15 ago 2022

1955 HISTORIA ARTÍSTICA DEL TEMPLO DE SANTIAGO DE VILLENA

HISTORIA ARTISTICA DEL TEMPLO DE SANTIAGO
Por Belén Portillo Cardona
Licenciada en Filosofía y Letras
VILLENA es una hermosa ciudad situada en una fértil llanura, regada por las aguas del río Vinalopó y circundada por encrespadas y agrestes sierras, cuyo nombre empieza a tener resonancias nacionales en la época medieval. Su airoso castillo, que desde lugar preeminente domina la vega y Ciudad, cobijó en sus recios muros a los célebres Marqueses, enraizados sus linajes con la rama bastarda de los Trastamara de Castilla y la casa real de Aragón; quizá por esta circunstancia o fruto de la época se nos muestran Alonso y Enrique (su nieto) como dos prototipos en su estilo propio de nobleza: el primero, luchador, leal, soberbio, independiente y ambicioso; Enrique, un travieso alquimista y astrólogo conocedor de lo divino y de lo humano, aficionado a los placeres intelectuales y a la buena vida; en fin, un anticipo del hombre renacentista; y ambos constituyen una especie de diálogo de las ar­mas y las letras de que nos habla Miguel de Cervantes. Villena, en la guerra de Sucesión, con visión clara de nuestro futuro patrio, se unió heroicamente a las huestes de Felipe V, lo que le valió los títulos de “MUY NOBLE, MUY LEAL Y FIDELISIMA” y, más tarde, cuando la guerra de la Independencia, intervino en la memorable acción de Castalla.
Pues bien; a fines del siglo XV y, principios del XVI, obedeciendo a la fiebre constructiva de la época, gracias al impulso de Sancho de Medina, surge en Villena uno de los templos más hermosos del gótico final hispano. Vamos a hacer un poco de historia de su estilo, ajus­tando las líneas generales del gótico al caso concreto de Santiago.

En el siglo XVIII, vuelve a valorarse el gótico llamado “obra nueva” de mazonería o cres­tería; según los eruditos, es producto de las monarquías bárbaras o importación oriental, pe­ro, en definitiva, es “el término de la evolución del sistema románico llevado a sus últimas consecuencias por una sociedad que se sentía capaz de grandes empresas y ardía en anhelo de perfección”. Los historiadores del arte, respecto a la causa intrínseca del gótico, están di­vididos: según Worringen, es la expresión fidelísima genuina y auténtica del fondo racial más puro de los pueblos germanos; los clásicos sostienen que el gótico encarna el alma de los pueblos occidentales postrero-medievales. El estilo gótico viene a resolver los problemas de cubierta e iluminación; son sus caracteres esenciales: la crucería, el arco apuntado u ojival y los arbotantes. En este proceso evolutivo, tiene una eficacia decisiva la orden del Cister y su fundador San Bernardo de Claraval (reformador de los Benedictinos), enemigo acérrimo del barroquismo románico; el ideal, pues, está polarizado hacia el embellecimiento de las líneas arquitectónicas y sobriedad decorativa. Corresponde a España la gloria de ser uno de los países en que primero empieza a emplearse tal sistema: en el siglo X ya se elevan cúpulas sobre arcos entrecruzados.
El reino valenciano ocupa una zona intermedia de doble interfluencia: de una parte, la pen­insular Isabelina y, de otra, la Occitana o Languedociana, que no es sino una de las variedades del gótico sur-francés y, en referencia precisamente al influjo de las directrices artísticas en nuestra patria del país vecino, hay que hacer alusión a la acertada frase del profesor Jiménez Soler de que “los Pirineos no son una barrera, sino espina raquídea eje de un conjunto étnico y cultural”. El gótico languedociano tiene su inspiración general (en cuanto a tectónica) en lo religioso y castrense. Es asimismo un reflejo de la vida corporativa y, en su generalidad y de­talle, orienta sus edificios hacia la moda precozmente renacentista de Italia; son típicas las notas de ponderación, equilibrio, sencillez y sobria elegancia; los contrafuertes suelen formar las capillas; el ábside es poligonal y las cubiertas, de crucería. Esta arquitectura florece en tierras mediterráneas de intensa latinización. El gótico valenciano experimenta una hispaniza­ción de las formas occitanas; es España, según don Felipe Garín, “tierra de cruces, puerta de expansiones y crisol de las culturas más dispares”.

También tiene Santiago características del gótico final, Isabel o “Reyes Católicos”; esta última denominación, justamente defendida por don José Camón Aznar en el V Congreso de Historia de la corona de Aragón. La última fase del gótico representa el barroquismo de sus formas o “flamígero” como le bautizó Caumont. El barroco no sólo es un período artísti­co; en toda evolución estilística se llega al barroquismo como término, cuando, dominados los problemas de técnica, el artista puede entregarse a puras tareas estéticas; el estilo “Reyes Católicos es el más expresivo de un reinado que fue grande y sintetizador de los ideales na­cionales, porque se desarrolló bajo el signo de la unidad; no hay ciudad española que no con­serve recuerdos de este período: se levantan templos, se enriquecen las capillas, nacen pala­cios para la nueva nobleza cortesana... Como característica fundamental señalaremos “…una tendencia centrípeta recayendo en lo más específico del estilo, exacerbando sus notas propias en un recrudecimiento de goticismo» (Camón Aznar). Además predomina lo decorativo, exis­te gran interés hacia lo exótico, exaltación de lo pasional, afición a lo anecdótico, etc. etc. En cuanto a la parte constructiva: bóvedas, ojivales pero complicadas con terceletes y ligaduras; los nervios secundarios se flexionan en curvas y contracurvas; en cada tramo, varias claves decoradas con heráldica o imaginería; el arco suele ser conopial, apuntado, rebajado o trebo­lado; los apoyos cilíndricos o cuadrados; se prefieren los fustes retorcidos y se emplea el adorno de bolas; constituye, en fin, un arte pletórico de esencias nacionales.
Santiago tiene planta de salón, ábside poligonal y girola; sencillos contrafuertes cobijan­do capillas, crucería flamígera, aparejo de sillares con bien conservados signos lapidarios, so­bre todo en el muro oriental y escalerilla del campanario; sus arcos son de pura ojiva, deco­ración de tosca labra en claves y capiteles de tema zoo y fitomorfo, así como anecdótico y heráldico; se conservan algunas gárgolas; las portadas son austeras: la lateral, de sencillo mol­duraje y decoración en cordón; la de la imafronte, entre pináculos flamígeros, con arco ojival sogueado y, rematando, la coronación por dos ángeles de una imagen que no llegó a colocar­se nunca. La pila bautismal se atribuye a Forment y está trabajada en piedra alabastrina. La torre puede tener sus precedentes en las de los países que baña el Canal de la Mancha. Es interesantísima la verja fundida en Murcia y dorada a fuego. Pero el tema predominante y capital está constituido por las columnas heliáceas, que no pueden confundirse con las barro­cas ni con el helicoide ornamental; son fustes movidos, torsos, de antecedentes remotísimos y empleados con profusión en sarcófagos y códices mimados.
El templo de Santiago, hasta la fecha, es de autor anónimo; parece ser el artífice, además, de la Catedral de Orihuela. En este sentido se expresa don Elías Tormo: la catedral de Orihuela “... con columnas torsas, sin duda del anónimo maestro de Santiago de Villena; la Colegiata de Gandía “... sus columnas torsas, del tipo de Santiago de Villena; la iglesia Parro­quial de Utiel, bajo la influencia de Santiago de Villena; la de Almansa y el convento de Cla­risas de Murcia; todas estas construcciones constituyen un núcleo interesantísimo en el sureste de España representativo del último gótico, con el predominio de Santiago de Ville­na: «una de las más originales construcciones góticas de Levante de robustísima edificación con cables estriados por tema predominante”.
El templo de Santiago, pues, es para Villena y los villenenses un honroso timbre de glo­ria: se levantó bajo el patronazgo de uno de sus más preclaros hijos, Sancho de Medina, en el período artístico del gótico flamígero y en una de las épocas más felices de nuestra histo­ria: el Reinado de los Reyes Católicos.
LAUS DEU
Revista Villena 1955
Cedida por... Elia Estevan

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