A VILLENA
Los perpetuos avatares de la vida artística han sido la causa de que, casi sin apercibirme de ello, haya tenido la ocasión de vivir unas horas intensas bajo los puntos de vista humano y artístico en un rincón de mi querido país. Y sobre todo de haber experimentado de cerca el vibrar de todo un pueblo ante el arte más universal de todos: la música. Para mí fue asimismo motivo de íntimo gozo ver y oír cómo unas orquestas del rango de la London Symphony, acostumbrada a actuar en los más renombrados teatros y salas de conciertos del mundo y ante los públicos más exigentes, la noche del once de enero dieron lo mejor de sí mismos conscientes de la calidad y de la capacidad de entusiasmo del público ante el que estaban tocando. Porque la capacidad de captación emotiva de un público no está limitada ni definida geográficamente.
Hay pueblos que, a pesar de no tener, desgraciadamente, un contacto diario o frecuente con la música, la llevan en la sangre. Y en España, ocupa Villena un puesto privilegiado. Ello pudimos comprobarlo el once de enero pasado y en el rincón de mis más íntimos recuerdos artísticos ocupará un lugar especial la vibración, el entusiasmo, el recogimiento con que fueron oídos y acogidos los geniales pentagramas de «La Revoltosa».
Es verdaderamente sobrecogedor pensar que un lenguaje musical pueda aunar por un momento pueblos y almas diferentes. Y en ello reside la grandeza de la música. Y ello hace que los pueblos musicales lo sean también grandes.
Una grandeza de alma que yo he tenido la suerte de vivir por unas breves horas en un pequeño gran pueblo español: Villena. A Villena, a todos sus habitantes mis más sinceras gracias y mis mejores deseos de alegría y prosperidad.
JESUS LOPEZ COBOS
Extraído de la Revista Villena de 1976
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