11 dic 2023

1981 LA ESCUELA VILLENENSE DE RELOJERÍA

LA ESCUELA VILLENENSE DE RELOJERIA
UNA ARTESANIA DESAPARECIDA
POR JOSE MARIA SOLER
Reloj propiedad de la viuda de Sánchez Camargo
"El Orejón" según una litografía comercial de finales del siglo pasado.

LA ESCUELA VILLENENSE DE RELOJERIA
No es la primera vez que nos ocupamos de este tema, que se ha revelado como de sumo interés para la historia de la artesanía relojera española.
En 1780, un presbítero villenense llamado Ramón Joaquín Fernández Vila de Hugarte, a ruegos del famoso geógrafo Tomás López, redactó una «Relación de Villena» que, en unión de otras del reino de Valencia, fue publicada por Vicente Castañeda y Alcover en 1919. Hay en ella cosas notables o simplemente curiosas, a las que nos hemos referido ya en alguna otra ocasión. Aquí nos interesa destacar solamente que, al mencionar las fábricas existentes en Villena por aquel entonces, dice que había «una de reloxes de quartos, repetición y silencio».
Esta fábrica, que existía ya a principios del siglo XVIII, había llegado a alcanzar prestigio y fama. He aquí algunos ejemplos demostrativos.
RELOJES DE TORRE
El 19 de septiembre de 1739, el Ayuntamiento de Casas de Ves, hoy en la provincia de Albacete, tomó el acuerdo de colocar un reloj en la torre de una ermita del pueblo, la del Cristo de la Vida. Aquel acuerdo no se llevaría a cabo hasta trece años después, pues fue en mayo de 1752 cuando se colocó en la torre de aquella ermita el primer reloj, «que fue construido por Alonso López, maestro de hacer relojes de la ciudad de Villena», según nos dice Eladio León Castro en sus «Apuntes históricos topográfico-médicos de la villa de Casas de Ves». La ermita perdura, pero el reloj se perdió al derribarse la torre, que fue posteriormente reconstruida.
En 1779, el Ayuntamiento de Sax solicitó de López Osorio, maestro relojero de Villena, un informe acerca de lo que costaría reparar el reloj de la torre. Su consejo fue que era preferible hacer uno nuevo, que él se comprometía a realizar por la suma de 3.500 reales. Pero fue otro relojero villenense, Pedro Navarro, quien obtuvo el contrato al rebajar en mil reales la oferta de su paisano y colega. Debemos estas noticias al cronista de Sax, Francisco Ochoa Barceló.
En 1781, la Real Junta de Fábrica de la iglesia de San Martín, de Callosa de Segura, resolvió hacer un reloj nuevo con cuartos y horas, y los delegados para tal efecto, que fueron el presbítero D. Vicente de Córdova y D. Mariano Trives de Sirvent, «ajustaron la obra con López Osorio, relojero de Villena». Así figura en las «Notas históricas de Callosa», todavía inéditas, del cronista de aquella población, Antonio Ballester.
Esta prestigiosa artesanía alcanzó las postrimerías del siglo XVIII y el primer tercio del XIX. El que fue cronista de Lorca, D. Joaquín Espín Rael, nos comunicó en 1949 que en el reloj público de aquella ciudad había un rótulo en la máquina que decía: «Pedro Navarro. En Villena. Año de 1825». Este Pedro Navarro tuvo una larga vida profesional, como veremos más adelante.
No hemos podido todavía confirmar el dato pero parece ser que el reloj público de Cifuentes, en la provincia de Guadalajara, procedía también de nuestra ciudad, y no es aventurado suponer la existencia de muchos otros ejemplares que nuevas investigaciones irán poniendo al descubierto.
Como prueba de la popularidad alcanzada por alguno de estos relojes no hay sino recordar una vez más la conocida copla núm. 8.044 de los «Cantos Populares Españoles», de Rodríguez Marín, editados en Sevilla en 1882-1883, que dice así:
En Elche está «Calendura», en Villena, el «Orejón», y en Caudete está la «Mona» para tocar el reloj.
El polígrafo Fermín Caballero, en su biografía de Joaquín María López. publicada en 1857, dice que los de las poblaciones colindantes zumbaban a los villenenses con los dictados de «chongos» y «orejones», alusivo el primero a que llamaban «chongas» a las patatas cuando se introdujeron en Villena a finales del último siglo y referente el segundo a la cabezota de madera llamada «el Orejón», que el reloj de la ciudad asomaba por una ventana de la torre a cada campanada, «objeto —dice— de admiración para los campesinos forasteros y de cierta vanidad para los habitantes, que no trocarían su máquina por las de más complicación y renombre».
Otro famoso escritor valenciano, Teodoro Llorente, en el segundo tomo de su obra «Valencia», publicada en 1889, echa también su cuarto a espadas con estas palabras:
«La plaza del Mercado es lo que conserva más el tipo de los tiempos pasados. Allí encontrará el forastero la fuente llamada prosaicamente de los Burros; pero preguntará en vano por el renombrado «Orejón». Había en esta plaza una torre de estilo barroco y en ella estaba el reloj público. Al toque de las horas, asomaba la grotesca y orejuda cabeza por un ventanillo el legendario personaje, admiración de los patanes que venían a las ferias. Pero el progreso es inexorable, y los progresistas de Villena derribaron la torre no hace muchos años (1888), juzgando sin duda incompatible con la cultura de la ciudad aquel resto burlesco de otras edades».
Debemos recordar que no fue por eliminar el «Orejón» por lo que se derribó la torre, ya que hubo intentos de declararla ruinosa desde 1872, con informes contradictorios de diversos arquitectos, hasta que, en 1888, triunfaron por fin los demoledores.

FABRICACION DEL "OREJON"
No podemos asegurar que los relojes de Elche y de Caudete nombrados en la copla se fabricaran aquí, pero no existe la menor duda de que en Villena se hizo el famoso «Orejón». Así lo confirma un libro de gastos de los años 1711-1712, que se conserva en el Archivo Municipal, en cuyo encabezamiento se lee:
«Quenta de todo el coste que a tenido la fábrica de el relox que, de orden de esta ciudad, se a executado en el año pasado de mil settecientos y once, cuyos gastos se han pagado por mano de Anttonio Mellado, y con intervención de los señores Dn. Xpóval de Mergelina y Mota, cavallero de el orden de Santiago, Alférez Mayor, y Dn. Joseph de Zervera y Gasque, regidor perpetuo de esta ciudad de Villena, como sus Comisarios para la reedificación de todas las obras públicas, y especialmente para la de dicho relox».
El acuerdo se había tomado en la sesión del Ayuntamiento de 15 de abril de 1711.
Intervinieron en la fabricación los maestros herreros Francisco Navarro, Juan Díaz y Francisco López, que era también carpintero; los cerrajeros Vicente Cervera, de Villena; Francisco Arnau, de Salinas, y Vicente Salazar, de Elda, cuya misión principal se reducía a limar, y tuvo parte muy importante en la obra un religioso de Orihuela, que se encargó de hacer el reloj de sol.
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Los gastos se resumen del siguiente modo: reales - maravedís
Francisco Navarro cobró ... 1.173 30
entre salarios y el valor de los materiales que aportó. Construyó pilares, ruedas, engranajes, ceños, cadenas y la veleta de la torre.
Juan Díaz cobró ... 471 10
por hacer barras, ejes, ruedas, el mazo, la «cigüeña», el «espíritu», el badajo de la campana y otras piezas, además de dorar «la mano» para la esfera, que era la única saeta de que disponían aquellos relojes.
Francisco López, herrero y carpintero,
cobró … 225
quince de los cuales fueron por construir «la cabeza que sale al dar el reloj». No se nos dice de qué material estaba hecha, pero Fermín Caballero nos asegura que era de madera, que es lo más probable a la vista de la litografía conservada y del doble oficio de su constructor, quien gastó otros quince reales en «tres libras de aceite de linaza para el reloj de sol, la muestra (= esfera) y la cabeza», que eran las zonas más expuestas a la intemperie. La dualidad de oficios del autor se muestra también en que se encargó de fabricar, de madera forrada con chapa metálica, la bola de la veleta y las cuatro pirámides que adornaban las esquinas de la torre.
El religioso de Orihuela devengó, en total… 1.764 17
más que ninguno de los anteriores, pues hubo que pagar 1.500 reales a los frailes del convento de San Francisco por su alojamiento, aparte de entregarle a él algo de ropa, una arroba de turrón, seis libras de chocolate y dos libras de tabaco, además de abonarle el regreso a su convento
Los gastos menudos importaron … 23
con lo que el gasto del reloj ascendió a ... 4.624 13
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Reloj de la Colección... Pérez de Olaguer

REEDIFICACION DE LA TORRE
En estrecha relación con la fabricación del reloj estuvo la reedificación de la torre, que desde entonces se llamó del «Orejón». Las obras comenzaron el 31 de agosto de 1711 y terminaron el 12 de febrero de 1712. Intervinieron en ella los maestros albañiles Cosme Carreras y Luis Cerdán, con el maestro de cantería Damián Sánchez. Carreras fue también quien reedificó el Palacio Municipal tras el incendio provocado por los ingleses en la guerra de Sucesión. Los carpinteros fueron el ya conocido Francisco López, autor de la efigie del «Orejón» y Francisco Guillem, que dirigió casi todas las obras de carpintería. A él se debió «la armazón para el «caracolillo» nuevo», cuya significación se nos escapa, a pesar de que en otra de las partidas vuelva a hablarse de «la ventanilla del caracol».
Se nos dice también en estas cuentas que las tejas «embarnizadas» que se pusieron en los caballones de la torre procedían del convento de Nuestra Señora de las Virtudes; que el enlucido de los muros era de color almagra y ocre, como el de tantas casas antiguas de la ciudad, y que las barandillas se pintaron de «verdete» y «blanqued». No nos quedan más que estos humildes datos y las viejas fotos para hacernos una idea de lo que fue aquella famosa torre, definitivamente eliminada en 1888 por los que Llorente califica de «progresistas». El coste total de la obra ascendió a 5.486 reales y 26 maravedís de vellón.

Caja de Reloj "El Quejical"
RELOJES DE SALA

Todos los hasta ahora mencionados, incluido el popular «Orejón», eran de torre. Pero hay una interesante serie de relojes de sala muy directamente relacionados con los anteriores. Veamos los ejemplares que han llegado a nuestro conocimiento.
En el catálogo de la colección Pérez de Olaguer, editado en Barcelona hacia 1952, figuraba un reloj supuestamente italiano, hoy en paradero desconocido, que perteneció al cardenal Despuig. Llevaba como coronamiento un par de autómatas que golpeaban la campana e, inmediatamente debajo, un mascarón que movía los ojos con el péndulo y sacaba la lengua al dar las horas. La máscara estaba flanqueada por sendas cabezas humanas más pequeñas, las llamadas «mirones», y todo ello sobre una escena bíblica de Nacimiento. Más abajo estaba la esfera metálica, pintada al óleo y grabada, con una sola manecilla. El resto de la caja estaba adornado con imitaciones de lacados chinos.
Muy similar al anterior es otro ejemplar que se conserva en el Museo de Santa Cruz, de Toledo, al que le faltan únicamente los dos «mirones». Es de procedencia desconocida y fue adquirido cuando D. Gratiniano Nieto desempeñaba la Dirección General de Bellas Artes.
Otro reloj de la serie procede de la finca «El Quexigal», y fue subastado por la firma Sotheby's, de Londres, en cuyo catálogo figura con los números 386 y 387, pues se subastaron por separado la caja y la máquina con la esfera, que es igual a la de la colección Pérez de Olaguer. Se dice en el catálogo que la máquina es probablemente alemana y la caja, austriaca.
Otro ejemplar fue adquirido en el comercio de antigüedades de Madrid por la familia del escritor Sánchez Camargo. Tiene, como los anteriores, el coronamiento con los autómatas, el mascarón y la esfera metálica. Los dos «mirones» que ahora lleva no son los originales.

Aunque sin firma apreciable ninguno de ellos, es evidente el parentesco de todos estos relojes, salidos sin duda de un mismo taller, que no era ni italiano, ni alemán ni austriaco, sino simplemente villenense. Así podía ya deducirse de una noticia publicada por Luis Montañés Fontenla en su libro «Relojes olvidados» (Madrid, 1961) en la que reproduce otro ejemplar, que el autor supone de «escuela levantina», propiedad del que fue notario de Hellín, D. Antonio Marín Monroy. Tiene una caja de tres cuerpos, sin autómatas ni mascarón, pero con una inscripción en la esfera que dice: «Pedro Navarro. Villena. Año 1802». 
Esfera de reloj de "El Quejigal"
Una prueba más concluyente de la procedencia la obtuvo el propio Montañés Fontenla en la relojería Ontalva, de Madrid, al examinar un ejemplar enviado desde Valencia para su arreglo y con una etiqueta de Lorca. Lleva en lo alto la pareja de autómatas con la campana, y en el lugar que debiera ocupar el mascarón, uno de los «mirones» que suelen acompañarlo y que es un evidente añadido. Lo interesante es también la esfera, de latón pintado con un grabado que dice: «Año 1790. Villena. Pedro Navarro», y un pequeño escudo coronado, con tres barras, a continuación del nombre de la ciudad.
Ya no podía caber ninguna duda de que aquella idea del «Orejón» creado por Francisco López (¿Osorio?) en 1711 para la torre de la plaza de Villena, trasplantada después con muy escasas variantes a los relojes de sala, hizo fortuna, y «el mascarón ha prevalecido como un recuerdo típico de la vieja Vi-llena». Así lo apunta muy acertadamente el autor citado, a quien agradecemos tanto las noticias que nos ha facilitado como la mayor parte de las fotos que ilustran este artículo.
Reloj reparado en la relojería Ontalra de Madrid
Podemos añadir, como datos complementarios, que el 2 de agosto de 1777, el Ayuntamiento de la ciudad, con aquiescencia del Obispado, acordó poner un reloj en la torre de Santiago, el cual fue fabricado ,también por Pedro Navarro, quien se obligó a colocarlo y a cuidarlo de por vida por la suma de 2.500 reales, que es la misma que cobró por el reloj de Sax. Dos años después, y a pesar de su compromiso anterior, solicitó, que se le asignase algún salario, petición que el Ayuntamiento dejó en suspenso por entonces. En aquella misma sesión, se acordó componer el reloj del «Orejón», rematándose la obra en un tal Luis Falcó en nombre de Alonso López y Joaquín López.
Reloj del Museo de Santa Cruz (Toledo)
Cortesía de Dª Matilde Revuelta
Durante el último cuarto del siglo XVIII, este Alonso López Osorio, que tenía su domicilio en la calle del Hilo, estuvo encargado de cuidar el «Orejón» y, desde 1801, desempeñó, además, el cargo de almotacén o inspector de pesos y medidas de la población.
Por su parte, Pedro Navarro, cuyo segundo apellido era Escobar, vivía en la calle de la Tercia, y ya figura como contribuyente en el primer padrón de impuestos, confeccionado en 1772, con un total de 24 reales y 18 maravedís que había de pagar por varios conceptos. Tuvo a su cargo el cuidado del reloj de Santiago hasta 1784, y, en 1808, los electores de la parroquia de Santa María le designaron para diputado del común en el Ayuntamiento.
Reloj del notario D. Antonio Marín Monroy
firmado por Pedro Navarro en 1802
De las vicisitudes del «Orejón» tras el derribo de la torre se ocupó Vicente Prats en el número de esta revista correspondiente al año de 1973. Todas sus laboriosas gestiones para encontrarlo resultaron infructuosas, y sólo nos queda su imagen en una litografía comercial de finales del siglo pasado que, por su proximidad a la fecha de vigencia del artefacto, debe hallarse bastante próxima a la realidad.
Esfera del reloj reparado en Ontalva
firmado por Pedro Navarro en 1790
Hay muchas maneras de ingresar en la Historia, y los pueblos lo hacen frecuentemente por intermedio de sus hijos descollantes en cualquier faceta de la actividad humana. Villena, que ya había entrado por la puerta grande hace tres mil años con aquellos orfebres innominados que fabricaron los famosos «tesoros», ha vuelto a hacerlo siglos más tarde con unos ingeniosos artesanos que hicieron sonar sus artilugios durante cerca de dos siglos, en las torres de las iglesias y en los salones de los potentados de gran parte de España. Bien merecen aquellos extraordinarios relojeros villenenses el recuerdo y la gratitud de sus paisanos del siglo XX.
Extraído de la Revista Villena de 1981
Cedida por... Avelina y Natalia García

1 comentario:

e-stock.es dijo...

La escuela de relojería es el crisol donde tradición y precisión se funden. Así como la maquinaria industrial, enseña la finura de los engranajes, fusionando arte y tecnología en minuciosa armonía.

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