17 sept 2025

1996 RECUERDOS DE UN ESTUDIANTICO

Recuerdos de un estudiantico. Por A. UGEDA FUENTES
Por el afecto que le tenía, voy a narrar algunos pasajes de la vida de José Martínez Ugeda; el «Estudiantico» que aparece en la fotografía de la portada de la revista, que con motivo de cumplir 150 años de su fundación, ha editado la Comparsa de Estudiantes. En ella está en compañía de su padre y de su hermano menor, componentes de dicha histórica comparsa.
Era hijo de Antonio Martínez Rubio, apodado «El Gato», y de Dolores Ugeda Amorós: José Martínez Ugeda, nació en Villena (Alicante) el 14 de abril de 1912, fecha histórica por un suceso trágico. Fue el protagonista de dicho suceso el transatlántico TITANIC, el mayor barco del mundo en su época y con motivo de su primer viaje atravesando el Océano Atlántico, tuvo la mala suerte de naufragar pereciendo casi todos los que en él viajaban, tanto pasaje como tripulación.
En la última etapa de su vida, el «Estudiantico» se distraía en ir escribiendo los recuerdos de su curiosa y a veces trágica vida, así como personalmente, también me relató algunas anécdotas recordando aquellos viejos componentes de su comparsa, que con su humor y sencillez la organizaban para divertirse y alegrar a los demás, olvidándose por unos días los malos tragos que a veces se dan en la vida.
A los seis años de edad, el «Estudiantico» recuerda que sus padres están trabajando y viviendo en los saleros de Penalva, cerca de la Laguna, a unos cinco kilómetros de Villena. A los ocho años, ya en el pueblo, empieza a trabajar de aprendiz de zapatero; entonces casi todo se hacía artesanal, pues aún no había mucha maquinaria. Esto lo recuerda, porque en el trabajo comentaron la noticia aparecida en el periódico, sobre la triste noticia de la muerte del torero Joselito en la plaza de toros de Talavera de la Reina, fue el 16 de mayo de 1920.
José Martínez el «Estudiantico» alternaba el aprendizaje de zapatero con la escuela. Tenía mucho interés en no ser un pobre analfabeto, como la mayoría de los trabajadores de familias humildes, cuyos padres no podían ayudarles en los estudios; primero estaba el trabajo, el ganarse el sustento y contribuir con algo al sostén de la familia. Cuando la luz de la Cultura empezaba a entrar en su cerebro, el «Estudiantico» tuvo la mala suerte de que le atropellara un autobús que hacía la línea Villena-Alcoy. Como fue por culpa suya, como él reconoció, no tuvo indemnización alguna por el daño sufrido, fue el 6 de marzo de 1923, la herida no fue alarmante, fuerte rozadura en la pantorrilla sin rotura de hueso. A falta de médico fue un enfermero el que le atendió haciéndole una ligera cura. Al día siguiente lo vuelven a curar, y dos días después se dan cuenta del mal cariz que había tomado la herida, decidiendo cortar por lo sano amputándole la pierna. Fallo lamentable desde el primer día de cura. Dolor y desesperación de sus padres, pero sobre todo para aquel hijo que a los diez años, queda mutilado para siempre de una pierna, cuando ya empezaba a ganar algo con lo que ayudar al sustento de la familia, y que él con alegría y contento se lo entregaba a su madre.
Pasaron unos años, no muchos, y un amigo de su padre llamado Francisco Llorente, el tío «Colica» que era alpargatero, se lo llevó al taller y allí aprendió a hacer alpargatas, que era el calzado más usado por la clase trabajadora. En el taller estuvo muy bien mirado y tratado como si fuera un hijo, pues el tío «Colica» también salía en la Comparsa de Estudiantes y era el Cabo Gastadores. Le gustaban las fiestas y contribuía con alegría a la diversión colectiva de la comparsa desde muy joven.
El pobre aprendiz no pudo seguir en la comparsa desde que perdió la pierna, ¡con tanto que le gustaba seguir a su padre en el ambiente de la comparsa!
De ahí que se alegrara tanto, contando las anécdotas del último año que salió de Estudiante en las fiestas antes de perder la pierna. Contaba que estando diciendo la Embajada, el Moro en el Castillo y los Estudiantes abajo montados en burros, mientras el Embajador Cristiano en su caballo bien ajaezado, pasó a contar algunas «heroicidades» de sus compañeros, nombrándoles a cada uno por sus apodos y para dar mejor nota de buen humor recargaba el acento al pronunciarlos: aquí el ¡Blanco!, el ¡Águila!, el ¡Pimiento!, el ¡Gato!, etc. Y desde su caballo airoso y bien engalanado, señalando al «Estudiantico» y al otro chico dijo: «De éstos el "Gatico" y el "Pimientico" no digo nada, porque son de rabo rana». En aquellos momentos, algún travieso chiquillo, les restregó guindillas picantes en el ano a los burros, y los animales empezaron a rebuznar resoplando y dando saltos como locos. Unos se metieron en la Posada del Sol, y otros se las pelaban rebuznando y corriendo Corredera abajo hasta la «fuente de los Burros». ¡La que se armó de risas y comentarios fue tremendo!
El padre del «Estudiantico» era muy festero, creo que por nada del mundo se hubiese perdido unas fiestas, ni hubiese dejado de salir en la comparsa. Siendo su mujer una buena colaboradora de él. Pues por cariño a las fiestas y sin cobrar un céntimo por su trabajo, hizo 25 golas para el cuello de otros Estudiantes en un solo día, fue el 4 de septiembre, ya que al día siguiente se las tenía que poner. El caso fue extraordinario: ese año iban a salir sólo cuatro Estudiantes, que eran el tío «Gato», el «Pimiento», el tío «Colica» y el «Blanco», y salían sin música en las fiestas. Enterados de ello unas cuantas personas pudientes del pueblo, y para que éstas no perdieran atractivo, unos días antes hablaron con el tío «Colica» y arreglaron el salir en la comparsa aquellas fiestas. Esta fue la causa de que la madre del «Estudiantico» hiciera tan precipitadamente las 25 «golas» antes mencionadas.
A la edad de 15 años más o menos, José Martínez Ugeda transforma su vida al poder conseguir una pierna artificial y dejar las muletas. Ya no era un cojo. Se sentía más hombre. Se igualaba a los demás.
Su vida empieza una nueva etapa. Este hombre que era un gran admirador de su pueblo, sabía valorar las cualidades que tiene Villena y por supuesto sus habitantes, alegres y acogedores, pues cuando llega un forastero a él, ya no se considera un extraño, enseguida es uno más de los habitantes villenenses. Comparte el amor por su majestuoso Castillo, que desafiando los siglos se mantiene en pie casi íntegramente, así como sus airosas torres de Santiago y Santa María y otros lugares curiosos.
La mayor riqueza, comentaba José Martínez, de Villena es su agricultura y la industria del calzado. En su término municipal tiene canteras de yeso y saleros de fina sal, y no digamos de su buen vino, rico en grados y paladar.
Hasta aquí quedan reflejadas las vivencias de aquel «Estudiantico» que llegó a ser un hombre culto y de bien, y que al fallecer a la edad de 68 años, el 5 de noviembre de 1980, no pudo continuarlas.
A manera de homenaje a aquel «Estudiantico», he hilvanado este modesto trabajo con el cariño que se merecía.
Extraído de la Revista Villena de 1996

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