D. Enrique de Villena y su tierra natal.
INICIACIÓN A LA DEFENSA DE LA NATURALEZA VILLENENSE DE D. ENRIQUE DE VILLENA.
Por PEDRO HERNÁNDEZ HURTADO
Cuando se lee a investigadores y estudiosos de los orígenes de la literatura española y tienen que referirse a la COLECCIÓN DE CRÓNICAS ESPAÑOLAS, Zurita, Ayala, Huete, del Halconero, estos siempre que nombran a D. ENRIQUE DE VILLENA lo hacen ponderando su estudiosa vida, su saber, de que es el primero que habla o trae a las letras patrias incorporaciones magistrales de las grandes bases de nuestra civilización por sus conocimientos del latín, del griego, del hebreo y del árabe y también, cómo no, de la controversia sobre el genio de este hombre, que unos le llaman mago, brujo y nigromante y otros gran científico que adelantó siglos su saber a su tiempo.
La personalidad de D. Enrique de Villena, si curiosa para tantos grandes estudiosos, para nosotros los villenenses tiene la peculiaridad singular de estar en la alta fama literaria y científica portando como apellido el nombre de nuestro pueblo. A la pregunta de por qué, muchos dan la respuesta equivocada de porque fue Marqués de Villena, precisamente lo que nunca fue.
Este alto y controvertido personaje, víctima de la más cruel saña vengativa «en lo que más quería», que eran sus libros, cuando fallece en Madrid, en el Alcázar Real, durante visita a la que fue llamado, como otras veces, por su sobrino el Rey Juan II, que se holgaba de lucirse con su tío atendiendo petición de Embajadas, ahora la de Francia con sabios de aquel país que a tal efecto llegaban interesados en hablar con personalidad científica cuya fama traspasaba las fronteras, el Rey, impresionado por su muerte y porque se dice en Madrid que las tormentas e inundaciones que lo asolan, y hasta el desbordamiento inusitado y catastrófico del río Manzanares, están provocadas por el maléfico influjo del fallecido, manda traer del pequeño señorío de Iniesta, donde ya años vive apartado D. Enrique de Villena, todos sus libros y escritos, que ocupan dos carretas, y ordena al Inquisidor fray Lope de Barrientos los queme, salvando si alguno estima.
El Catedrático F.J. Sánchez Cantón en su Edición, Prólogo y Notas del «Arte de Trovar», Madrid, 1923, encuentra que es el cronista Zurita en sus «Anales de Aragón» quien da la primera cita, tomo II, edición de 1668, de un comienzo de los estudios de las obras de D. Enrique. Han pasado silenciadas, tal por la sanción inquisidora aunque no olvidadas, 234 años.
Transcribe cartas de Quevedo al Conde Duque de Olivares del prólogo a OBRAS de Fray Luis de León, del 29-7-1629 que dice: «Excmo. Señor: En mi poder tengo un libro grande del infante Don Enrique de Villena, manuscrito digno de grande estimación, Entre otras obras suyas de grande utilidad y elegancia, hay una de la gaya ciencia, que es la arte de escribir versos; doctrina y trabajo digno de admiración por ver con cuanto cuidado, en aquel tiempo, se estudiaba la lengua castellana...».
Se han localizado los escasos ejemplares salvados y los citan en la Biblioteca del Escorial, British Museum, B.N. de París, Biblioteca Menéndez Pelayo, de Santander, más algunas de relevantes particulares,
En el ya más docto siglo XIX los nombres prestigiosos de Menéndez Pelayo, Amador de los Ríos, integran con sus opiniones las brillantes series de los comentarios; E. Cotarelo con su ENRIQUE DE VILLENA. SU VIDA Y SUS OBRAS. Madrid, 1896, facilita para su estudio al siglo XX donde registramos en los apéndices de D.C. Carr (Vancouver, 1973) hasta 23 Tesis Doctorales sobre Don Enrique de Villena, su influencia, su obra, etc., firmadas en las Universidades de Madrid, Barcelona, Oxford, Wallenford, Salamanca, Londres, México, New York, Yale, sólo hasta 1971.
En estos estudios serios sobre su obra, aparecen controversias basadas en personales deducciones y frases contradictorias como «Cotarelo opina...»; «… por eso es razonable suponer...»; «... Hay que admitir,..».
Los estudiosos se excusan culpando a copistas que olvidan las fechas de las obras y tienen que deducirlas por relación con otras...
Si esto ocurre en lo científico más fácil será errar en datos sobre la persona. La «Crónica del Halconero de Juan II» dice sitio y fecha de su muerte: «Alcázar Real de Madrid, miércoles, 15 diziembre año del Señor de 1434». Pero todos confiesan desconocer el lugar y fecha de nacimiento. Esta la admiten por simple deducción, pues que dicen tenía 50 años dan por buena el 1384, pero se puede objetar que tuvo que nacer en 1385, porque su padre en la guerra con Portugal que termina en la batalla de Aljubarrota (14-8-1385), donde muere la flor de la nobleza castellana entre la que estaba D. Pedro de Aragón, ya Marqués de Villena por cesión de su padre, y no conoció a su hijo D. Enrique, éste nacería más de mediado 1385 y no en 1384.
A juicio como el del Catedrático Sánchez Cantón que escribe en su citado Prólogo y Notas «... habiendo perdido a su padre en Aljubarrota, fue llevado a Aragón, donde residía su abuelo D. Alfonso, Marqués de Villena —primer Marquesado concedido en Castilla (1386)—, conde de Ribagorza y de Denia, a más de Duque de Gandía» se puede replicar: en 1384 el abuelo D. Alonso no puede vivir en Aragón, porque el testamento de Juan I le designa regente de su hijo que será Enrique III. Es también el primer Condestable de Castilla. ¿Cómo va a residir en país extranjero? Ni cabe que una madre mande a su hijo recién nacido al abuelo. Será que viven en la misma casa y para señalar ésta ninguna más lógica que la titular de su flamante Marquesado y en su espléndido castillo, plaza fuerte de su rico feudo, que enclavado sobre rocoso otero rodeado de los mejores bosques para la caza, según asegura en el libro de ella el Príncipe D. Juan Manuel, y a su pie las huertas que fecundan las abundantes aguas manaderas, es como oasis desde la meseta al mar, centinela de Castilla en la frontera del Estado de Aragón. Y pues que le había cedido los condados de Ribagorza y Denia a su primogénito D. Alfonso, a los que se fue soltero después de hacerle incumplir su compromiso con D. Enrique I, recogido en su testamento de casarlo con su otra hija D.ª Leonor, quedó viviendo con él su segundo hijo D. Pedro, con su esposa D.ª Juana, hija de D. Enrique II, y a este segundo hijo cede su Marquesado. Lógico que allí naciera en el castillo de Villena, su primer hijo varón, D. Enrique, como antes había nacido su primogénita D.ª Leonor, y por eso ambos fueron llamados DE VILLENA y no DE ARAGÓN como se apellidaban su padre y su abuelo, que todavía no era Duque de Gandía, porque tal título aragonés lo tuvo mucho después, que se lo dio en 1399 su sobrino D. Martín I, proclamado Rey de Aragón, cuando le envía heraldo a Villena invitándole a su coronación, y ya hacía 5 años, desde 1394, que no era Marqués de Villena porque el Rey Enrique III le había quitado el título y la mayor parte de las tierras y villas del inmenso feudo, dejándole solamente Villena, y Almansa (otro indicativo de que vivía en Villena) por ser las dos plazas fuertes contra las que consideró prudente el Rey no arriesgarse. Las que también tomó a su muerte, dejando a su primo sin nada, con el solo nombre del lugar donde había nacido, que éste usaría siempre.
Cuestión que también hace deducible su nacimiento en Villena es que cuando su madre D.ª Juana pide a su hermano el Rey Juan I la llame, porque no puede más vivir con su ariscado suegro, y la llama, se marcha sólo con su hijita D.ª Leonor porque el abuelo retiene al nieto, continuador de su estirpe. El Rey casa a su hermana en segundas nupcias con D. Dionís, pretendiente al trono de Portugal, y la reclamación que esta le hace a su suegro de las 40.000 doblas de oro de su dote, que D. Alonso no le da, es uno de los motivos que el Rey utilizó para desposeerlo del Marquesado.
Otra: D. Enrique, que es asombro por su «ligereza» en aprender lenguas, edita sus primeros libros en valenciano, y luego él mismo los traduce al castellano, su «materna lengua». ¿Y en qué residencia de Castilla para aprender el valenciano, lengua que se aprende del pueblo, mientras se crece, mientras se juega, que no sea Villena, en la frontera con el Reino de Valencia, donde se mezclarán en el Castillo criados y sirvientas de los vecinos pueblos valencianos?
Otra es la indiferencia con que el Marqués, también Condestable de Castilla, desatiende este altísimo cargo, el primero del Ejército, asistiendo cada vez menos a la Corte que, aunque itinerante, siempre estaba lejos de Villena. De haber residido en otra parte de sus vastos territorios castellanos, más al centro, en tierras secanas, hubiera podido asistir con facilidad. Varias citas testimonian heraldos reales a Villena: una del Adelantado Mayor del Reino de Murcia D. Alfonso Yáñez Fajardo, que le trae carta del Rey «quien verbalmente le hizo saber que el Rey le aguardaba en Segovia» (Crame, pág. 25).
Hace un par de años tuve ocasión de hablar sobre esta cuestión con el Profesor de Historia Medieval de la Universidad del País Vasco D. José Ramón Díaz de Durana. Se encariñó del tema. No recordaba que lo hubiera intentado nadie. También por entonces recibí de Antonio Pérez-Torreblanca Guardiola, residente en París, villenense de corazón por memoria de su padre y abuelo que eran villenenses de naturaleza, fotocopia de un artículo de Néstor Luján en relación con el tema que nos ocupa y del que sacamos las ilustraciones para este artículo.
Meses después el Profesor Díaz de Durana me enviaba lo que le habían indicado era «uno de los escasos y mejores estudios sobre ENRIQUE DE VILLENA». Y me escribía: «Siento decirle que a pesar de todo no he podido averiguar el lugar de nacimiento». Pero en la «Edición, prólogo y notas de Derek C. Carr, ENRIQUE DE VILLENA, "TRATADO DE LA CONSOLACION", Espasa-Calpe, S.A., Madrid», cuya fotocopia de cien páginas era lo que me adjuntaba, me subrayaba algo:
«I. Vida del Autor. Ignoramos la fecha exacta del nacimiento de don Enrique de Villena. Pérez de Guzmán nos dice que "murió en Madrid en edad de cincuenta años", y la Crónica del Halconero de Juan II fija la fecha de su muerte en "miércoles a 15 de diziembre, año del Señor de 1434". Basados en esta información (y aquí me subraya a tinta el Profesor Díaz de Durana): podemos calcular que debió de nacer en 1384. Tampoco sabemos nada cierto del lugar donde nació don Enrique, pero es posible que aconteciera en alguna parte de Castilla, ya que en la dedicatoria de su traducción de la ENEIDA hay una referencia "a la materna lengua castellana”(3). Madrid, Biblioteca Nacional. ms. 17975, fol. IV».
De esa referencia a «la materna lengua castellana» surge valiosa deducción a que nació en su materna castellana VILLENA, ¿Qué otro sitio de aquella Castilla todavía salteada por focos de la guerra civil, que la lejana y por su enorme extensión de tierras y villas, «como un reino dentro del reino» se decía, que la plaza fuerte titular del flamante Marquesado?
Antes cité la gran cantidad de tesis doctorales que en este siglo se han presentado en tan diversas Universidades sobre el tema de D. Enrique de Villena. Mucho más se estudiará sobre él, pero puede quede sin estudiar eso que dicen ignorancia del lugar de su nacimiento, que el lector verá nosotros deducimos en Villena. Y lo asegura también Tomás Crome, en su «DON ENRIQUE DE VILLENA». Col. de biografías de Ed. Atlas, Dr. J. Arrarás. Madrid, 1944.
Ahora que Villena cuenta por centenares su juventud universitaria cabe esperar de los que tengan vocación investigadora que alguno se interese por dar luz universal al dato de la naturaleza de D. Enrique, dato no nimio y de clara importancia para nuestra ciudad, si con todo el rigor exigible se prueba que personalidad histórica tan relevante nació aquí en nuestra tierra, y forma, sin la actual duda ajena, por su rango y antigüedad, a la cabeza de la serie de ilustres hijos que de tan brillante calidad cuenta la biografía de Villena.
Extraído de la Revista Villena de 1992
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