Infoville o la fuerza del sino. Por MARI ÁNGELES RODRÍGUEZ
Andaba yo entre cacerolas cuando empecé a oír hablar de un proyecto de informatización de la ciudad, de un plan masivo de implantación de ordenadores. Pero, como tantos otros, no prestaba la más mínima atención a la idea, metida como estaba en mi rutina diaria. Entonces llegó lo del carro. Me refiero al artículo del diario "El Mundo" en él se informaba-desinformaba de que un plan del siglo XXI se iba a llevar a cabo en un pueblo plagado de boinas y botijos. Y mira usted por donde el susodicho artículo, que hizo primar lo literario sobre lo real cargándose la primera regla de lo periodístico, hizo resurgir entre nosotros el amor patrio a nuestra tierra chica: puede que no entendiéramos nada de lo que se avecinaba, pero el que más y el que menos sabía que la Plaza de Santiago no es una cañada para el Ganado.
EI proyecto se presentó en Bruselas y los principales periódicos nacionales lo reflejaron. Alguien de Madrid me llama y, entre otras muchas cosas, me pregunta: ¿Cómo lleváis lo de Infoville? Me quedo perpleja, ¿Info qué?, le digo. Como suele ocurrir, fuera de este municipio se había creado mucha expectación y vivido el acontecimiento con menos escepticismo que entre nosotros.
Tras pasar por el Manzanares, Infoville llegó finalmente a Villena. Fue el 12 de diciembre del 96. La Casa de Cultura se puso a punto. El alcalde, Vicente Rodes, habló de que nos había tocado el "gordo" de Navidad, de la posibilidad que se nos ofrecía de conjugar tradiciones y tecnología en un proyecto puntero que había decidido que Villena fuese su compañera de viaje. Eduardo Zaplana, presidente de la Generalitat Valenciana, que al fin y a la postre había hecho posible el milagro, se encargó de recordarnos que entre Villena y Valencia no existe el abismo que creíamos, por eso la elección de esta ciudad no había sido casual, sino una especie de desagravio histórico. El montaje, muy a la altura de las circunstancias, me recordó dos películas: una, "Todos los hombres del presidente", por la llegada, casi pericial, de Zaplana entre fuertes medidas de seguridad; y la otra, "Bienvenido Mister Marshall" porque todavía era posible que los americanos de Berlanga redujeran a puro espejismo nuestro entusiasmo villenero. Pero fue precisamente eso, el orgullo de lo propio que tanto nos caracteriza lo que, a decir del padre de la criatura, José Emilio Cervera, fue determinante a la hora de decantarse por este pueblo situado en una encrucijada de caminos.
Mister Marshall no pasó de largo. Detuvo su vehículo y empezó a colocar ordenadores a diestro y siniestro convirtiendo a Villena, según explican los que entienden del tema, en la ciudad más informatizada de Europa. Pero eso era lo fácil, el darle a una tecla, y luego a otra... y que falle y que vuelva a fallar, lo previsible. Lo más difícil es ser parte activa en un proceso de cambio, contribuir a que las sociedades industriales pasen a ser historia, hacer camino a sabiendas de que es poco lo andado y mucho lo que queda por andar. "Conejillos de indias", subrayan los detractores. Bendito sea. Sólo falta que Villena aparezca en el "Play-Boy", pero el proyecto, aunque atractivo, no llega a erótico.
Gracias a Infoville, nuestra muy noble villa ha tenido una proyección inusitada, tanto a nivel nacional como internacional. Los medios de comunicación han hecho de Villena un referente. Esto es así y siempre será así. Y si pasado mañana nos dijeran que los ordenadores eran de cartón-piedra, y las ciudades virtuales un producto febril de algún quijote moderno, Infoville habría sido de todos modos agua de mayo. Pero encima es real.
El proceso de informatización de la ciudad ha sido doloroso; su asimilación, lenta. Yo no soy una apasionada de la informática, ni mucho menos. Lo que de verdad me ha enamorado de Infoville es lo que implica de novedoso, su carácter pionero, la oportunidad de abrir brecha, experimentar, no quedarse quieto. Renovarse o morir. Supongo que a todos nos cuesta ponernos el chip para hacer las compras por ordenador o tememos convertirnos en ese personaje de orejas puntiagudas de las películas de ciencia-ficción mientras escuchamos al Gran Hermano dirigiendo muy técnicamente nuestro plan del día a través de una sofisticada pantalla de luces intermitentes.
La pugna estará en intentar elegir nuestro destino antes de que el destino nos elija a nosotros. Como ha sido siempre, antes y después de Infoville.
Extraído de la Revista Villena de 1997
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