OTRA ANÉCDOTA
(Así pasó, así lo cuento)
Como es costumbre, ya de largos y antiquísimos años, en todas las Comparsas y una vez pasadas las Fiestas, aun cuando hayan sido muy cortos los presupuestos y largo el déficit, se origina por tradición, una comida de hermandad, para toda la Comparsa, incluidas las esposas, novias, hermanas, madres o festeras, que deseen asistir a dicha comida y esta de la cual me ocupo, no fue una excepción a no ser que en' vez de ir al Santuario, se nos ocurrió ir al campo en la Casa de la Noguera. Bien temprano, en un camión que por entonces tenía Salvador Quiles echamos todos los bártulos necesarios para dicha comida y montamos todos cuantos no teníamos bicicleta, (medio corriente de transporte por aquellos tiempos) unos treinta y dos o treinta y cuatro.
Entre los presentes, se encontraba un excepcional festero llamado Jesús (El Diablo) que ya estaba en lo alto del camión, cuando acertó a pasar por allí un conocido suyo, el cual le preguntó.
¿Dónde vais Jesús?
Y él le respondió.
Voy a ver si emborracho a todos estos.
Puestas así las cosas, sale el camión y sin contratiempos llegamos a nuestro destino. Se desparrama la gente y cada cual a su cometido.
Cuál no sería nuestra sorpresa, cuando llegó la hora del yantar el echar en falta a Jesús, que preguntando a unos y otros, llegamos a la conclusión, de que no se le vio en toda la mañana.
Nos distribuimos entre la casa y el campo buscándolo y al cabo de cierto tiempo, lo encontramos, tendido en la regaera de un bancal de alfalfa como una cuba. Al preguntarle que le pasaba, dijo que le había sentado mal la bebida. Cosa rara y casual puesto que aquel día fue el único que se emborrachó.
Así lo cuento y así pasó. Los viejos servimos para eso.
Antonio Torres
Extraído de la Revista Día 4 que fuera de 1987
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