7 mar 2025

COMIENZAN LAS FIESTAS DEL MEDIEVO 2025 CON UN PREGÓN DE ELEUTERIO "LUTE" LLENO DE VIVENCIAS

Villena ha vivido una semana de tensión con las previsiones del tiempo, pero llegó el día y aunque un poco de frío… hacía buen estar al comienzo de las actividades de las Fiestas del Medievo 2025. Un pregón de vivencias y poesías de Eleuterio “Lute” por el barrio del Rabal recordando amigos a los que ha deseado “que no descansen en paz” y que sigan su tarea de artistas en sus cosas. 
Vivan las Fiestas del Medievo y que viva el Rabal.
PREGÓN MEDIEVO 2025 POR ELEUTERIO GANDÍA “LUTE”
Señores reyes católicos doña Isabel y Fernando, señor alcalde y concejales del ayuntamiento de Villena, vecinos y vecinas del Rabal y cuantas personas colaboráis con ellos, asistentes a este anuncio del comienzo de las fiestas del Medievo, muchas gracias por vuestra presencia en esta pequeña pero acogedora plaza.
He de decir que es para mí un privilegio extraordinario y un emotivo honor, que la Asociación de vecinos del Rabal me haya designado como pregonero en este año tan significativo, en el que se cumplen 500 años de la declaración de Villena como ciudad.
Quienes nacimos en los años cincuenta del pasado siglo, como es mi caso, desconocíamos que existían los televisores, y no podíamos ni imaginar que nuestros nietos prestarían escasa atención a este aparato que tanto significó, para nosotros, y jugarían incansables con la play, la tablet el teléfono, escribiendo wasap, expertos en redes sociales y utilizando otros variados y sofisticados juguetes tecnológicos.
Nuestros juegos, en cambio, tenían lugar en calles sin asfaltar de nuestra ciudad. La calle fue nuestro lugar de encuentro, donde cada bocanada de sus humos, cada gota de agua de sus lluvias, estaban compartidos.
En la calle descubrí la tristeza y el amor, la amistad, mi soledad y la de otros como yo, el silencio y la lágrima, la alegría y la rabia, las primeras y rotundas emociones.
Todo era de todos y ella nos era con el sentido de lo común propio, con la avidez de estío del gorrión. Las casas eran bajas y alineaban madres, niños, padres, enseres y sonidos de incertidumbre y viento; sus aceras, eran como brazos abriéndose al abrazo; sus gentes un beso de amantes, un aleteo humano de futuro y plenitudes.
Sólo de vez en cuando, silenciosos transeúntes, las llantas de acero de un carro o el apacible balar de ovejas en retorno, rompían con timidez de alondra sus silencios.
Todo en la calle era solemne, todo se había aglutinado en nubes de colectividad; las miradas se amaban en un cauce de ojos, los besos en ríos de bocas, las sonrisas en estrellas de tierra y de metal.
La calle era además humana y bondadosa, limpieza y claridad, verbena y luto, ojos, manos y cuerpos, sólo limitación de espacio, toda profundidad de almas humeantes.
Muy cerca de mi calle había descampados donde podíamos improvisar campos de fútbol irregulares en los que, sorteando caballones gastados y otras alteraciones del terreno, la pelota no iba donde queríamos sino donde menos lo esperábamos.
Durante varios años esta fue nuestra única geografía conocida, no sabíamos que más allá de ella había otras calles, otros descampados, otros barrios, unos parques y hasta un teatro.
He de reconocer, no sin vergüenza, que yo no tenía ni idea de la existencia del Rabal, lo único que había oído era un insulto: rabalero y rabalera que, la verdad dicha, afortunadamente nunca utilicé, porque no sabía que significado tenía.
Cuando cumplí los catorce años empecé a trabajar en Timbrados Navarro, una empresa de impresión, cercana a mi casa, en la que coincidí con el que sería para siempre mi mejor amigo: Pedro Marco, a quien le deseo que no descanse en paz y siga pintando, donde quiera que se encuentre, murales, nubes, y cuadros en los que haya que seguir buscando un caracol.
Pedro me invitó un día a ir a su casa en la calle Baja para que viera "El infierno", primer cuadro que pintó. Supe entonces que fuera de la limitada geografía de mi calle y mi barrio, el pueblo era mucho más grande de lo que yo podía imaginar.
Además de la calle Baja hicimos un recorrido por todo el Rabal y quedé impresionado para siempre de la angostura de sus calles, de la belleza de sus casas viejas, de su placidez y de los amigos de Pedro, los "Cuervos Blancos".
Todo ello me hizo sentir rabalero en el mejor sentido de la palabra. Y rabalero me siento desde que atrevidos, intrépidos, voluntariosos, entregados, generosos e innovadores jóvenes, constituyeron la Asociación de vecinos del Rabal y tuvieron la genial idea de celebrar la fiesta del Medievo, en la que he tenido el honor de colaborar, ininterrumpidamente, desde 2005, dando recitales de mi propia poesía.
De aquellas primeras actuaciones surgieron, como por arte de magia, "Los Juglares del Lute", imprescindibles en la fiesta del medievo, dirigidos, y lo digo con orgullo de padre, por Jordi Gandía, quien es, además, el autor de los textos.
Son cómicos de calle que hacen teatro infantil para adultos y son capaces de concentrar en un pequeño espacio a mayores y niños. Apenas tienen recursos, pero tienen su arlequín, su pantomimo que interpreta varios personajes, su ridículo botarga, su divertido histriónico, también su partiquino y su comicastro.
Son un conjunto de verismo. Sus guiños, sus gestos, sus mensajes, te pueden hacer llorar o reír hasta desternillarte, porque una escalera no es una máquina de coser, ni los héroes se tejen con hilo de algodón.
Otro buen día, viviendo yo en Alicante, otro rabalero a quien he querido con todo mi corazón: Alfredo Rojas, a quien también deseo que no descanse en paz, porque como afirma Miguel Hernández: Por un beso de bocas/futuras y doradas/ relumbrará mi sombra. Y añado yo, sé que sigues haciendo favores a quien te lo pida, hablando de fiestas y escribiendo sin descanso con la precisión, belleza y emoción que siempre te ha caracterizado.
Alfredo me invitó una noche a dar un paseo por el Rabal. Tan placentero fue que, desde entonces, cuando he tenido la oportunidad, he paseado solo y en silencio por esas calles de retorcida belleza.
La última vez que lo hice fue el 25 de septiembre de 2024, y el paseo fue tan agradable que cuando llegué a casa escribí el poema que les voy a recitar, con el que doy por concluido este pregón que anuncia las fiestas del Medievo.
PASEO POR EL RABAL.
Solo, nocturno, silencioso y atento, 
voy paseando por las angostas,
estrechas y antiguas calles del Rabal,
donde mucho tiempo atrás
convivieron en paz tres religiones.
La tolerante herencia que dejaron
son imperecederas.
Manifestaciones del vivir cotidiano
llevan marcada como a sangre
y vuelo, su impronta.
Al principio del recorrido
la torre de la iglesia que
antes fue mezquita,
sobresale puntiaguda
Te adentras en el barrio.
faroles artesanos
forman en las callejuelas
charcos de luz tenue,
que permiten distinguir sus calles,
sus casas bajas,
ganas recién
con elegantes aldabas de bronce
en las puertas, otras que apenas
se sostienen en pie,
pero desprenden murmullos
de vida de quienes las habitaron.
Olores aromáticos
salen de las casas habitadas,
es la hora de la cena
Dominándolo todo el castillo,
testigo mudo de la historia,
mira como de reojo a sus habitantes,
Su atalaya parece alcanzar
cielos utópicos y estrellas imposibles.
Resuenan mis pasos
y el eco de los zapatos
al pisar sobre el asfalto.
Nadie viene de frente.
nadie va detrás.
Estarnos a solas el silencio 
la belleza y yo.
No soy un fantasma 
sino un hombre feliz,
soñando mientras paseo 
el arrabal de mi ciudad
Viva el Rabal. Que empiecen ya y Vivan por mucho tiempo más las fiestas del medievo.
Fdo: Eleuterio Gandía Hernández
7 de marzo de 2025 

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