseen una cultura vastísima.
A mí juicio, la significación de la segunda enseñanza no es otra que la señalada. En último término, no se trata más que de un proceso cultural educacional, que empieza en la escuela primaria,
se prosigue, con mayor acento, en la enseñanza secundaria, continúa, después de ésta, y acaba con la vida del individuo. Pues, a mis ojos, no hay espectáculo más bello, más hermoso, que una vida siempre ascendiendo, siempre en evolución, siempre en pos de un ideal artístico, científico, etc.
¿Qué significación más bella puede tener la segunda enseñanza, en la cultura general, que contribuir a que ese ideal se realice, si no por todos, por algunos de sus alumnos?
Luis Ferriz García

Extraído del periódico Villena Joven de septiembre 1928

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