12 jul 2023

1992 LAS TRES ÚLTIMAS REINAS MORAS EN ESPAÑA

LAS TRES ÚLTIMAS REINAS MORAS EN ESPAÑA
Por JOSÉ MAGIA, «MASIANO»
Puesto que somos la Comparsa de Piratas el último eslabón del Bando Moro en los desfiles y puesto que somos una comparsa mora, me ha parecido conveniente plasmar este relato de las reíos moras de nuestros hispanomusulmanes de antaño.
Fueron las tres últimas de estas reinas de la monarquía nazarita de Granada, que duró dos siglos y medio, hasta fines del siglo XV. Todas han entrado en nuestra historia, pero en general no sabemos más que sus nombres, casi todos en forma incorrecta, y una que otra anécdota, también apócrifas y no fidedignas.
Pero existen en el libro «Boabdil», del Dr. Fidel Fernández, y en las obras del siglo XVI de Hurtado de Mendoza, Pérez de Hita y Mármol, o en comentarios modernos sobre ellos, bastantes detalles sobre estas reinas.
Comenzamos con la madre de Boabdil, llamada en castellano la Reina Aixa, aunque su nombre era Fátima. Fue princesa real de Granada y primera esposa del penúltimo Rey de Granada, Ali, mejor conocido como Mulay Abu al-Hassan-el Mulhacén de los cronistas castellanos cuyo nombre ha sido preservado como el del pico más alto de España, en la Sierra Nevada.
Fátima era lo que los franceses llaman «la femme fatale», pues trajo la ruina y la desintegración del reino debido a sus celos fanáticos contra la segunda reina del Rey Ali, Ia Sultana Zoraya, nacida Isabel de Solís. Como señora feudal de la frontera cristiana había sido capturada Isabel en una razzia fronteriza y estaba en cautiverio dorado en el palacete de la Torre de las Infantas de la Alhambra, esperando su rescate. Acaeció un día, cuando el Rey Ali cabalgaba en el camino de ronda entre las torres defensivas, que le tocó ver una cara hermosísima encuadernada en una ventana decorativa del pequeño palacio, y se enamoró de Isabel. Convino su linda cautiva en casarse con él, tomando el título de la Sultana Zoraya. Le dio dos hijos, los Infantes Qá'id y Násr, y aspiraba al trono para Qá'id, a pesar de la existencia de entonces príncipe heredero, Boabdil, pero como la reina primera, Fátima, no pudo verles y estaba determinado en ver como sucesor de Ali su propio hijo, incitaba a os Abencerrajes a rebelarse contra el Rey. Ali dejó la Alhambra y se instaló con Zoraya y sus hijos en un magnífico castillo del valle de Lecrín en la entrada de las Alpujarras, Mondújar. En el curso de las guerras civiles entre Abencerrajes y Zegríes se en debilitó tanto el reino que dio ímpetu a la reconquista de aquel país por los Reyes Católicos en 1492.
Antes del traslado del Rey a Mondújar llegaron a tal punto las relaciones entre el soberano y la Reina Fátima, con su hijo, que les tenía encarcelados en la Torre de las Damas de la Alhambra. Pero Fátima, con su red de espías y agentes, logró comunicar con los Abencerrajes y concertar el escape de su hijo. La evasión se efectuó con una soga de covijas, mantas y sábanas. En ésta bajó Boabdil a las manos de sus partidarios, que formaron una escolta, y le pusieron a la cabeza de la rebelión que en fin derrocó al Rey Ali.
Es lástima que no poseemos retrato de esta famosa mujer, aunque sí lo tenemos de su hijo; juzgando de las características faciales de éste y del carácter de Fátima, podemos suponer una cara moruna con ojos y pelo negrísimos y un aspecto áspero y duro. Era también orgullosa, y mucho menos que despreciar con las palabras que le atribuye la leyenda negra contra su hijo, defendió su honor y su dignidad hasta tal punto que casi fracasaron las capitulaciones de Granada por su insistencia en considerarlas como tratados entre potentados iguales y no una rendición. Y con tanta furia insistió en este punto que el Rey Católico convino en solamente darle un abrazo a Boabdil al despedirle y que el rey árabe no besara las manos a los Soberanos Católicos en momentos de entregarles su ciudad de Granada.
Acumuló Fátima mucha propiedad en Granada, en parte de sus padres, reyes anteriores, en parte de su considerable dote del Rey Ali y mucho de su hijo el último rey. Vendió a la Reina Católica todas sus propiedades por una considerable fortuna en maravedíes de oro en 1492 antes de buscar refugio en Marruecos con sus tesoros.
Una especie de leyenda negra apócrifa del siglo XVI contra Boabdil, «El Rey Chico», nos dice que viendo a su hijo llorando a pérdida de Granada en la loma llamada «El Último Suspiro del Moro» al sur de Granada, Fátima le regañaba por llorar «como mujer» por un reino que no supo defender como hombre. Nada más lejos de la verdad. Estaba ella, en aquellos momentos ya bastante lejos de él, en camino de Alpujarras, vigilando su preciosa caravana de mulos y burros cargados de sacos de oro —los maravedíes de la Reina Católica—. Y en cuanto a la valentía de su hijo en la defensa de Granada sabemos que salió un día de a Puerta de Elvira con 500 jinetes de la caballería ligera de la Guardia Real para atacar a la real de Santa Fe con sus decenas de millares de caballeros y soldados —las fuerzas de una España unida— y volvió por la misma puerta con sus botas chorreando sangre en la calle. Quiso defender la Alhambra hasta la muerte, pero el muy prudente Rey Católico ya había comprado, con más de los famosos maravedíes de oro, a los ministros, incluso el Primer Ministro, Yúsef Aben Comixa, los xeques y los nobles de Granada que le amenazaron con sublevación en la capital. Fue entonces cuando hubo de pactar capitulaciones honorables y favorables para su pueblo, y aceptó el señorío de las Alpujarras como dominio propio en que con su pueblo, los amargos días del fin de la España Musulmana. Notamos, sin embargo, que la bendita de Fátima prefirió pasar el resto de su vida en un palacio marroquí.
Boabdil había trasladado los ataúdes de sus antepasados los reyes nazaritas de Granada de la Rauda en la Alhambra a castillo de Mondújar, donde edificó una mezquita funeraria. Pero Aben Comixa, sirviéndose de un sello falso, había vendido las Alpujarras al Rey Fernando, en Barcelona, sin el conocimiento de Boabdil, y, cansado de tantas traiciones y convencido que los nuevos dueños de España realmente querían quitarle del camino, para evitar un foco de lealtad de los moriscos, decidió el Rey Chico en seguir los pasos de su madre a África. Con eso, enterró a su esposa, la dulce Moraima, tercera de nuestras reinas moras, muerto de tristeza, en el panteón real de Mondújar, y partió por el puerto de Adra al destierro, En Marruecos, su primo el Rey de Fez, le recibió con honores y le permitió edificar un nuevo palacio de la Alhambra en que vivía, rodeado de la nobleza de Granada, hasta la invasión de Marruecos por la dinastía actual de los Sherifes de la Casa de Filali. En estos momentos el Rey de Fez le rogó a su primo que se enfrentara a los ejércitos sherifianos en el río al-Háwit, con su caballería noble de Granada para darle tiempo en que alzar un ejército de suficiente fuerza para resistir a los sherifes. Lo hizo, como ¡efe de a vanguardia, y murió con su cuñado Ali Atar y toda la nobleza granadina en un vano esfuerzo para evitar que los sherifes cruzasen el río; sus cuerpos fueron arrastrados por el río y perdidos en el Mediterráneo. Así murió el hijo de Fátima del cual habla la leyenda negra en términos tan injustos.
Llegamos a la segunda reina, la Sultana Zoraya. Isabel de Solís, respetada, con sus hijos, por el victorioso Rey Boabdi , se fue, en momentos de la caída del reino, a la real de Santa Fe y se puso balo la protección de la Reina Católica. Se bautizó de nuevo, con el nombre de Isabel, y logró que sus hilos, Qá'id y Násr fuesen bautizados también, con los nombres de Fernando y Juan, en honor de sus padrinos, el Rey Católico y el príncipe Juan de las Españas. Luego se casó con un noble castellano y desaparece de la historia, dejando descendencia solamente por el Infante Násr —D. Juan de Granada— los Duques de Granada.
La última de las tres reinas, Bint al-Huth, hija del famoso alcaide de Loja, Ali Atar (el padre), ha recibido en la historia el nombre de Moraima, no sabemos por qué, pero de lo que sabemos de ella, parece que era muy dulce, muy religiosa, y de carácter enteramente opuesto a la de su suegra Fátima. Cuando partieron de la encantadora Alhambra por última vez, la reina de Boabdil le abrazó cariñosamente, diciéndole: Ahora que ya no tienes reino, refúgiate en el corazón de tu mujer, Vivió con el Rey Chico en su efímero reino de las Alpujarras, quizás en la casa solariega de ladrillo en Fuente de la Victoria del Presidio de Andarax. Cerca de aquella casa queda lo que los campesinos llaman todavía «la Fuente de la Reina». Allí atendieron a la educación de sus dos hijos y vivieron una vida campesina, y, cuanto al Rey, de cazador.
Si uno de sus hijos heredó la dulzura de su madre, el otro, Áhmad, mostró todo el orgullo de su abuela, Fátima. Había sido rehén en la real de Santa Fe, donde la Reina Católica le llamó «el Infantico» y propuso bautizarle, antes de la llegada de Isabel de Solís, reconociéndole como Infante y Duque de Granada, con grandes estados propios. El hijito de Moraima, de unos ocio o nueve años, le agradeció, pero puso su mano en su pequeña espada y dijo: Soy rey e hijo de reyes; conquistaré mí reino con m espada. Efectivamente, conquistó un nuevo principado en África.
Pero cuando llegaron las nuevas de las funestas maniobras de Aben Comixa y la secreta voluntad de los Reyes Católicos, se enfermó Moraima, y murió, allí en Andarax, la infortunada reina que tanto amó a su patria española que no quiso dejarla en esta vida. En su testamento la piadosa soberana dejó terrenos y rentas en Mondújar para la mezquita funeraria e indicó que quiso ser enterrada con los reyes de Granada. Se había muerto de un corazón quebrado.
Algún día, cuando realice Bellas Artes su proyecto de constituir a la iglesia morisca de Mondújar —sucesora de la mezquita— en Monumento Nacional y mausoleo real de los reyes de Granada, veremos la humilde tumba en bóveda de ladrillos rojos, como su casa en Andarax, de la última reina mora de nuestros hispanomusulmanes de antaño.
Tres generaciones después de Moraima se rebelaron los moriscos del reino de Granada, bajo Aben Humeya. De las reinas de este último rey moro de las Alpujarras en el siglo XVI, casi no tenemos datos fidedignos, pero nosotros de las Fiestas de Moros y Cristianos tenemos un parentesco con aquel movimiento que fue el verdadero origen de nuestras fiestas, porque los mismos moriscos desterrados de las Alpujarras y otros de reino de Valencia resistieron en la última guerra de moros y cristianos, la real orden de Felipe II I, expulsándoles de España en la primera década del siglo XVII.
Y más, por nosotros Piratas moros, hay que acordarse que estos mismos moriscos, en los siglos XVI, XVII y aun hasta el XIX, se constituyeron en los piratas berberiscos del Mediterráneo, siempre anhelando bajarse otra vez en su querida  España, así dando más ímpetu a nuestras fiestas en su memoria y un interés muy especial en su historia y en la de sus reinas.
Extraído de la Revista Villena de 1992

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