9 may 2022

1928 EL TEMPLO DE SANTIAGO

EL TEMPLO DE SANTIAGO
Monumento arquitectónico admirable, gloria de nuestro pueblo y orgullo de todos los villenenses, es el templo parroquial del Apóstol Santiago, que a sus expensas comenzara a levantar en el último tercio del siglo XV el más preclaro hijo de Villena, don Sancho de Medina y que luego terminara su no menos preclaro e ilustre don Pedro de Medina.
Desde la calle Mayor comienza ya a verse la parte exterior del ábside y la esbelta torre que se destaca como flecha de piedra en el espacio azul, pero al desembocar en la anchurosa plaza es cuando se ofrece a los ojos del espectador, abrumando su espíritu, por la insólita grandeza, la inmensa fábrica del templo que parece una mole ciclópea cuyos pétreos sillares se elevan hasta el tejado.
Es de estilo ojival en su último periodo, que fué el que dominó en España durante el siglo XV y principios del siguiente.

EXTERIOR
La planta del templo es un paralelógramo que en su cabecera termina como inscrito en un ábside ochavado.
Dan entrada a la iglesia tres puertas en la fachada principal y otra en la del lado de la Epístola, recayente a la plaza.
La portada del centro está formada por un arco ojival entre dos agujas flanqueantes y cubierto por un quitalluvias también ojival. Algo más arriba hay una repisa que debió estar destinada a una imagen de la Virgen María, cuya regia corona sostienen dos ángeles alados. En la cara interior de los machones que sostienen la ojiva se eleva una columna eliácea con los fustes adornados de estrías, junquillos y filetes interpolados. Los capiteles debieron estar ocupados por imágenes que, como la de arriba, no llegaron a ponerse nunca, o han desaparecido posteriormente. Las otras dos puertas colaterales son de estilo Renacimiento, pero sumamente sencillas.
La fachada de la plaza es completamente lisa y su portada debió ser muy semejante a la central, aunque hoy se ve con grandes deterioros e imperfecciones.
En el ábside hay que admirar el artístico balcón de la sala capitular, profusamente adornado, con dos columnas, cornisamento y frontón de porción de círculo, todo en piedra tallada de indiscutible mérito.
Pero tanto como el referido balcón debe admirarse el cuadro, o marco de piedra donde se contienen varios escudos, entre ellos, el de los Reyes Católicos con la inscripción del Tanto monta, el escudo de la Ciudad y las armas de Don Sancho García de Medina.
Exteriormente aparece el templo coronado por el remate de los estribos que descuellan sobre el tejado, terminando en unas pequeñas pirámides, por los arbotantes que contrarrestan el empuje de las bóvedas y por las gárgolas que arrojan el agua del tejado.
Finalmente, la torre, de 47 metros de altura, es de planta cuadrada, dividida en dos zonas de diferente altura separadas entre sí por una cornisa. En la superior aparecen los arcos semicirculares donde están las campanas y encima de éstas se corre una magnífica cornisa de gran saliente en piedra tallada con arcaturas sobre ménsulas remedando matacanes. Varias ventanas alargadas dan luz a la escalera y debajo de la cornisa hay cuatro circulares, una en cada fachada, de las que dos están cubiertas con las esferas del reloj.
Sobre la gran cornisa hay una balaustrada de hierro que sustituyó a la primitiva de piedra y corona la torre un magnífico capitel octógono, cerrado y rematado por una esfera de bronce que sostiene la cruz de hierro y la veleta formada por un monstruo alado.
INTERIOR
El grandioso monumento aparece dividido en el interior en tres naves y girola, por medio de arcos apuntados que arrancan de diez hermosas columnas aisladas y de otras dos empotradas en la pared.
A primera vista se distingue ya claramente, por la diferencia de estilo y construcción, la parte primitiva del templo y la que posteriormente se adicionó.
La primera terminaba en el lugar que hoy ocupa la puerta y verja del coro, y al ampliar el templo se arrancó la fachada principal para colocarla en el sitio que hoy ocupa. La parte agregada es de estilo arquitectónico más moderno y tiene pilastras en vez de columnas.
Lo que más llama la atención son las columnas aisladas que separan la nave central de las laterales y de la girola. Descansan sobre un cuerpo de ocho caras planas y lisas: los fustes son salomónicos con estrías eliáceas o de arista viva, y los capiteles son de la misma planta que los fustes, aunque algo acampanados y chatos. Estos capiteles sirven de base a otras columnas empotradas con capiteles muy parecidos a los de la columnata baja y los fustes figuran como una prolongación de los inferiores, apareciendo por encima de los segundos capiteles hasta enlazarse con los nervios de la bóveda. Todos los capiteles están adornados en sus caras cóncavas con hojas, conchas, peces, pájaros y otros objetos.
Les muros están reforzados interiormente con fuertes estribos sirviendo de capillas los espacios que quedan entre aquéllos.
El templo aparece cubierto con bóveda de estilo ojival en su parte antigua, con nervios que, tanto en la capilla mayor como en las naves y girola, tienen en sus claves colgantes de madera estofados de oro y azul, como también están dorados algunos adornos de las columnas y los nervios.
En la cabecera de la iglesia y en el lado del Evangelio se adhiere a la obra un pequeño paralelógramo donde está la sacristía, cubierta también con bóvedas nerviosas y sobre ella está el gran salón, que fué antiguamente la sala capitular, con un magnífico artesonado de madera tallada con cantones hexágonos y florones colgantes.
No queremos descender a más detalles descriptivos, ya que lo dicho basta para formarse una idea de la importancia arquitectónica de este hermoso templo que ha sido calificado como una de las más interesantes construcciones góticas de Levante y cuya contemplación produce en el espectador una impresión de admiración y grandiosa suntuosidad.
Fué construido, al parecer, por el maestro arquitecto Jacobo Urrea, el Florentino, que construyó también la riquísima pila bautismal, de estilo plateresco y el cual murió en Villena en 1525, encargándose de continuar las obras, al siguiente año, Maese Jerónimo Guisano o Pisano.
El retablo del altar mayor es de estilo barroco, o churrigueresco.
Tiene la imagen del titular a caballo con dos moros a los pies, del escultor Tomás Llorens y varias otras imágenes estofadas que se atribuyen al mismo.
Los altares de las capillas, hechos en diferentes épocas, no tienen importancia artística, a excepción de cuatro que hay de estilo renacimiento.
Pero lo que constituye una verdadera joya que llama poderosamente la atención es la primorosa verja de hierro que separa el altar mayor de la nave central; obra estupenda y maravillosa que muchas Catedrales mirarían con envidia y recibirían jubilosas para engalanarse con ella.
No podemos detenernos en la descripción de su maravillosa factura y solo apuntaremos, como datos curiosos e históricos que, Don Pedro de Medina, hizo traer por mar, de Vizcaya a Cartagena ciento ochenta quintales de hierro ya labrado y preparado; que la verja se hizo en Murcia por Ambrosio de la Peña y el maestro Sábana, francés, mediante escritura pública ante el escribano Juan López. En el año 1545 se trajo de Murcia y se doró.
ESTADO ACTUAL
La acción demoledora del tiempo ha clavado sus destructoras garras en el robusto cuerpo del secular gigante. Han comenzado a desplomarse por varios puntos algunos trozos del estucado de las bóvedas y el peso de la cubierta que gravita sobre los arcos ha hecho que dos de éstos se resientan notablemente.
La reparación es necesaria y urgentísima, sobre todo, para evitar ulteriores y más costosos desperfectos, y ya se han colocado los andamios.
Al contemplar el hermoso templo con la armadura de madera hemos experimentado como una sensación de lástima. Nos ha parecido ver uno de esos seres mutilados de la guerra con el brazo en cabestrillo y apoyados en palos y muletas.
Villena entera debe interesarse en la pronta y adecuada restauración. Es este un compromiso de honor para todos los villenenses y, como en el sacrificio está el mérito, todos debemos sacrificarnos por ese templo parroquial que es la gloria de nuestro pueblo.
Hemos oído distinguir nitre obras de consolidación y obras de adorno o decorado y creemos que esa distinción es absurda.
Deben atenderse con preferencia las obras de consolidación ¿quién lo duda? pero con preferencia nada más, no con abandono de las de adorno, y los andamios no deben desaparecer hasta que el templo quede decorosamente adornado.
Villenenses: la iglesia de Santiago es para nosotros la casa solariega que a todos nos cobija; es el vetusto solar cristiano de nuestros antepasados; el monumento que acredita la fe arraigada de nuestros mayores, es una reliquia veneranda digna de todo nuestro respeto y veneración, merecedora de todos nuestros sacrificios; sus piedras hablan con el sublime lenguaje de las grandes gestas.
La iglesia de Santiago es nuestra joya, es la joya de nuestro pueblo y una joya no puede, no debe presentarse envuelta en un trapo de algodón; debe presentarse, al menos, en un modesto estuche de seda.
Un villenense
Extraído del periódico Villena Joven septiembre 1928

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