30 jul 2024

1995 EL CLAMOR DE LOS REFUGIADOS GUATEMALTECOS

El clamor de los refugiados guatemaltecos. Una Vida nueva que comienza. Por TOÑI TECLES MARTÍNEZ y JAVIER ESQUEMBRE MENOR. Villeneros misioneros, residentes en Petén (Guatemala).
Todo empezó en la Guatemala de los años 80. Los gobiernos militares emprendieron una campaña militar conocida como «tierra arrasada». Son conocidos los efectos de esa estrategia, las crueldades cometidas contra la población civil no conocieron límite, masacres y terror. Hombres, mujeres, niños y ancianos murieron, no hubo distinción en el uso de los métodos más crueles, principalmente contra los indígenas (porcentaje mayor de la población en Guatemala).
Los que tuvieron tiempo (más de un millón de personas), huyeron a las áreas marginales de los centros urbanos. Miles se refugiaron en las montañas y selvas del norte del país. Cientos de miles salieron del país en busca de asilo, principalmente a Méjico.
Todo fue sufrimiento. Dejaron sus hogares, cosechas, animales y demás pertenencias..., todo fue devorado por el fuego. Sus seres queridos asesinados por la furia irracional. Los que pudieron, huyeron. En el camino, hambre, frío, cansancio, miedo..., mucho miedo y muerte de muchos al cobijo de la selva.
La Iglesia pobre de los campesinos mejicanos los recibieron como hermanos, todos pertenecían a la gran familia maya. Les dieron un saludo fraternal y compartieron con ellos sus pobres tierras, su poco frijol y tortillas, su agua y su casa.
La situación del pueblo refugiado ha sido desesperante en los 13 años de refugio. Únicamente por el gran esfuerzo y capacidad organizativa, han logrado mantenerse.
Bienvenida a los hermanos refugiados guatemaltecos en el Aeropuerto de Sta. Elena. (Petén. Guatemala).
La experiencia del refugio en los tres campos del sur de Méjico: Chiapas, Campeche y Quintana Roo, ha llevado a miles de mujeres y hombres a un alto nivel de organización, que les permitió ver un futuro mejor. Equipos de trabajo, comisiones de Relaciones Exteriores, Diálogos, Finanzas, proyectos de Educación y Recreación. Están organizados por sectores: catequistas, promotores de salud, de educación, de Derechos Humanos, grupos de jóvenes y de ancianos. Ha sido intensa su capacitación en aspectos agrícolas, pecuarios, artesanía, industria, textil, sastrería, etc.
Han contado con el apoyo solidario de diversas instituciones nacionales e internacionales, tanto para su vida en el refugio, como para los preparativos y realización del retorno desde Méjico a Guatemala.
Ellas y ellos saben que si las cosas han sido difíciles en el refugio, lo van a ser más ahora que retornan a tierras nuevas (las suyas), a empezar una nueva vida. Pero también saben que cuentan con la solidaridad de su pueblo Maya y campesino.
Muchos y muchas presenciaron cómo sus hijos, padre, hermanos, eran golpeados, torturados, violados, despedazados..., y aún tienen los ojos llenos de esas imágenes, pero también, dicen ellos, nuestros corazones están llenos de esperanza, porque Dios quiere que las cosas cambien y nosotros necesitamos que así sea, para vivir en dignidad.
Los primeros días del mes de abril, llegan a Petén (zona norte de Guatemala) las primeras 350 familias decididas a volver a su país de origen.
Un avión durante tres días se asoma al aeropuerto de Flores (Santa Elena) cargado de papás, mamás, niños y de sus animalitos. Es la vida que se desborda. Llegan con interrogantes en sus caras y en su pensamiento. Van hacia Tierra Prometida. Quienes le acompañamos, palpamos esa presencia de Dios. Ya es la última etapa. A medida que avanzamos, el rostro de la gente se va iluminando, ya hablan, hasta se ríen... Caminando, nos adentramos en la selva, en su casa. Hay abundante vegetación, árboles gigantes, frutos que regala la Madre Tierra. Gozan señalando y recordando el nombre de las plantas, frutos, pájaros. Caminando un millar de personas juntas pero organizadas, sintiéndonos unidos, sintiéndonos hermanos..., vibrando con ellos, comprendiendo sus sufrimientos.
A la llegada al lugar de asentamiento, nos dio la bienvenida una tormenta impresionante, en la que nuestros hermanos indígenas entendieron que el Gran Hacedor les hablaba a través de los relámpagos y truenos, que eran fuera de lo normal. Fue una bienvenida solemne.
A partir de ahora, el reto de UNA VIDA NUEVA QUE COMIENZA está en marcha, el clamor del pueblo guatemalteco refugiado es escuchado por todos: autoridades, gobierno, Naciones Unidas, campesinos, iglesia..., entre todos queremos caminar, no es fácil pero luchamos.
Mujeres indígenas-refugiadas muestran sus rostros cansados pero esperanzados, al regreso a su país de origen... mientras los niños duermen.
Para nosotros, el acompañamiento al pueblo retornado de los refugiados, ha sido y está siendo una bella experiencia, un nuevo desafío, donde hemos vivido la realidad de una fuerte comunión eclesial.
Una vez más, los pobres hacen la Iglesia.
Desde acá, desde Villena, el desafío pasa por cuestionarnos qué tipo de acompañamiento, de compromiso tenemos con los más pobres, necesitados, parados...; pasa por valorar nuestra pertenencia y participación en la Iglesia y si está respondiendo la Iglesia (que somos todos) a los retos actuales; pasa por cuestionar nuestra política interior y exterior:
¿Se está distribuyendo la riqueza?
¿Se está favoreciendo la acogida a los inmigrantes?
¿Se están ampliando las prestaciones sociales?
¿Se favorece la participación ciudadana?
¿Se fomenta el respeto por el Medio Ambiente?
Pasa por romper comodidades y revisar nuestras relaciones humanas y pasa porque nuestro trabajo sea una acción liberadora a favor de la justicia y de la dignidad de la persona.
Extraído de la Revista Villena de 1995 

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